Sociedad

Ahmed, un héroe de 13 años

26/08/2016 | 11:07

Ahmed vivía en Egipto, a 130 kilómetros de El Cairo, junto a sus padres, una hermana y dos hermanos; el menor, Farid, de 7 años, padece trombo-citoptrenia, una grave enfermedad por el bajo número de plaquetas en la sangre.

Con increíbles esfuerzos económicos pagaron 4000 dólares para operarlo, más de lo que su padre gana en un año recolectando dátiles. Pero a Farid hay que operarlo de nuevo, y esta vez se deben pagar 8000 dólares, que no tienen.

Cuando a Farid le dan de alta en el hospital, porque no hay plata para la cirugía, Ahmed sufre terriblemente. El sueña ver a su hermanito correr, jugar al fútbol con él sin que se desmaye, como le sucede ahora.

Ahmed ve que muchachos como él que parten para Italia. Y se dice: "iré allí, le preguntaré a los médicos qué pueden hacer por Farid. Trabajaré a fin de juntar plata para la operación, para que mi hermano mayor siga estudiando, para que mi hermanita de 3 años tenga un futuro mejor”.

Su tío se compromete a pagar 2000 dólares durante los dos próximos años para que él pueda viajar. Un viaje-calvario que comienza en un carro para animales y lo lleva a Baltim, no lejos de Alejandría de Egipto, punto de concentración de personas jóvenes que, como él, ven en Italia una tabla de salvación. Antes de partir Ahmed es ubicado en un galpón junto a otros viajeros. Allí tuvo que esconderse mientras los traficantes golpeaban a sus compañeros de viaje. “También había mujeres –confesó Ahmed-, algunas eran llevadas a un depósito de donde regresaban llorando, entes de embarcarse en una carreta del mar”.

El valiente muchacho egipcio partió desde Rashid Kafr El Sheikn, en el delta del río Nilo. Durante el viaje en la carreta no hay alimentos, sólo un sorbo de agua al día. Ahmed resiste y no descuida su tesoro: la historia clínica de su hermanito cubierta por un sobre de plástico que aferra celosamente.

Cuando Ahmed desembarca en el puerto de Lampedusa, en Sicilia, es interrogado por las autoridades de inmigración. Un periodista del Corriere de la Sera se interesa por su  historia y la publica. Mateo Renzi, el premier italiano la lee, y se pone en contacto con Stefania Saccardi, asesora para la salud en Florencia. Se organiza una cadena de solidaridad, también por televisión. La respuesta es inmediata, generosa.

En los próximos días, mediante un puente aéreo organizado por el gobierno italiano, Farid y su familia viajarán a Italia.

El pequeño enfermo será tratado en el hospital Careggi de Florencia, y su familia se alojará en un departamento de la misma ciudad, perteneciente a la Fundación Tommasino Bacciotti, que se ocupa de niños enfermos de cáncer.

Pero esta no es solamente una aventura heroica con final aún en suspenso, pero de todos modos, maravillosamente ejemplar. Tiene un trasfondo de terror: durante este año a Italia llegaron 100.244 inmigrantes, 11.979 son niños no acompañados; sobre miles de ellos hoy no se tienen noticias.

Es la obra macabra de los traficantes de personas, del comercio de órganos infantiles, de delincuentes que con amenazas, torturas y mutilaciones, esclavizan a millares de jóvenes mujeres obligadas a prostituirse en turbios ambientes de periferia o “levantadas” en rutas por en autos de alta gama.

Ahmed está entre nosotros y brilla como una luciérnaga de paz en la noche de esta sociedad, que muestra elocuentes síntomas de cansancio y cruel banalidad. La presencia de Ahmed pone ante el espejo de la dignidad y la salud humanas, el rostro del Occidente contradictorio y triste por apostar en falso, casi exclusivamente, a su propia felicidad.

Pero el premier Mateo Renzi actuó y representó lo contrario, la generosidad fraterna (ojalá que su motivación no haya sido la publicidad política), y los nervios sanos de esta misma sociedad reaccionaron con fuerza y eficacia.

Hay miles de niños que podrían ser “otros” Ahmed, “otros” Farid, pero son anónimos y, para la gran mayoría, no existen. O, sólo los imaginamos. Por cierto, no basta que tanta tragedia y dolor próximos o lejanos, nos avergüencen. Hay “otros” Ahmed, “otros” Farid que conocemos, y que, lo sabemos: solos no pueden alcanzar los irrenunciables puertos del pan, de la cultura y de la igualdad.