Cualquier similitud con la realidad...

Maravillas de este siglo

Cualquier similitud con la realidad...

25/02/2019 | 09:01 |

Aunque más de una vez se afirma que el mundo está enfermo de realidad, no hay nada como la ficción para agitar las aguas de la polémica. 

María Rosa Beltramo

Intelectuales de izquierda de todo el mundo han coincidido en la necesidad de suscribir una declaración conjunta para denunciar las falsificaciones de Trotsky, la serie rusa a la que Netflix le dio presencia universal.

Convocados por Esteban Volkov, el nieto de Trotsky, pensadores de la talla del filósofo esloveno Slavoj Žižek, decidieron enumerar  “las mentiras más sobresalientes expuestas en la serie”, a lo largo de diez puntos en los que desmontan la producción de Alexander Kott y Konstantín Ernst con el ánimo de demostrar que, por cuestiones ideológicas, un héroe revolucionario ha sido reducido a la condición de villano.

El documento incluye, entre otros, las firmas de los dirigentes argentinos Nicolás del Caño, Myriam Bregman y Néstor Pitrola del Frente de Izquierda y de Horacio González, integrante de Carta Abierta, quienes junto a Fredric Jameson, Robert Brenner, Nancy Fraser y Mike Davis intentaron resumir datos biográficos e históricos que consideran certeros en contraste con la personalidad “egocéntrica, mesiánica, autoritaria, inhumana, criminal y competitiva” que-señalan ellos- le atribuye la serie.

No les importa a esos críticos que Trotsky sea una ficción, construída en torno de un personaje real; temen que los televidentes se forjen una imagen del protagonista condicionada por los elementos que incluyó el guionista.

Y la producción tiene detalles que jamás sucedieron de esa manera, pero han sido pensados para mantener al espectador pendiente de lo que pasa en la pantalla.

El sesgo ideológico de la ficción es algo que preocupa a los analistas desde siempre y con particular virulencia a la izquierda, que en los 70 entretenía a la audiencia con las famosas” Instrucciones para leer al Pato Donald” .Y si por entonces ignoraba a la televisión, rebajada al estatus de “caja boba”, ahora consiente en meterse con Netflix, una plataforma peligrosa porque ofrece un escenario global.

Antes del estreno de Trotsky, llegó desde Brasil El Mecanismo, presentada por sus creadores como “obra de ficción inspirada libremente en eventos reales”.

El tema es el Lava Jato y la serie descarga toda su artillería sobre Lula -Joao Higino en la ficción- y Dilma Rousseff, aquí llamada Janete Ruscov.

Precisamente la ex presidenta cargó sobre Netflix, compañía a la que acusó de distorsionar la realidad.

Y si esas medias ficciones generan indignación, se lleva las palmas lo que no pasó de amague pero convirtió a la consigna #ChauNetflix en tendencia.

El abandono de la plataforma de streaming fue una sugerencia que lanzaron militantes kirchneristas luego que Jorge Lanata anunciara el lanzamiento de “Codicia”, otra vuelta de tuerca sobre la supuesta corrupción K , 70% ficción y 30% documental.

“Hey. Para evitar malos entendidos, Netflix no estuvo ni está involucrado de ninguna forma en Codicia del Sr. Lanata. No crean todo lo que leen. En lugar de #ChauNetflix, #HolaFalsoRumor” contestó Netflix para poner las cosas en su lugar y frenar una (improbable) corrida de clientes K.

La polémica sobre la ideología que subyace detrás de un producto de ficción siempre ha sido un tema apasionante y las expectativas de quienes lo analizan rara vez se han visto satisfechas con una sola respuesta.

Ni la producción televisiva o cinematográfica tiene como único propósito entretener al espectador, ni lo considera el blanco privilegiado de sus eventuales intentos propagandísticos

El impacto de una producción artística depende no sólo de las intenciones de su autor; también pesan las circunstancias y el entorno.

Cuando el premio Nobel de Literatura John Steinbeck escribió “Las uvas de la ira”, en Estados Unidos lo incluyeron en la lista negra de los comunistas por la denuncia que incluía la novela sobre las condiciones de los pobres, expulsados de sus tierras.

En la Unión Soviética, mientras tanto, objetaban su obra al considerar que, de manera sutil, publicitaba el capitalismo porque a pesar de las dificultades, Tom Joad y su familia viajaban de Oklahoma a California en su propio vehículo.