Sociedad

El Papa, las diaconisas y los periodistas

28/05/2016 | 11:50

¿Por qué los monjes budistas se rapan la cabeza? ¿Por qué los rabinos y otros judíos rezan haciendo un movimiento de vaivén? ¿Por qué los musulmanes usan una alfombra o tapete sobre el que se ubican para rezar? ¿Por qué las funciones de las mujeres diaconisas en la Iglesia Católica serían distintas de las que cumplen los diáconos?

Las respuestas a cada una de estas preguntas requieren conocer los fundamentos y espiritualidad de las respectivas religiones. Pero no siempre esto se tiene en cuenta: por ejemplo, a partir de declaraciones del Papa Francisco en la audiencia con la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) el 12 de mayo en el Vaticano, hubieron medios de comunicación que publicaron: “El Papa posibilita que las mujeres diaconisas puedan administrar el Bautismo y el Matrimonio”, lo que motivó una clara reacción del Vaticano –que citaré más adelante-, poco o nada difundida por los medios que informaron erróneamente.

Así se esparció por el mundo que las diaconisas podrían cumplir las mismas funciones que los diáconos, gracias –se dijo- a la apertura del Papa Francisco. Pero él no había dicho precisamente eso, sino que se manifestó favorable para que el servicio femenino en la Iglesia incluyera la preparación y ejecución de decisiones.

¿A qué se debe la confusión, el error? Se ignora que el obispo, el sacerdote y el diácono participan del Orden sagrado,confiado por Jesús sólo a varones.

En la Audiencia citada, Francisco se comprometió a crear una comisión que profundice las funciones desarrolladas por las diaconisas en la Iglesia en sus primeros siglos de existencia, para iluminar los cambios que se tomen en un futuro, a fin de facilitar el aporte del genio femenino, sin por ello “clericalizar” a la mujer.

“Porque la mujer ve las cosas con una originalidad distinta de la de los hombres, y esto enriquece desde la consulta, la decisión, la concreción”, afirmó el Papa.

El ministerio de las diaconisas “ha existido verdaderamente” si bien “no se lo entendía como la simple equivalencia femenina del diaconado masculino”, como ha declarado una Comisión de estudio presidida por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, en 2003, y ratificada explícitamente por san Juan Pablo II.

Pero hay otra causa que genera interpretaciones erradas: la lucha por la emancipación de la mujer y por su participación plena en la sociedad acorde a su dignidad de persona es aplicada de manera simplista a los pasos que la Iglesia da y desea incrementar para otorgar nuevas funciones y responsabilidades al servicio femenino, simplista porque no se tienen en cuenta distinciones esenciales.

Es decir, mientras el desarrollo social de la mujer responde al orden netamente humano, su servicio activo en la Iglesia debe respetar la constitución divina y humana de la misma Iglesia, en la que Jesús ha instituido el Orden sagrado donde se estructura el ministerio de la jerarquía para enseñar, santificar y gobernar al Pueblo de Dios, mientras el Espíritu Santo derrama diversos carismas a todos los hijos de la Iglesia: varones, mujeres, sacerdotes, consagrados, laicos.

En la Iglesia, la misión de las mujeres respecto de la que tiene el clero nos es de menor importancia, es distinta y complementaria. La mujer aporta a la Iglesia su particular sensibilidad y talento propiamente femeninos, pero en cuanto laica la mujer cumple las mismas funciones que realizan también los laicos varones.

Modelo de unas y otros es la Virgen María, que no participó del Orden Sagrado impartido a los obispos, sacerdotes y diáconos: María es laica, como el 99% de los miembros de la Iglesia.

De hecho la Virgen María a los pies de la Cruz se convierte en Madre de la Iglesia al asumir en el Apóstol Juan a toda la humanidad, sostiene la fe de los Apóstoles luego de la crucifixión y muerte de Jesús, y recibe con ellos y con la primera comunidad cristiana al Espíritu Santo.

El carisma propio de la Virgen María es su maternidad, el amor generado por Dios que a través de Ella crea la comunidad de la Iglesia, aún antes que ésta sea confirmada por Pedro.

En la Iglesia el ministerio jerárquico y los carismas que Dios dispensa a los laicos varones y mujeres son co-esenciales.

Desde sus orígenes en la Iglesia hay un equilibrio armónico entre el varón y la mujer: María, Madre de Jesús y de la Iglesia es mujer y laica, y Jesús Hijo de Dios nace de ella varón y es el único Sacerdote. María como esposa del Espíritu Santo irradia sus dones para la realización de la humanidad en Dios. Y Jesús, Sacerdote, por el sacramento del Orden sagrado participa su sacerdocio en diversos grados a los obispos y presbíteros. Y los diáconos participan del carisma de Cristo servidor.

A la luz de estas consideraciones se comprende porque Monseñor Angelo Becciu, Sustituto de la Secretaría de Estado (tercero en la jerarquía de toda la Iglesia) haya dicho que la información dada por los medios de comunicación referida al diaconado de las mujeres en gran parte fue torcida. Y se comprende también porque y por la misma cuestión, el Padre Federico Lombardi, vocero del Papa Francisco y Director de la Sala de Prensa del Vaticano, nos haya reclamado a los periodistas que seamos honestos.

¿Cómo informar correctamente sobre estos temas? He aquí una propuesta: ¿por qué no aceptar el desafío de encarnar –aún con nuestros límites- las respuestas a las preguntas del comienzo? Creo que los periodistas debiéramos raparnos interiormente la cabeza de la mentalidad mundana, como hacen los budistas externamente con el mismo propósito; limpiarnos por dentro como los musulmanes, antes de orar sobre un tapete sin polvo ni manchas; mover nuestras conciencias hacia la Verdad como lo manifiesta corporalmente el incesante movimiento de la plegaria judía. Y estudiar las religiones como los agnósticos y ateos serios, y ricos de esa fina sensibilidad que, no pocas veces, les permite admirar aún lo que no creen.

Héctor Lorenzo.