Flexibilizan cada vez más la actividad de peluqueros.

Maravillas de este siglo

Raíces

05/05/2020 | 08:07 |   

María Rosa Beltramo

“Nos estamos quedando sin rubias”, aseguró sonriendo detrás del barbijo uno de los peluqueros que encontró el modo perfecto de describir la antigüedad de la pandemia y la necesidad perentoria de reanudar un servicio que, por una afortunada coincidencia, han reivindicado sociólogos, economistas y médicos que se inclinan por el fin del aislamiento o su flexibilización progresiva.

Al principio de esta historia que parece eterna, pero tiene apenas un par de meses, la preocupación sobrevolaba el estado de las pymes y la situación de los protagonistas de la economía informal. Cuando había que lamentarse de casos emblemáticos, era más o menos habitual nombrar a los jardineros, impedidos de la changa que garantizaba el sustento familiar. Vaya a saber por qué un día todos los expertos descubrieron que el de los peluqueros es el oficio perfecto para graficar la demanda de cambio que demoran los infectólogos y apuran los economistas.

Y con el oscurecimiento de las raíces y la transformación de las cabezas por culpa del pelo que crece sin concierto, comenzó a aumentar el reclamo y la pantalla se pobló de modestos peluqueros de pueblos, celebrados estilistas de barrio y, en el prime time, los que sólo se ocupan de los famosos y que hasta principios de marzo no aflojaban un turno con 72 horas de antelación ni por todo el oro del mundo.

Fabio Cuggini, uno de los que revistan en esta última categoría, se lamentó del desastre económico, propuso que el gobierno en vez de repartir dinero entre grupos vulnerables garantice créditos para el sector productivo y, tal vez por la necesidad de ser bien descriptivo y contundente, dejó la tijera, tomó la calculadora y afirmó que “hasta hace poco aportábamos el 1 por ciento del PBI”.

Sonó a exageración pero no mentía. Citaba de memoria el Beauty Report realizado por L'Oréal en 2016, según el cual “en Argentina existen 42 mil salones que suman 120 mil puestos de trabajo, reciben un tráfico de 250 millones de visitas por año, y cuya facturación -12 mil millones- equivale al 1 por ciento del PBI nacional”.

Indignado, calificó de “miserable” a toda la dirigencia política , desde 1983 a la fecha, y advirtió que unas 800 personas dependían directa o indirectamente del éxito de su empresa, además de defender su derecho a ganar plata.

Sin una pizca del prestigio que le da a Cuggini espaldas para no dejar títere con cabeza, sus colegas más humildes también claman por la reapertura de sus locales. Con una sonrisa cómplice el que eligió el modo tan diplomático de avisar que mucha gente necesita una buena tintura o lagrimeando, como esa señora que se arriesgó a ignorar la cuarentena y en mitad de su labor le cayó un patrullero para advertirle que esa y otras cabezas debían seguir esperando un tiempo más.

Amparados en su propia necesidad y respaldados por una clientela que celebraría encantada el regreso a la rutina del cuidado capilar, los peluqueros prometen protocolos infalibles, atención individual y la esterilización de todas sus herramientas a cambio de que los dejen volver. Y a medida que transcurren los días y se oscurecen las raíces, crece el apoyo popular a esa iniciativa.

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