Sociedad

La seriedad y la sonrisa del Papa

16/03/2016 | 12:33

Como un “médico clínico” que sabe que su paciente Argentina está grave, el Papa en su reciente encuentro con el presidente Mauricio Macri expresó concretamente y con rostro serio su preocupación por temas graves, que se deben enfrentar: buscar la unión de los argentinos, deponer posiciones extremas para encontrar coincidencias y trabajar en conjunto, recuperar la cultura del trabajo, luchar contra el narcotráfico y la corrupción, elevar el nivel de la educación incluyendo arte y deporte.

El Papa se vuelve más serio cuánto más alta es la responsabilidad de su interlocutor, cuanto más cercanos son sus colaboradores ¿acaso no lo hemos visto serio cuando le habla a los cardenales (“quien no reza le reza al diablo”, le dijo a los cardenales que lo habían elegido el día anterior, citando una frase de León Bloy), a los obispos, sacerdotes, religiosos y jefes de estado, en las Naciones Unidas? Y Macri, que al llegar a Roma ante una pregunta mía expresó su “alegría y entusiasmo por venir a conversar sobre la visión del mundo y de la Argentina que tiene Francisco”, no se espantó por la seriedad del Papa, porque sabe que como un “médico cirujano” le compete operar al paciente Argentina, extirpar los tumores del cuerpo social del país, sin dejar de curar las heridas sangrantes por la falta de pan, de cultura y de paz.

Ante este cuadro de situación, los comentarios que basan su posición en la seriedad del Papa ante el presidente Macri como si fuesen un condicionante negativo para la relación, no centran su reflexión en el objeto primario de ese encuentro, dedicado a compartir criterios sobre las responsabilidades diversas de ambos ante un mismo sujeto: la Argentina.

En cuanto a la formalidad del encuentro se debe decir que la misma procuró facilitar que su contenido se ciñese a lo esencial que deseaban tratar el Pastor universal de la Iglesia católica y jefe del estado Vaticano con el presidente de Argentina y, para “viejos conocidos” veintidós minutos fueron suficientes, si nos atenemos a la reseña de temas que abordaron comentados por Macri en la posterior e inmediata conferencia de prensa. Ambos jefes de Estado prefieren la gestión, los hechos, a las palabras y las formas. Los discursos de Macri son de pocos minutos (por ejemplo, al asumir la presidencia abre la Asamblea legislativa con un discurso de sólo 27'') Y los mensajes del Papa son breves, se comprueba en el Ángelus de los domingos y en las Audiencias de los miércoles. Ciertamente, comparada con las muy extensas entrevistas que la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner mantuviera con el Papa Francisco en la Casa Santa Marta -donde reside- los veintidós minutos del encuentro con Macri con el mismo Papa parecen exiguos. Sin embargo, hay que destacar que Macri no necesitó más tiempo, porque prolongarlo hubiera sido una pérdida inútil de tiempo, para él y para Francisco.

Además, no debemos olvidar que un Papa es antes que nada sacerdote y obispo, y como tal puede desarrollar su misión como pastor ante cualquier persona, simple ciudadano o jefe de estado y, en tal sentido, es muy probable que en su encuentro con Cristina Fernández de Kirchner, haya asumido, por razones prudenciales, una actitud más pastoral que la de un jefe de estado.

Por otro lado, si nos remontamos al trato y conocimiento recíprocos del por entonces Arzobispo de Buenos Aires y el Intendente de la misma ciudad, no podemos soslayar que en esa relación se generaron sombras densas por la falta de oposición de parte de Macri a la ley que permite el aborto, y la promulgación del mal-llamado “matrimonio gay”.

Lo primero es definido por la Iglesia como un auténtico homicidio, y lo segundo contrario a la naturaleza y a la doctrina católica. En esas oportunidades también Bergoglio estaba serio, áspero, como el choque de posturas opuestas. Y la disidencia no era planteada sólo en el plano religioso, tenía una valencia humana fundamental, tan humana como la vida del no nacido y el vínculo entre personas del mismo sexo.

El Papa respeta la conciencia de todos, aunque sea objetivamente errónea, en base a la dignidad que todos tienen en cuanto personas, pero no deja de señalar un error objetivo como la consumación de un vínculo entre homosexuales que pretende equipararse al matrimonio, sólo posible entre varón y mujer. Y, volviendo al entonces intendente de Buenos Aires, si confesaba la fe católica, debiera haber actuado de acuerdo a “la conciencia personal bien formada” (reclamada por Francisco también en la acción política) que, en ese momento no salió a relucir.

Lejos de anclar la presente reflexión sobre la seriedad del Papa en tristes hechos del pasado con efectos en el presente, hoy, como dijo Macri “comienza una nueva etapa” y en lo económico, social y cultural se presentan claves de colaboración que al presidente le permitieron afirmar su voluntad de trabajar mancomunadamente con la Iglesia, cada uno desde su propia competencia. Más aún, Macri dijo que “fue muy positivo haber coincidido en la importancia de estar juntos y unidos".

Pero hay más. En el Vaticano, el presidente Macri encontró al Papa sereno y cordial, y sonriente cuando las circunstancias se lo permitieron. Al haber mostrado sólo las fotos del Papa con gesto adusto, se deja de lado otro aspecto de los hechos.

Cuando el Papa refleja la conciencia de la humanidad sufriente, le ha de ser muy difícil sonreír y, cuando lo hace en situaciones difíciles, seguramente pide la misericordia de Dios que genera corrección, perdón y esperanza.

En la conferencia de prensa ya referida un periodista mencionó el rosario regalado por a Milagro Sala. Las críticas levantadas por quienes consideran que ese hecho ha significado una distinción a quien no lo merecía, están tan erradas como quien pensase que el ofrecimiento de un remedio al enfermo fuese un galardón por su buena salud. De hecho el Papa Francisco ha regalado millares de rosarios a los peregrinos en la Plaza San Pedro contenidos en cajitas que simulan a la de los remedios con el nombre de Misericordina plus. Efectivamente, se trata de un “remedio espiritual” bueno para todos, porque a todos los pecados nos enferman el alma.

Necesitamos pedirle al Padre común que nos perdone como nosotros perdonamos, y a la Virgen María que ruegue por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte, como se reza en el rosario. Hebreos, musulmanes y cristianos aprecian la misericordia como atributo fundamental de Dios. Para las tres religiones monoteístas la oración para pedir la misericordia divina es como el oxígeno para los pulmones, por lo que cuanto menos la merezcamos más la debemos implorar.