Tendencia en Japón
10/11/2025 | 14:38
Redacción Cadena 3
En el país del sol naciente, donde el silencio y la cortesía se elevan casi al rango de religión, hasta el olor puede ser una forma de violencia. Lo cuenta Federico Kukso —periodista científico y autor de Odorama: Historia cultural del olor— en una de esas observaciones que revelan más de lo que parecen: "Existe el término 'sumehara' para referirse al acoso por el olor en oficinas, trenes, aulas. El mal aliento, el perfume en exceso o el olor a cigarrillo pueden convertirse en una forma de agresión social".
La idea parece exagerada —hasta que se mira de cerca. En Japón, el olor ajeno puede alterar la armonía del grupo, quebrar la convivencia o, peor, desatar la vergüenza. Allí, explica Kukso, el 'sumehara' (que significa "acoso por el olor" en oficinas, trenes o aulas) se entiende como una falta al valor central de la cultura japonesa: 'meiwaku', el deber de "no molestar", de no ser una carga para los demás.
Así, el olor se convierte en una frontera moral: un límite invisible que separa la pulcritud de la ofensa. El acoso olfativo puede ir del sudor a los suavizantes de ropa, del olor a mascotas al humo del cigarrillo. Incluso el llamado 'kareishu' —el "olor a persona mayor"— es motivo de incomodidad y hay campañas publicitarias que venden productos para "neutralizarlo". "Con la edad —recuerda Kukso— la piel pierde hidratación y el sebo se oxida, generando un olor característico que muchos buscan disimular".
Las empresas, en su obsesión por la armonía, han llegado a incentivar que los empleados denuncien a los "acosadores olfativos". Algunas oficinas distribuyen guías para evitar "perturbar el trabajo en equipo" con aromas invasivos. Otras recomiendan reducir o eliminar los perfumes. De hecho, el mercado japonés de fragancias es pequeño: los perfumes se asocian al lujo occidental, al exceso, a una identidad demasiado individualista para un país donde lo ideal es no destacar.
Pero el resultado es inquietante. "Esta sensibilidad odorofóbica —escribe Kukso— ha dado origen a una paranoia olfativa: un tipo de ansiedad social llamado 'jikoshu-kyofu', o fobia de tener mal olor, que regula las relaciones sociales". En otras palabras, el miedo a oler mal puede determinar la forma de amar, de trabajar, de existir en comunidad.
En 'Odorama', Kukso despliega una cartografía de los olores que atravesaron la historia humana: de los templos egipcios a las calles hediondas del París del siglo XIX, de los aromas lunares que describieron los astronautas a la imposibilidad de nombrar lo que se huele. "Vivir es respirar, y respirar es necesariamente oler", escribe. Pero en Japón —donde respirar implica no invadir— hasta el aire se ha vuelto un territorio de conflicto.
Quizás, como sugiere Kukso, los olores son más que sensaciones: son signos de poder, de clase, de deseo. O, como en este caso, de miedo. Un miedo invisible, educado, perfumado. Un miedo que huele a nada.
¿Qué es el sumehara? Es el término japonés que se refiere al acoso por el olor en oficinas, trenes y aulas.
¿Quién es Federico Kukso? Es un periodista científico y autor de "Odorama: Historia cultural del olor".
¿Cuándo se considera que el olor se convierte en agresión social? En Japón, el olor ajeno puede alterar la armonía del grupo y quebrar la convivencia.
¿Dónde se ha incentivado a los empleados a denunciar? En empresas japonesas, donde se busca mantener la armonía en el trabajo.
¿Por qué el mercado japonés de fragancias es pequeño? Porque los perfumes se asocian al lujo occidental y a una identidad individualista, poco valorada en la cultura japonesa.
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