Radicales con síndrome de Estocolmo

La quinta pata del gato

Radicales con síndrome de Estocolmo

27/12/2021 | 10:20 |  

Adrián Simioni

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Radicales con síndrome de Estocolmo

Martín Gill, el villamariense que es secretario de Obras Públicas, es un hombre orquesta de ambiciones desbocadas. Lo eligieron intendente de Villa María en 2019, pero nunca asumió porque le pintó mejor asumir como secretario de Obras Públicas de la Nación para repartir obras desde allí, para hacer las tareas que -con Néstor y Cristina- hacía José “Bolso” López, el señor sorprendido en un convento con millones de dólares y armas cuyo origen nunca explicó.

Así, durante dos años, Gill siguió mandando en la intendencia -a través de un delegado- y pudo repartir obras nacionales. Ahora cada intendente y cada constructora del país le debe algo.

Pero Gill es insaciable, así que también se postuló a diputado en las últimas elecciones. Ganó la banca, renunció y se la dejó a su suplente, Pablo Carro.

La cuestión es que hoy el Concejo Deliberante de Villa María debe decidir si le renueva la licencia a Gill para que siga montando dos o tres caballos o si le dice basta al carnaval y lo obliga a optar entre el mandato de quienes lo votan o las ventajas de ser el repartidor de obras de la Nación.

La tiene difícil porque tanto los 5 concejales de Cambiemos como los dos del schiarettismo dicen que no se le van a renovar la licencia.

Lo llamativo es lo que ha hecho un grupo de intendentes radicales, encabezados por el presidente del foro de intendentes de ese partido, Ariel Grinch. Este grupo les mandó una carta a los tres concejales radicales pidiéndoles que le renueven la licencia a Gill.

El argumento es patético. Dicen que gracias a que Gill es secretario en la Nación, ellos consiguen alguna obra. Es difícil encontrar un mejor ejemplo del síndrome de Estocolmo, es decir, de los presos que terminan dependiendo de sus carceleros, a los que justifican y a los que terminan queriendo y admirando.

O sea, algunos intendentes radicales admiten, de hecho, que la Nación reparte las obras con discrecionalidad, sin criterios objetivos, dado que ellos mismos dicen que las reciben gracias a Gill, pero, en lugar de criticar ese sistema arbitrario de extorsiones, defienden al secretario que les tira a ellos 100 metros de cordón cuneta. Defienden al carcelero que les tira un plato de polenta.

Gill hizo campaña para diputado hace dos meses a la vista de todos repartiendo platas y obras que no paga él. Pero a algunos intendentes radicales eso no les parece mal, sobre todo si pueden ligar algo ellos. Están dispuestos a trabajar para su carcelero sin el menor problema.

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