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Maravillas de este siglo

Los culpables son los padres

22/08/2022 | 10:17 |  

Redacción Cadena 3

María Rosa Beltramo

Cuando Suki crezca, tal vez enfrente a sus padres para reprocharles que la hayan privado de reunirse con su maestra y sus compañeritos del jardín. Ahora tiene 4 años y, a tono con el conflicto que la ha alejado de su escuela, dice que no sabe si tiene ganas de volver.

Dos semanas atrás, Víctor Scollo y su mujer, Lourdes concurrieron con la niña a la Escuela Infantil Nº 6 del barrio porteño de Monserrat donde se les informó que su hija no podía ingresar a clases con el reloj inteligente que lucía en su muñeca izquierda.

El argumento de los padres es que necesitan estar comunicados full time con la nena porque una vez cuando llegaron a buscarla presentaba un cuadro febril por el que se había negado a ingerir alimentos.

Aunque las autoridades aseguran que esa vez llamaron sin éxito a los teléfonos de ambos progenitores, el matrimonio se mantiene en sus trece y, en consecuencia, Suki ya no concurre al jardín.

A esta altura del enfrentamiento entre los padres y el colegio y con una presentación formal ante el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, los Scollo se niegan a aceptar las explicaciones de las autoridades educativas que sindican al smartwach como un factor de distracción.

Y poco les importa que su hija esté alejada de sus compañeros. Lo único que cuenta para ellos es que los directivos del jardín autoricen a Suki a entrar con el dispositivo que la acompaña. El reloj cuenta con una línea telefónica activa, posee un número, geolocalizador, mide la temperatura y funciona como un celular.

El fabricante que lo promociona afirma que "aporta tanto a los padres como a los hijos la seguridad y tranquilidad que necesitan, pues sabrán dónde se encuentran sus hijos en todo momento, y estos podrán comunicarse con ellos ante cualquier necesidad. Además, el reloj dispone de un botón de S.O.S. para cualquier tipo de percance, que pulsado durante un par de segundos comunicará automáticamente con sus padres para avisarles de inmediato”.

De paso, aunque la pareja problemática no reivindica otros usos, los kidswatch o relojes inteligentes para chicos "fomentan la actividad deportiva de los niños de una manera lúdica, permitiendo monitorizar la actividad diaria (pasos, distancias recorridas) y otorgando ciertas recompensas en función de los logros conseguidos".

Igual que con los celulares, los smartwatchs tienen algunas características comunes pero distinto tipo de prestaciones relacionadas con la marca y el precio. El que muestran las fotos de Suki cuesta alrededor de 100 mil pesos.

Lo importante es que las maestras lo consideran un elemento extraño e innecesario que altera radicalmente la relación entre los chicos y de ellos con los docentes. Advierten también que la función de monitoreo que justificaría el empleo del reloj, es una obligación que cumplen ellos de buen grado.

Pero ningún argumento conforma a la familia. Están dispuestos a concurrir a tribunales las veces que sea necesario para salirse con la suya. La nena no va al jardín y es una testigo forzosa de la disputa que iniciaron sus padres.

”Que nuestra hija no pueda entrar al jardín, es una tortura” exageran pero el dispositivo que mantiene a la nena fuera del colegio sigue firme en su muñeca.

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