Trump vs. The Beatles: ¿qué hicimos mal para cambiar el "amor" por protestas?

La visita de Donald Trump al Reino Unido generó reacciones diversas, y, a diferencia de la música, que muchas veces es un catalizador de emociones, la política es a veces quien las provoca.

A pesar de lo liviano que puede parecer hablar de música, es un alivio en medio de tantas realidades complejas. La visita de Trump al Reino Unido no solo se da en un contexto de honores en el palacio de Windsor, sino también de protestas y marchas en su contra. Algo parecido pasó con la llegada de los Beatles a Estados Unidos en 1964, un evento que fue celebrado con entusiasmo y emoción. 

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El contraste es notable: mientras los Beatles fueron recibidos con alegría y admiración, Trump enfrenta un rechazo evidente. En aquella época dorada de los '60, donde las letras de canciones como "All My Loving" transmitían mensajes de amor, en oposición a los conflictos actuales que dominan las noticias, como guerras y genocidios. La música, en aquel entonces, tenía un poder unificador que parece haber desaparecido en la actualidad. 

“All my loving, I will send to you”. Todo mi amor te voy a mandar. ¿Dónde quedó ese mensaje? Hoy hablamos de guerras, de terrorismo, de víctimas, de genocidios, de asesinatos. En esa dorada década del '60, importaba otra cosa. Importaba el amor. "Money can't buy me love", decía otra canción. El dinero no puede comprar el amor. Y claro, estamos en un mundo capitalista, lleno de intereses materiales, pero qué bueno sería, como dijo alguna vez Giuseppe Verdi cuando lo acusaban de no ser moderno: “Volvamos al pasado, y eso será progreso”.

Ver esas multitudes que ovacionaban a los Beatles y compararlas con las que reciben a Trump para protestar… algo estamos haciendo mal. En algo no estamos progresando. Y seguramente, en eso. 

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Los Beatles no sólo marcaron una época, sino que se volvieron clásicos. Y en música, los clásicos son los que establecen paradigmas. A partir de ellos, cambió todo. El rock, la industria, las formas. Bob Dylan, The Beach Boys, Queen, U2, y hasta nuestros Charly García y tantos más. Charly, confeso beatlemano, lo decía sin vueltas: si a alguien no le gustan los Beatles, desconfiá. Es como si a alguien no le gustara un buen vino.

Y si hablamos de genialidad musical, también está eso que hacen los grandes compositores: con poco, dicen mucho. Si toco cuatro notas, sabés que es Beethoven. Y si escuchás ese acorde extraño al principio de A Hard Day’s Night, ya sabés que vienen ellos. Un acorde tocado con una guitarra de doce cuerdas, distinto, inconfundible. Y ahí arranca la canción: “It’s been a hard day’s night…”. Fue un día agitado, pero vuelvo a casa y lo que hacés me hace sentir bien. Otra vez, el amor como centro.

En esa gira del 64, los Beatles inventaron también otra cosa: el primer escenario 360. La gente los rodeaba por todos lados, y como no se los podía ver, el escenario giraba. ¡Mirá de dónde viene eso que ahora es tan moderno en los recitales! Y como eran tantos los estadios que llenaban, la empresa Vox tuvo que diseñar un sistema de sonido especial, porque directamente… no se escuchaban. Un día terminaron de tocar y alguien dijo: “Che, qué bien sonó Let It Be”, y Ringo respondió: “¡Pero si no la tocamos!”

Ellos inventaron todo. Y quizás, si quisiéramos progresar de verdad, como humanidad, deberíamos volver a ese mensaje. Al mensaje de los Beatles. Al mensaje del amor.