"Génesis de un héroe", ensayo ganador del certamen de los padres de San Martín.
"Génesis de un héroe", ensayo ganador del certamen de los padres de San Martín.

Una iniciativa que educa

"Génesis de un héroe", ensayo ganador del certamen de los padres de San Martín

30/11/2022 | 11:20 | Fueron reconocidos los autores del trabajo: Tobías Barrios, Alejo Ortiz, Lara Bastián e Iván González, alumnos de sexto años del Colegio Nacional General San Martín de Corrientes.

Redacción Cadena 3

Génesis de un héroe: Los padres del libertador

Escrito por Geko M.

Cuando hablamos del General San Martín tenemos en cuenta sus momentos en batalla, cómo se dieron, contra quiénes, por qué y con qué fin. Todo ello conforma la imagen de un prócer, un héroe. Aunque si hablamos sobre todo aquello que sabemos del Libertador, también debemos tener presente todos los sucesos, en este caso, centrando el enfoque en sus padres, Juan de San Martín y Gregoria Matorras. Pero, ¿Qué influencia tuvieron en él para que posteriormente se transformara en el padre de la patria? ¿Qué fue de su crianza para destacarse del resto e inmortalizarse en la historia? ¿Cómo influyeron para qué quisiera dedicar su vida a su carrera militar? ¿Importó la clase social o económica a la que pertenecían? ¿Qué nos revela la historia de este gran personaje histórico? Por ello, buscamos ampliar y recorrer la vida de sus padres para descubrir y reflexionar sobre la manera en la que se construye un héroe y cuánto de la enseñanza de sus padres influyó en un hombre, un simple mortal que nació como todos nosotros, pero que forjó el futuro de una Patria libre.

Del General José Francisco de San Martín sabemos todo lo que se puede saber. Nacido en Yapeyú, el 25 de febrero de 1778 vivió sus primeros años de vida en el entonces Virreinato del Río de la Plata. Pero ¿quiénes fueron sus padres y cómo llegan a la decisión de vivir en nuestro territorio y regalarnos el nacimiento de nuestro futuro libertador?

Su padre, Don Juan de San Martín y Gomez, nació en el pueblo de Cervatos de la Cueza un 3 de febrero de 1728, hijo de Andrés de San Martín e Isidora Gómez, en el antiguo reino de León. "Cervatos es, probablemente, la cuna del apellido San Martín. Parece ser originario del nombre de un santo hidalgo caballero andante, San Martín de Tours."(Torre Revello).

Su madre, doña Gregoria Matorras del Ser, nació el 12 de marzo de 1738, en el pueblo de la Región de Palencia, Reino de León, llamado Paredes de Nava y fue la sexta y última hija del primer matrimonio de Domingo Matorras con María del Ser ¿Quién hubiese pensado que en tan lejanas tierras se encontraran los orígenes de nuestro Libertador? Resulta significativo pensar que los padres del General hayan venido desde el antiguo reino de León a los confines del nuevo mundo bajo el dominio español y nos legaran, en su descendencia, la “Libertad de medio continente”.

- "Una madre vale más que cien maestros"

Sin duda alguna, no podemos negar que la figura materna impacta en la construcción de nuestra personalidad, definen o cuando menos, colaboran en quiénes nos convertimos de adultos y esta no es la excepción porque Gregoria Matorras fue una gran influencia para San Martín desde muy temprana edad e indudablemente, influyó en sus futuras decisiones.

Huérfana de madre a los 6 años, soltera aún a los treinta, viajó al Río de la Plata y llegó a Buenos Aires en 1767 con su primo, Jerómino Matorras, Gobernador y Capitán General del Tucumán. Pero su estado civil no duraría mucho tiempo porque ese mismo año conoció a Juan de San Martín. En poco tiempo, se conocieron, se amaron y se prometieron. Pero, como el deber de las armas llevó al novio a un destino en las Misiones Jesuíticas del norte, la novia se casó con un representante de su marido, el capitán de dragones D. Juan Francisco de Somalo, el 1 de octubre de 1770, con las bendiciones del obispo de Buenos Aires, don Manuel de la Torre, también oriundo de otro pueblo palentino, Autillo de Campos (José A. Torre Revello).

Muchos biógrafos afirman que de doña Gregoria Matorras, el emancipador hereda “las razones más profundas y el desinterés.” Ya casados, van a Uruguay (en aquél entonces Calera de las Vacas) donde nacieron sus hijos María Elena, Manuel Tadeo, Juan Fermín Rafael y Justo Rufino. Pero la fortuna quiso que el gran general naciera en el actual territorio correntino y sentenció que su marido fuese destinado a Yapeyú, donde nació José Francisco de San Martín y Matorras. Al respecto, Ricardo Rojas, en su obra “El Santo de la Espada” escribió:

“...cuéntase que algunas madres griegas en su gravidez, solían entregarse a la contemplación de las más bellas estatuas, para que la armonía de los íconos sagrados influyera en la matriz fecunda, comunicando su perfección ideal a las criaturas de la carne.” (R. Rojas, 1970).

