Los conflictos empiezan con las agresiones verbales

En una época donde se habla de ratas, mandriles y burros eunucos, recuerdo a Pablo Neruda y su amor por las palabras. La historia reciente nos deja volúmenes enteros de groserías en el debate público.

Hace algunos años, Hebe de Bonafini llamaba a turros y coimeros, y me da vergüenza seguir describiendo su lenguaje. A quienes se oponían, los atacaba sin miramientos, desde líderes religiosos hasta políticos y miembros de la Corte Suprema, todo en su ancianidad.

La obsesión del Presidente de la Nación por el pene y el ano es evidente. Estos son solo algunos ejemplos de una violencia discursiva que se ha profundizado en estos días, olvidando el fin de la política, que debería ser mejorar la vida de la gente.

Ya no hablamos de la felicidad como objetivo de los políticos. Simplemente pedimos que mejoren la vida de la gente. A veces, sectores de la sociedad avalan estas formas de expresión bajo la supuesta autenticidad de los políticos, permitiendo que la descalificación mutua sea la norma.

Es difícil comprender las barbaridades del señor Espert. En un país que dio al mundo amantes de la literatura como Borges y Cortázar, es un delirio que las palabras sean manipuladas y el lenguaje corrompido. Todos estos problemas se solucionan con ideas, que surgen del pensamiento y del diálogo interno.

Pablo Neruda, que hubiera cumplido 121 años el sábado, escribió sobre el idioma y la conquista española. Decía: “Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos”. Las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes son nuestra herencia.

Palabras como paz, justicia, educación, solidaridad y respeto son las que sugerimos a nuestros dirigentes, que son empleados públicos. ¿Lo tienen claro? Que el cargo se termina y que ocupan temporalmente el lugar. La gente los votó para que resuelvan problemas y mejoren la vida.

Esperemos que algún día nos escuchen y se pongan a resolver en serio los problemas, dejando de lado los insultos. Nada más simple en la Argentina y nada más complejo.