Economía
25/08/2025 | 14:13
Redacción Cadena 3
Damián di Pace
Audios
El consumo en Argentina: entre la cautela y la desconfianza
La economía argentina, siempre un reflejo de sus vaivenes políticos y sociales, nos entrega una radiografía clara del comportamiento del consumo en julio de 2025. Los datos de Scentia muestran un país con un consumo desdoblado, donde caen los grandes formatos, pero crecen los pequeños comercios y el e-commerce. Los supermercados en cadena registran una caída interanual del 4,4%, los mayoristas un 7%, mientras que los autoservicios independientes suben un 2,7%, las farmacias un 1,1%, los kioscos y almacenes de barrio un 9,2% y el comercio electrónico un impresionante 16,4%. ¿Qué nos dice esto? Que los argentinos, golpeados por años de incertidumbre, han cambiado su forma de consumir: ya no estoquean como antes, sino que compran por reposición, buscando ofertas y cercanía.
Este cambio de conducta no es casual. La macroeconomía, con su inflación estabilizada pero persistente, moldeó un consumidor cauteloso, que no corre a las góndolas ante una corrección cambiaria, como solía hacer. Es un dato significativo: el argentino ya no apuesta a que "mañana todo será más caro". Prefiere esperar, comparar, aprovechar descuentos. Sin embargo, esta aparente racionalidad convive con una creciente inquietud. El índice de confianza al consumidor de la Universidad Torcuato Di Tella se desplomó un 13,8% en agosto, con una caída del 14,8% en las condiciones presentes y, más preocupante aún, un deterioro en las expectativas futuras. Aunque los argentinos ven una mejora respecto al año pasado (+21,7%), el pesimismo sobre el porvenir es un dato que no puede pasarse por alto, especialmente en un año electoral.
La correlación entre confianza y resultados electorales, que la misma universidad ha estudiado desde 1997, pone al gobierno de Javier Milei en una posición delicada. La austeridad y la transparencia, pilares del programa económico que Karina Milei revalidó en su último discurso, son más que promesas: son el corazón de la narrativa oficialista. Pero cuando el ruido político, como el reciente escándalo que sacude al entorno presidencial, pone en duda esa transparencia, el impacto no es solo político, sino económico. La economía es una ciencia social, y las expectativas de la gente son tan cruciales como los números. Si la percepción de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace se quiebra, el programa económico tambalea.
El panorama hacia adelante no es alentador. Agosto, un mes históricamente complicado, podría ser el preludio de un escenario recesivo. La pregunta no es si las altas tasas de interés tendrán un impacto —lo tendrán—, sino cuán severo será para quienes dependen del financiamiento. Si los indicadores de consumo, que hoy muestran un crecimiento acumulado de apenas 0,8% en el año, empiezan a virar al rojo, el gobierno enfrentará un desafío aún mayor. En plena campaña electoral, el oficialismo no puede permitirse que la desconfianza ciudadana se traduzca en una caída del consumo o, peor aún, en una pérdida de apoyo en las urnas.
El Gobierno debe entender que la austeridad y la transparencia no son solo slogans: son compromisos que la sociedad evalúa en cada compra, en cada decisión cotidiana. Los datos son claros, pero las percepciones lo son aún más. En un país donde el consumidor aprendió a ser cauto, el silencio o los traspiés políticos pueden costar caro.
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