Los ofendidos

La decisión de las autoridades del Teatro Colón de celebrar el retorno a la temporada lírica con una versión novedosa del oratorio “Theodora” de Handel movilizó a la Conferencia Episcopal Argentina que trató al texto de blasfemo y sostuvo que no se pueden aceptar algunas palabras referidas a la virgen María, al tiempo que la denominada Corporación de Abogados Católicos exigió la renuncia del ministro de Cultura porteño, Enrique Avogadro.

La versión cuestionada por esos sectores incorpora conceptos de la teóloga disidente Marcella Althaus Reid, incluye consignas feministas y una visión próxima al movimiento queer que, básicamente, considera que los géneros y las identidades sexuales son el resultado de una construcción social y no dependen en realidad de la naturaleza biológica.

La reacción inicial de los grupos católicos se manifestó en silbidos y abucheos dirigidos a la actriz Mercedes Morán pero poco después derivó en el cuestionamiento integral de la puesta, su director Alejandro Tantanian y el periodista Franco Torchia, responsable de los textos basados en escritos de Althaus Reid, la teóloga argentina que ejerció como catedrática en Escocia y murió en 2009.

Mientras el Episcopado lamentó el presunto ataque a la virgen en el Colón “ícono de la cultura de Buenos Aires y de nuestra patria”, los integrantes de la Corporación de Abogados Católicos denunciaron por mal desempeño al ministro de Cultura porteño y reclamaron su remoción.

También en una carta dirigida al jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, los letrados pidieron la inmediata finalización de la muestra “Amar, luchar, vivir” que se realiza en el Centro Cultural Recoleta y de las funciones de “Theodora”, en la versión libre que se lleva a cabo en el Colón.Consideran que la lesión se configura “a través de lo que objetivamente los creyentes entienden son ofensas a la Santísima Virgen María”.

No hace mucho se resolvió judicialmente el proceso abierto en contra de León Ferrari por la retrospectiva que realizó en 2004 en el Centro Cultural Recoleta donde montó escenas eróticas y violentas sobre algunos íconos de la religión católica, entre otras muchas, un cristo crucificado sobre un avión de combate.

Hubo ataques a la obra de Ferrari, destrozos, se inició una causa contra el artista y el entonces cardenal Jorge Bergoglio también consideró que esa muestra era blasfema. El plástico fue juzgado por incitación al odio religioso y al cabo de un largo proceso resultó absuelto y se hizo acreedor a una importante indemnización que donó en su totalidad a la Comunidad Homosexual Argentina.

Es por lo menos llamativo la rapidez con la que los sectores católicos reaccionan contra expresiones artísticas y lo renuente que son a manifestarse sobre concretos ataques a la fe perpetrados dentro de sus propias instituciones. Por mencionar sólo episodios recientes, ni la Conferencia Episcopal ni la CCA consideraron oportuno condenar los abusos cometidos por la iglesia francesa contra 330 mil niños entre 1950 y 2020. Esos delitos hasta merecieron un pedido de disculpas del papa Francisco.

Poco acostumbrados al debate, las soluciones que proponen contemplan, de manera excluyente, la censura, la interrupción de la obra y el reemplazo del funcionario que la autorizó. Objetan la puesta de una obra que consideran ofensiva en un teatro sostenido por recursos públicos. El argumento es tan discutible como el que señala que todos los contribuyentes, incluidos los agnósticos, ateos y de cualquier otra religión,mantienen, parcialmente, con sus impuestos a la iglesia católica.