Polémica en Estados Unidos.

Maravillas de este siglo

Tomen distancia

17/04/2019 | 09:07

María Rosa Beltramo

Joe Biden lidera el pelotón de los candidatos demócratas a la presidencia de los Estados Unidos. Y aunque todavía falta un año y medio para tratar de desalojar de la Casa Blanca a Donald Trump, ya empezó la carrera de obstáculos que es de largo aliento y se complica a medida que los competidores se acercan a la meta.

El ex vicepresidente de Barack Obama corre con cierta  ventaja  gracias a que lo conocen, aunque precisamente en su fama reside también su talón de Aquiles.

Es que Biden es del tipo afectuoso-demostrativo y  en  tiempos como los que corren, una palmadita inoportuna e inconsulta puede marginarlo de la disputa con mayor eficacia que  una foto festejándole un chiste a Kim Jong-un.

Hubo una época  que muchos extrañan en la que un candidato tenía que someterse a un leve escrutinio  y  si  tenía una  familia decidida a oficiar de muro de contención contra eventuales  chismes, reclamos y demandas , podía postularse sin problemas.

Intentando curarse en salud, el veterano dirigente demócrata  al que cuatro mujeres han criticado por “acercamiento excesivo” o demostraciones no pedidas, difundió un video  en el que admite que  las reglas sociales  han cambiado. “Se han establecido nuevos límites a las fronteras del espacio personal y lo entiendo”.

El influyente New York Times  se  preguntó  “¿Qué tan cerca es demasiado cerca?” y apeló a estudios realizados en la lejana década de los 60  por el antropólogo Edward Hall para ponerle límites precisos al espacio personal.

Y aunque la gente no anda por ahí con un centímetro para mantener a raya al interlocutor de  turno o, por el contrario, avanzar alegremente sobre   esa frontera, la distancia a respetar son 46 centímetros.

Las mujeres que se han quejado de la conducta de Biden  no han hablado de  medidas ni parecen haber tenido en cuenta  los límites de Hall, pero  dicen haber sido sorprendidas por  una proximidad  molesta .La distancia establecida científicamente  parece destinada  a elaborar  un protocolo más que a  evaluar  el bienestar o el malestar de  dos personas  que interactúan.

Fue Lucy Flores, una asambleísta de Nevada, la primera  en criticar  al ex vicepresidente, a quien  acusó de haberle  estampado un beso en la nuca  en 2014.

El comunicado difundido por la oficina de JB eludió una respuesta personalizada y prefirió abordar el tema de manera genérica: “en mis muchos años de campaña y vida pública, he ofrecido incontables apretones de mano, abrazos, expresiones de afecto, apoyo y confort. Ni una vez -nunca- creí que actuaba de manera inapropiada. Si se sugiere que lo hice, escucharé con respeto, pero esa nunca fue mi intención”.

Parece molesto e inapropiado someter  una conversación a reglas que, para colmo de males, ni siquiera  garantizan el buen trato, la educación ni  el decoro porque, ya se sabe, es posible  maltratar, intimidar o  acosar a distancia. Biden, no obstante, pretende despejar el camino al principio de la carrera  porque si su conducta no queda  clara le será imposible  avanzar o peor aún, quedará permanentemente expuesto  a los vaivenes de la campaña.

Es una tarea  difícil conseguir el equilibrio entre lo que se concibe como conducta apropiada, el comportamiento adecuado de los poderosos, la observancia  de las reglas y  el trato igualitario que preconizan movimientos como el MeToo. 

Hasta que lo que  aparece como artificial e impuesto se naturalice, seguirán los intentos de encorsetar la riqueza desbordante de las relaciones humanas.