Sociedad

Francisco y la cultura del encuentro

31/01/2018 | 16:14

Segunda parte. Visita Pastoral del Papa a Perú

Puerto Maldonado.

Encuentro con pueblos de la Amazonia

“Harakbut, Esse-ejas, Matsiguenkas, Yines, Shipibos, Asháninkas, Yaneshas, Kakintes, Nahuas, Yaminahuas, JuniKuin, Madijá, Manchineris, Kukamas, Kandozi, Quichuas, Huitotos, Shawis, Achuar, Boras, Awajún, Wampís…” Francisco nombra uno por uno a los representantes de pueblos originarios de la Amazonia, que colman el Coliseo Regional Madre de Dios. Están allí con sus coloridos trajes de fiestas o sólo con taparrabos, bajan de las graderías danzando y se escuchan cantos solistas como suspiros de la tierra sufriente y solitaria, muestran a sus niños soprendidos y atentos ante el inaudito espectáculo. “Junto a ustedes me brota el canto de san Francisco:

“Alabados seas mi Señor” Sí, alabado seas por la oportunidad que nos regalas de este encuentro”, los saluda el Papa Francisco y agrega: “Este canto se entrecorta cuando escuchamos y vemos las hondas heridas que lleva consigo la Amazonia y sus pueblos”.

La actitud es expectante. Cada palabra rasga el ambiente y expone una realidad dura, desafiante, pero no hay resignación. “La Amazonia es tierra disputada desde varios frentes: por una parte el neo extractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos que dirijen su avidez sobre petroleo, gas, madera, oro, manocultivos industriales”, reseña el Papa dibujando el mapa geográfico de un saqueo sistemático que suele esconderse bajo la pantalla del desarrollo, pero que materializa la amenaza contra sus territorios. O bien “la perversión de ciertas políticas que promueven la “conservación” de la naturaleza sin tener en cuenta al ser humano, y en concreto a ustedes hermanos amazónicos que habitan en ella”.

Los rostros, lejos de endurecerse por los males descriptos, permanecen calmos, nadie quita su mirada serena centrada en la blanca figura de Francisco que puede hablar sin anestesia porque antes los ha encuchado, porque los abraza por lo que son y por como se presentan.

“Muchos han escrito y hablado sobre ustedes. Está bien que ahora sean ustedes mismos quienes se autodefinan y nos muestren su identidad. Necesitamos escucharlos”. Francisco, en su discurso -el segundo más extenso de su gira- expone a cielo abierto heridas ancestrales para ayudarlos a curarlas en profundidad, apelando

a la dignidad innata de sus hermanos de la Amazonia, y también a la fe. Los alienta a fin que no sucumban ante los intentos que hay por desarraigar la fe católica de sus pueblos.

Entusiasmado, casi saliéndose de sí mismo El Papa Francisco exclama: “Cada cultura y cada cosmovisión que recibe el Evangelio enriquece a la Iglesia con la visión de una nueva faceta del rostro de Cristo”. Sí. los pobladores originarios de la Amazonia tomaron en serio y creyeron que son una faceta indispensable del rostro de Cristo, y creyeron también, esperanzados, en la palabra de despedida que el Papa les dijo en Quechua “Tinkunakama”, es decir: hasta el próximo encuentro.

Con la población de Puerto Maldonado

El Papa “nos visita en esta tierra tan olvidada, herida y marginada… pero no somos tierra de nadie”, le dijeron los habitantes de Puerto Maldonado reunidos en el Instituto Jorge Basadre. “Esta no es una tierra huérfana –les responde Francisco- es la tierra de una Madre”, haciendo presente que también la Virgen María pertenecía a una aldea lejana, considerada por muchos como ‘tierra de nadie’. Pero “María es Madre de Dios –agrega el Papa-; hay alegrías que sólo las pueden escuchar los pequeños”. Francisco conoce la sitación social, econؚómica y política de los casi 100 mil habitantes de la ciudad. Por eso denuncia que “el consumismo alienante de algunos no logra dimensionar el sufrimiento asfixiante de otros. Es una cultura anónima, sin lazos ni rostros. Una cultura sin madre que lo único que quiere es consumir”. Y, acto seguido, iluminando las relaciones interpersonales, en ese mismo ambiente los anima a “generar la cultura del encuentro que a todos nos renueva en la esperanza”.

El Papa Francisco siembra semillas de esperanza en Puerto Maldonado, ciudad capital de la Provincia de Tambopata y de la Región Madre de Dios, a 852 km. en línea recta al este de Lima. Francisco cree y espera que la semilla del Evangelio podrá germinar en cada ambiente humano, bajo el sol de los inmensos campos como en los túneles de la minas, en las familias y en las escuelas, en los hospitales y en los ámbitos políticos. No tiene más armas que implorar la presencia de Dios, íntima en cada conciencia, de donde parte la trasformación del corazón, que pulsa sangre purificada para animar la cultura del encuentro.

Sin medias tintas, Francisco se refiere a situaciones de “esclavitud para el trabajo, esclavitud sexual, escavitud para el lucro” y afirma que “no es lícito mirar para otro lado, dejar que tantas mujeres, especialmente adolescentes sean ‘pisoteadas’ en su dignidad”. Explica que “muchas de ellas, por la promesa que determinados trabajos pondrían fin a situaciones precarias, se basaron en el brillo prometedor de las extracciones de oro. Pero el oro se puede convertir en un falso dios que exige sacrificios humanos”.