La certeza de Rojas al realizar una comparación entre las madres griegas y la madre de José de San Martin revela su alma inocente y nos trae la imagen visual, como si pudiéramos contemplarla mientras gestando la libertad en su vientre, mientras que observa los íconos cristianos labrados por los indios, orando en la Iglesia de Yapeyú por el nuevo hijo que debía nacer, un hijo que sería nada más ni nada menos que el Héroe de todo un continente. Tal vez sea el misticismo sumado a la estirpe militar quién animó al prócer en las entrañas de su madre a no olvidar su tierra, porque ni veinticinco años de vida en España pudieron borrar su amor por sus raíces, por sus orígenes, por su Patria y llevó un corazón que dió sus primeros latidos en América del Sur, cerca de los ríos y la selva tropical.

Mientras don Juan de San Martín se entregaba a la atención del cargo que se le había confiado, Gregoria Matorras vivía en Yapeyú dedicada a la crianza de sus cinco hijos. En 1783, tras una breve estadía en Buenos Aires, la familia entera viajó a España. Allí procuró que sus hijos varones recibieran una ilustrada educación militar. El 4 de diciembre de 1796, enviudó. Desde entonces, vivió con una modesta pensión, acompañada por su hija María Elena y su nieta Petronila y el 1 de junio de 1813 falleció en Orense. El mismo año en que su hijo José ganó en San Lorenzo, la primera de sus batallas por la emancipación americana. Y tal vez de ella, el general haya heredado su admiración por las Artes y su amor por la Literatura.

- “Serás lo que debas ser, o no serás nada”

Siguiendo la exposición de Juan Torre Rivello, descubrimos que el hogar de Juan de San Martin era “una morada de humildes labradores donde fortaleció su noble espíritu cristiano”. El padre del general, Don Juan de San Martín y Gomez, nació en el pueblo de Cervatos de la Cueza un 3 de febrero de 1728, hijo de Andrés de San Martín e Isidora Gómez, en el antiguo reino de León.

Con solo 18 años ingresó con orgullo al ejército de su patria para seguir las banderas que se trasladaban de uno a otro confín del mundo. Resulta increíble que de tan lejanas tierras fuera el padre del Libertador de América. Tal vez, ese orgullo que el palentino portaba por servir a su patria, se haya filtrado en las venas del General y le haya heredado junto a su apellido, la bravura, la nobleza de espíritu y el amor por sus tierras.

Se incorporó al Regimiento de Lisboa como soldado e inicia su aprendizaje militar en África, los mismos pasos que siguió su hijo menor años después ¿Será que el general ya tenía su destino trazado aun, antes de nacer? Tal vez los pasos del padre, que se replicaba años después en el hijo, ya auguraba el nacimiento de un héroe. Paso a paso, Juan de San Martín alcanzó las junetas de sargento, luego fue sargento primero. Cuando fue destinado al Río de La Plata ya era un soldado “fogueado y diestro en los campos de batalla”. Allí, en reconocimiento a su “meritoria foja de servicio” es ascendido al grado de oficial del ejército real con los galones de teniente, el 20 de noviembre de 1764. Cuando se necesitó organizar las fuerzas defensivas fue hecho teniente, salteando el grado intermedio, y enviado a Buenos Aires con destino al batallón de Voluntarios Españoles, cuerpo en el cual se distinguió como instructor. Se convirtió en uno de los hombres más importantes de la Banda Oriental.

La carrera militar de Juan de San Martín fue el resultado del arduo compromiso que asumió con su patria: abnegación, disciplina y trabajo. No cabe la menor duda de que poseía las virtudes heroicas que le heredaría a su hijo menor, quién con el mismo vigor, se ofreció en cuerpo y alma a su patria, esa nueva patria, que en los confines de una nación suplicaba por un libertador.

El gobernador Pedro de Cevallos le confió el adiestramiento e instrucción del Batallón de Milicias de voluntarios españoles hasta 1765, cuando es enviado al bloqueo de la Colonia del Sacramento y del Real de San Carlos. En julio de 1766, se le otorgó la comandancia del Partido de las Vacas y Víboras, en el actual Uruguay donde prestó sus servicios en la persecución del contrabando. En ese destino, en 1767, los jesuitas son destituidos de su labor y se les confiscó sus bienes. Entre ellos, una estancia de cuarenta y dos leguas llamadas “Calera de las Vacas” que fue conocida, posteriormente, con el nombre de “Las huérfanas”, estancia que le fue encargada a Juan de San Martín para su administración y en la que su esposa dió a luz a su hijo menor, José Francisco San Martín.

Cuatro años antes del nacimiento del general, el gobernador de Buenos Aires Juan José de Vertiz y Salcedo, lo nombró gobernador de Yapeyú, el 13 de diciembre de 1774. Yapeyú fué uno de los pueblos más ricos de las misiones jesuíticas. Sin embargo, en el momento en el que toma su cargo de gobernador, los habitantes viven bajo amenaza de guerra por lo que Juan de San Martín organizó un cuerpo de naturales guaraníes de 550 hombres bajo el grado de Capitán del Ejército Real, a los 51 años de edad.

