Justicieros de tres tenedores, Por María Rosa Beltramo.

Maravillas de este siglo

Justicieros de tres tenedores

06/09/2021 | 09:02 | Por María Rosa Beltramo.

María Rosa Beltramo

No está claro cuándo se puso de moda, pero desde hace tiempo una parte significativa de la sociedad parece tolerar, casi siempre, y aplaudir con llamativa frecuencia, la conducta de los enojados. Son aquellos que se erigen en custodios de la moral y la ética y entre las cuatro paredes de un restaurante, enarbolan cuchillo y tenedor y calificativos como “chorro”, "corrupto” o “asesino” o los tres juntos y logran que algunos lo aplaudan y el destinatario de los insultos abandone el local.

Siempre hubo personas particularmente sensibles a ofensas reales o presuntas; lo distinto en esta etapa parece ser la respetabilidad que han alcanzado con sus cruzadas moralizadoras gastronómicas. Desde notas en el prime time de la tele, a pulgares para arriba y algún que otro “bravo”, lo que en otra época hubiera recibido una clara sanción social ahora se valida como un acto justiciero.

Los bravucones que alzan la voz en un comedor lleno de gente, en medio de una cola para ingresar a un local o en el hall del aeropuerto, reciben a diario la justificación de figuras respetadas de los medios de comunicación que invariablemente y tras una leve reconvención, concluyen que la ausencia de justicia, la demora en administrarla o lisa y llanamente, la expresión de pensamientos inadecuados, autorizan a los enojados a exteriorizar sus sentimientos.

A nadie le parece peligroso ese comportamiento; mucho menos si el blanco de la ira justiciera es percibido como alguien que forma parte de una estructura de poder. Eso incluye a funcionarios, ex funcionarios y políticos oficialistas pero también a cualquiera más o menos conocido que haya manifestado públicamente una ideología visualizada como peligrosa, errónea o inconveniente.

Sin saber si son creyentes y, en tal caso, qué religión han abrazado, parece que se auto convencieron de que lo que hacen está bien porque el blanco de su ira es culpable, a veces de delitos para los que hay condena en el código penal y otras de pensar mal o adherir a partidos o ideologías a los que responsabilizan de su malestar.

A los justicieros de ocasión no se les pide lo que tradicionalmente se les exigía a los eran objeto de admiración: valentía y coraje para enfrentar a los poderosos. Estos apelan fundamentalmente a la vergüenza y son expertos en generar escándalos , sin sufrir las consecuencias.

La justificación pública que encuentran para su proceder los ha convencido de que están imbuidos de la ira de los justos y es muy difícil que se planteen que los suyo es casi siempre impúdico y patoteril. Para leer una condena a esta clase de escrache fue preciso que lo sufriera la jefa del principal partido de oposición en el sur del país. Cualquier agresión a personas emparentadas con el oficialismo encuentra fácil, rápida y casi unánime convalidación.

Los justicieros de restaurante son una expresión deformada de la cultura de la cancelación que se inicia cargada de buenas intenciones para tratar de acabar con inequidades históricas y termina arrasando con todo lo que no logran encasillar dentro de lo que en esa partecita de la historia, se aparta de lo supuestamente correcto.

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