No todo es culpa de las redes

Maravillas de este siglo

No todo es culpa de las redes

10/04/2019 | 07:14

María Rosa Beltramo

Fueron los medios de comunicación convencionales los que se apoderaron de un video que circulaba por las redes sociales y entretuvieron a grandes audiencias con el ahora famoso incidente entre el conductor de un taxi y un automovilista.

Casi nadie se privó de emparentar la pelea callejera con Relatos Salvajes, la película de Damián Szifron en la que dos conductores, Diego (Leonardo Sbaraglia) y Mario (Walter Donado) empiezan una discusión absurda en una ruta de Jujuy y terminan trágicamente incinerados, entre los hierros humeantes de sus autos, en el puente sobre el río Las Conchas, de Salta.

En el cine el enfrentamiento se libra en medio de un solitario paisaje de montaña, sin testigos. Incluso la primera persona que llega al lugar y descubre los cuerpos entrelazados, sospecha inmediatamente de un hecho pasional.

La pelea real entre el taxista Claudio Daniel Rímolo y Fabio Rojas tuvo, en cambio, decenas de curiosos.

El primer round se libró en Triunvirato y La Pampa y aunque no hay registro fílmico, los testigos dicen que Rímolo encerró el Corsa de Rojas con una maniobra desafortunada y recibió una andanada de insultos.

Dos cuadras más adelante, en La Pampa y Combatientes de Malvinas, el taxista toma la delantera, estaciona, se baja y da inicio al capítulo de mayor violencia.

Un comerciante emplea el celular para grabar un enfrentamiento que no presagia nada bueno.

Una mujer se acerca al improvisado camarógrafo y le pregunta si llamó a alguien. “No... yo estoy filmando”; responde , con lo que deja claro que prioriza registrar la imagen antes que convocar a los que hipotéticamente deberían controlar a los contendientes y evitar que la discusión pase a mayores.

Las peleas callejeras siempre han ejercido una verdadera fascinación sobre los ocasionales testigos pero nunca como ahora casi todos han tenido a mano un celular que permite grabar imágenes, sonidos y difundirlos casi simultáneamente, además de opinar sobre lo ocurrido.

El incidente, uno más de los que tienen diariamente por escenario las grandes ciudades, viajó durante 24 horas por las redes y fue comentado con preocupación, ironía y humor, como sucede con cualquiera de los millones de posteos cotidianos.

La viralización, sin embargo, no alcanzó para que se convirtiera en tema de conversación masiva.

Fue necesario que el video llegara a los medios para que la contundencia de las imágenes lo instalara como leading case y detonara el previsible desfile de especialistas, opinólogos, panelistas improvisados o profesionales , expertos en tránsito y psicólogos.

La historia de Rímolo y Rojas desplazó de la pantalla chica a los habituales padecimientos económicos, los sinsabores deportivos y los avatares de la campaña electoral.

Los canales apostaron al poder hipnóptico de la violencia callejera y pasaron la pelea al derecho y al revés y en cámara lenta.

Tomó al menos media jornada identificar a los contendientes y a partir de la individualización, la dueña del taxi se dio por enterada de que el chofer que había contratado tiene antecedentes de asalto, robo y hurto.

Las dos condenas efectivas que le impusieron, no obstante, ya fueron cumplidas y en teoría una vez que le devuelvan la licencia que por este último problemita le suspendieron, estará nuevamente e condiciones de transitar los cien barrios porteños.

El taxista le dio a los medios bastante más de lo que se esperaba de él: un ingreso teatral a tribunales, incluso empujando cronistas. El incidente fue exprimido hasta el límite del hartazgo.

Muchos culpan a las redes pero los que mantuvieron el tema en todas las portadas fueron los medios masivos de comunicación.

Facebook, Instagram, Twitter sólo dieron el puntapié inicial.