No podemos evitar inferir que nuestro general dio sus primeros pasos en la inestable tranquilidad de nuestras tierras correntinas amenazadas “por los portugueses y las acometidas de los valerosos y aguerridos charrúas y minuanes”. Convivió sus primeros años entre guaraníes y conflictos por proteger las tierras que lo vieron nacer. Dada las circunstancias, como era de esperarse, Gregoria Matorra se llevó consigo a sus cinco hijos a Buenos Aires y posteriormente, se fueron a Cádiz donde toda su descendencia se dedicaría a la carrera militar pero solo el menor, el que llevó en su memoria la patria criolla y quizá inconscientemente, la lucha y el amor a la Libertad.

El apellido paterno se ganó el honor del eterno recuerdo y quedó inmortalizado por siempre en las lejanas tierras del Sur. De ahí a que San Martín, aún en el siglo XXI, es sinónimo de grandeza, de virtudes, de arrojo, de humildad y resiliencia, de valentía y heroísmo. Es inmortal en aquellos que aman la Libertad y mantienen vivo el fuego de la gloria alcanzada.

Resulta gratificante que el legado de Don Juan de San Martín y Gregoria Matorras se hayan aunado en un solo ser, que las cualidades y las virtudes de sus padres hayan forjado una sola persona que constituyó la pieza central del futuro de nuestra Nación. Como estudiantes del Colegio Nacional “General San Martín” invocamos con orgullo su nombre porque somos y asumimos como nuestro, el legado que nos dejó, que con honor fue inmortalizado en dos palabras.

- A BORDO DE LA SANTA BALBINA.

Siguiendo la exposición de Jorge Guillen Salvetti, sabemos que en noviembre de 1783 fue designada para trasladar a España, llevando de transporte a diverso personal del Ejército con sus familiares. Los viajeros fueron fletados a partir del 5 de noviembre hasta el 6 de diciembre. La familia más numerosa de las embarcaciones fue la del ayudante D. Juan de San Martín, que se presentó acompañado de su mujer, Doña Gregoria Matorras, y de sus hijos María Elena, de doce años, Manuel Tadeo, de once, Fermín de diez, Justo Rufino de ocho, y José Francisco, el futuro emancipador de Argentina, de seis años. Sin embargo, el escribiente naval anotó la edad de los niños y consignó a José un año más del que le correspondía, suponiendo que su fecha real de nacimiento fuera la comúnmente admitida del 25 de febrero de 1778. No creemos que se equivocara, pues, en caso contrario, no hubiera podido ingresar el 21 de julio de 1789 como cadete del Regimiento de Murcia, ya que el artículo 2do., tratado 2, título XVIII de las "Ordenanzas" del Ejército, instituida por Carlos III en 1768, determinaba que el que se recibiere por cadete no había de ser menor de doce años, prescripción que se cumplía rigurosamente.

El joven San Martín, que recorrería con curiosidad todos los compartimentos del buque y realizaría mil travesuras, conservó siempre un recuerdo entrañable de la navegación y cierta inclinación a la Marina, que le movería catorce años más tarde a embarcar voluntariamente en Cartagena, en la fragata "Santa Dorotea”.

A los ciento ocho días de navegación, la fragata entraba en la bahía de Cádiz, donde anclaba el 23 de marzo de 1784. Ante los ojos infantiles y asombrados de José Francisco se mostró el paisaje de las poderosas murallas de la ciudad y la blancura de sus numerosas torres y casas. El muchacho no pudo sospechar entonces el glorioso porvenir que le aguardaba. Al día siguiente, desembarcó con su familia, pero eso es otra historia.

Aunque el recorrido sobre la familia de nuestro renombrado prócer sea superficial, nos resulta suficiente para comprender las cualidades que reconocemos en él. Sus padres, sus abuelos, el génesis de un árbol genealógico que se perpetúa en la historia da cuenta de la construcción de la personalidad del General San Martín. Los padres son el pilar de formación de sus hijos, indudablemente mucho de ellos se reflejó en la figura de nuestro héroe. Los interrogantes nos guiaron, ¿Cómo fue realmente su árbol genealógico? ¿Habrá alguna omisión importante dentro del ámbito familiar de Don Juan de San Martín que lo haya orientado a ejercer la carrera militar? Y allí descubrimos los valores hogareños, de profunda moral cristiana, practicada y cultivada con unción. En don Juan y doña Gregoria, católicos y devotos que profesaban la Tercera Orden de Santo Domingo, y aspiraban a entrar en la vida eterna amortajados con el blanco hábito, en la escuela de primeras letras del Convento, donde debieron de asistir los hijos, y entre ellos José Francisco, donde encontramos la fuente ética, la formación del alma inmortal de nuestro General.

¿No son, acaso, los padres la clave en la familia y en el desarrollo de los niños? ¿Una figura de apoyo? ¿De seguridad?

¿No son, acaso, los padres quienes permiten la autonomía e independencia en los hijos? Después de todo, la primera educación viene de la casa…

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