En el Hogar, El Principito

En la misma ciudad el Papa visita el Hogar El Principito que acoge a niños pobres y enfermos, con discapacidades, y comenta: “ver a esos niños en su mayoría abandonados, a esos muchachitos y chicas que con la educación lograron ir adelante y hoy son profesionales. Esto me ha emocionado mucho. Son obras que elevan”. Y, cuando Francisco se refiere a la dimensión religiosa es igualmente concreto: “la salvación no es genérica ni abstracta. Nuestro Padre mira personas concretas, con rostros e historia. Las comunidades cristianas han de ser reflejo de esta mirada que crea lazos, genera familia y comunidad”.

Trujillo. La eterna primavera

El papamóvil se desplaza por la carretara que bordea la silueta de las playas de Huanchaco, dorada planicie que apacigua las altas olas del Pacífico. Pero no tan pacífico cuando se asocia al furor del “Niño costero”, inocente nombre de huracanes de viento y lluvia que asolan enteras poblaciones. Pero ahora avanza, silencioso y bendiciendo a todos, el ojo de otro huracán, espiritual, manso y revolucionario, suave y enégico. “Me alegra que hayan venido desde distintos lugares del norte peruano para celebrar la alegría del Evangelio”, manifiesta Francisco. Los aplausos, como oleadas de afecto que se suceden sin parar, dan alas a la alegría de un encuentro muy esperado. “El alma de una comunidad se mide en cómo logra unirse

para enfrentar momentos difíciles, de adversidad, para mantener viva la esperanza”.

Mirando el horizonte del océano, Francisco en la homilía de la Misa se refiere a “otras tormentas que pueden estar azotando estas costas y en la vida de los hijos de estas tierra con efectos devastantes –explica-. Se llaman violencia organizada como el ‘sicariato’ y la inseguridad que este genera. La falta de oportunidades educativas y

laborales, especialmente en los más jóvenes que les impide construir un futuro con dignidad, la falta de techo seguro para tantas familias forzadas a vivir en zonas de alta inestabilidad y sin accesos seguros”.

El Papa los invita a que se sostengan unos a otros, a que sean una comunidad que pueda revertir las múltiples adversidades, una comunidad que ama y por ello no se cruza de brazos. “Con Jesús, el alma de este pueblo podrá seguir llamándose “la ciudad de la eterna primavera”, porque en El todo es una oportunidad para la esperanza.

Mientras el responsable del grupo de periodistas llegados en el Vuelo Papal nos indica que tenemos que partir hacia el aeropuerto para regresar a Lima, me doy cuenta que estoy mirando con otros ojos al medio millón de personas que, en profundo silencio participan de la celebración. También los colegas están contagiados de silencio. Admiro la potencia de un pueblo que es capaz de elevar en una suplica todas las vivencias de una vida, y sonreír con la seguridad de haber sido escuchado. Hay serenidad y armonía.

La espuma blanca del oleaje parece continuar en la playa de Huanchaco en el ondear de banderas peruanas y vaticanas, en el movimiento de los brazos al ritmo de las canciones. Hay lágrimas de emoción. “Dios tiene como tarea secar las lágrimas con la misma ternura que una madre busca secar las lágrimas de sus hijos –les dice el Papa Francisco-, y El nos hará una linda pregunta: ¿cuántas lágrimas has secado hoy?

Con consagrados y seminaristas del norte de Perú

Fue un canto de alegría, el aleluya más profundo y vital, la humilde gratitud por haber sido llamados a la vocación religiosa. Las frases que siguen, extraidas del discurso del Papa hacen parte de ese canto: aprender a reírse de uno mismo para estar delante del Señor con los propios límites y errores, sabiendo que El está a nuestro lado; ser con El caricia para los demás; tener memoria de esa hora en la que fuimos tocados por su mirada y nos dimos cuenta que el Señor esperaba algo más; no olvidar, y mucho menos despreciar la fe sencilla de vuestro pueblo; ser alegres y agradecidos para ser servidores de unidad en medio de nuestro pueblo.

El adiós

Desde una plataforma muy elevada -tubos de acero y tablones muy firmes- los periodistas gozamos de un paisaje humano excepcional: 1 millón 300 mil personas reunidas alrededor del Papa Francisco, en la Base Aerea Las Palmas, en Lima. A medida que se levanta la vista hasta el horizonte los rostros se hacen lejanos, pero cámaras y pantallas nos los acercan para que en todos podamos descubir la misma esperanza.

Hay dolor cuando Fancisco recuerda que son muchísimos los “no ciudadanos”, “los ciudadanos a medias” o los “sobrantes urbanos” que viven al borde de los caminos o en las márgenes de nuestras ciudades sin una vida digna y duele constatar que entre estos “sobrantes humanos” hay tantos niños y adolescentes. Es el rostro del futuro.

Con palabras del Papa Ratzinguer Francisco señala que “Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana”. Francisco reclama que hacen falta profetas, que hace falta unidad, que hacen falta audaces y valientes testigos. Y formula a cada uno un llamado personal: “Hoy el Señor te invita a que seas su discípulo misionero, y así te vuelvas parte de ese gran susurro que quiere seguir resonando en los distintos rincones de nuestra vida: ¡Alégrate, el Señor está contigo!

El autor cubrió la visita del papa Francisco a Chile y Perú, como enviado de Cadena 3, en el Vuelo Papal.