Para qué servían los tickets canasta que podrían volver con la reforma de Milei.

La quinta pata del gato

Reforma laboral: un ticket para volver a viajar al pasado

10/11/2025 | 10:52

   

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

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Reforma laboral: un ticket para volver a viajar al pasado

Dentro del debate sobre la reforma laboral que el Gobierno promete impulsar, volvió a circular la idea de reimplantar los tickets canasta, aquellos recordados papelitos de la década del '90 que servían como parte del salario y podían usarse para comprar comida o pagar almuerzos. Un intento, según sus defensores, de "actualizar beneficios sociales". Pero la historia argentina demuestra que los tickets fueron mucho más un mecanismo de elusión que una herramienta de bienestar.

Durante los años noventa, cuando los sueldos aún se cobraban en efectivo, una porción importante del salario —hasta un 15% en promedio— se pagaba con estos vales. Su fundamento legal se apoyaba en el artículo 103 bis de la Ley de Contrato de Trabajo, que permite a las empresas otorgar ciertos beneficios sociales (como refrigerios o servicios complementarios) sin que se consideren parte del salario. Sin embargo, el sistema se desvirtuó: lo que debía ser un complemento se transformó en un atajo para evadir aportes patronales e impuestos a las ganancias.

El mecanismo beneficiaba tanto a empleadores como a empleados de altos ingresos. El empleador pagaba menos cargas; el trabajador, menos impuestos. Pero a costa del sistema previsional y de la transparencia fiscal. La Corte Suprema terminó por ponerle punto final al declarar que esos montos eran parte del salario y, por lo tanto, debían integrar la base de cálculo para indemnizaciones y contribuciones. El Congreso luego derogó la ley que los habilitaba.

Mientras tanto, tres empresas privadas se habían enriquecido administrando los tickets, cobrando comisiones a las empresas y a los comercios. Movían más de 100 millones de dólares anuales, al punto de funcionar como una cuasimoneda. En algunos casos, los trabajadores los revendían con descuento para obtener efectivo: el símbolo perfecto de un sistema ineficiente e injusto.

Volver ahora a un esquema así no es modernizar: es retroceder tres décadas. Si el objetivo de la reforma laboral es dinamizar el empleo y aliviar el peso tributario sobre el trabajo, la solución no pasa por revivir mecanismos opacos, sino por reducir impuestos de manera transparente, simplificar las cargas y sostener un régimen que incentive la formalidad.

El país no necesita volver a los tickets canasta. Necesita una estructura laboral moderna, justa y eficiente. No se trata de inventar artilugios, sino de asumir que quienes más ganan deben contribuir como corresponde y que la formalidad no puede construirse sobre atajos del pasado. Porque si algo nos enseñó la experiencia de los noventa es que no hay reforma posible cuando se confunde innovación con nostalgia.

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