Swap, Bessent y otras yerbas

Ayer, en medio de la vorágine preelectoral, Argentina respiró aliviada con el anuncio del acuerdo de swap con Estados Unidos. Pero la euforia duró poco: los bonos cayeron igual por las reservas y la falta de comunicación oficial desde Washington.

Hace unas horas, el secretario del Tesoro de EE.UU. confirmó: "Hemos firmado un acuerdo de estabilización financiera con Argentina". Veremos si eso mueve el amperímetro. Lo cierto es que, a tres días de las elecciones, el país navega en un mar de confusión y puñaladas políticas. Y el epicentro de todo es un cruce de tuits que bajó el debate económico al nivel del barro.

Primero, aclaremos el lío del swap, porque hasta el Gobierno patina en la explicación. El Banco Central lo pintó como un salvavidas para "estabilizar variables monetarias y cambiarias". Pero el presidente Milei, anoche, lo corrigió de un plumazo: "El swap no se toca. Es solo para pagar bonos que vencen y no podemos renovar por el riesgo país altísimo. Evita el default". Punto. Además, EE.UU. intervendrá comprando dólares para mantener el tipo de cambio en bandas... pero eso, según se rumorea, termina el domingo postelectoral. Fin de la fiesta.

Luego, el anuncio de recompra de bonos, que el Gobierno soltó ayer como un conejo de la galera. ¿Cómo funciona? Organismos internacionales (BID y otros bancos públicos) prestan plata "fresca" a Argentina. Con eso, el Tesoro recomprará bonos viejos emitidos en la era Fernández, que prometían 100 dólares más intereses pero hoy cotizan a 50-55 dólares. ¿El objetivo? Aumentar la demanda, subir precios y bajar el riesgo país. Suena lógico en teoría, pero en la práctica: ¿tendrá efecto real o es puro maquillaje preelectoral? Lo veremos.

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Hasta ahí, economía pura. Pero el show se pone picante con Delfina Rossi, la hija del exministro Agustín Rossi (sí, el del misil perdido). Recordemos: en 2015, con 26 años recién egresada de economista, Cristina Kirchner la enchufó por decreto como directora del Banco Nación. Su primer laburo: cargo top en un banco público. Hoy, con 37, es directora del Banco Ciudad por el cupo peronista. Salió a tuitear un "teatro en tres actos" contra Luis Caputo:

-Acto 1: Caputo trabaja en JP Morgan.

-Acto 2: como ministro de Macri, toma "deuda impagable" con el FMI.

-Acto 3: ahora, recompra esa deuda con ayuda de JP Morgan y organismos internacionales.

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Da a entender que Caputo se hace un negocio personal. Caputo, ofendido, responde en tuit: "Delfina, somos y representamos exactamente lo opuesto. Yo podría ganar 10 veces más en el privado, pero estoy acá por la patria. Mis dos hijos trabajan gratis conmigo para sacar el país adelante. Vos, en cambio, laburás en el público porque en el privado no te pagan ni la décima parte. Trabajás por acomodo y para chorear un sueldo que no merecés, como siempre hizo tu padre. Chau. Ojalá no tengamos que mantener a tus hijos también."

Y ojo: un director del Banco Ciudad gana unos 31 millones de pesos mensuales (unos 20 mil dólares). Nadie lo desmiente. En este nivel de ofensas –"chorear", "acomodo", "heredar privilegios"–, el debate económico queda en pañales. Rossi entró sin experiencia a los 26; hoy, con "experiencia" de 10 años en cargos públicos. Es un privilegio de casta que no todo el mundo tiene.

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