Los unicornios también emigran

La quinta pata del gato

Los unicornios también emigran

27/01/2022 | 12:53 | Por Adrián Simioni.

Adrián Simioni

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Los unicornios también emigran

Ayer, una nueva empresa originada en Argentina comenzó a cotizar en Wall Street y quedó a tiro de convertirse en un Unicornio. Unicornios se les llama a las empresas que empiezan a cotizar en bolsa y logran superar un valor de mercado de mil millones de dólares.

¿De qué empresa se trata? De Satellogic, una empresa fundada hace apenas 11 años por un joven que se llama Emiliano Kargieman y que se dedica a algo muy singular: fabrica satélites, muy buenos, muy pequeños y muy baratos, que luego pone en órbita. Ya tiene una red de satélites que van a ser 300 en tres años. Pero con los que ya tiene en el espacio la empresa puede hacer un mapa nuevo de toda la Tierra con gran detalle una vez por semana. Y eso parece ser muy útil para un montón de usos comerciales. La tecnología de los satélites fue desarrollada en Argentina con ayuda del Ministerio de Ciencia y en colaboración con la empresa estatal rionegrina Invap.

O sea que es una historia que, cuando las contamos en los medios, nos llenan de orgullo. Como es el caso de los otros 11 unicornios argentinos que ya existen y de los cuales los más conocidos son Mercado Libre, Globant o Despegar. Claramente Argentina tiene emprendedores capaces de crear empresas capaces de seducir inversores, e ingenieros capaces de inventar, desarrollar y producir bienes y servicios demandados en todo el mundo.

Y eso es algo fundamental si queremos crear empleos bien pagos y ser capaces de ofrecerle al mundo cosas que podamos cobrar bien en dólares para poder consumir cosas que nosotros no hacemos y que hacen otros.

Pero nos falta un paso fundamental: ser capaces de ser no sólo creadores sino propietarios y conductores de estas empresas, de estos capitales. Porque si no, cuando estos emprendimientos necesitan crecer deben buscar sí o sí inversores, aún en etapas muy tempranas, fuera del país. Sus creadores suelen quedar como directores durante un tiempo, pero en general toda su línea gerencial y su conducción estratégica cambia de manos y así los grandes sueldos pasan a residir en otros países. Y las sedes legales dejan de estar en Argentina. Se radican en otros países. Hasta muchos de sus empleados terminan yéndose del país: si se quedan acá no pueden recibir el valor pleno de sus salarios en dólares por el cepo cambiario.

En definitiva, así como los argentinos emigran, también lo hacen los unicornios.

Nos queda el orgullo, la demostración de talento, pero no la propiedad. Porque los argentinos no invertimos en estas empresas. Lo curioso es que al capital lo tenemos: sólo en dólares billetes hay en el país 200 mil millones de dólares, la mayoría de ellos inactivos, congelados en los colchones, sacados de circulación por miedo a que un gobierno los confisque, a un impuestazo, a un corralito, a una licuación.

Tenemos los emprendedores, el talento y los unicornios. Pero no tenemos los inversores. Y por eso nos perdemos la oportunidad de quedarnos con la renta de estos capitales. Como ya llevamos décadas así, nos parece normal. Pero no lo es: en la Bolsa de Buenos Aires cotizan apenas 64 empresas. En la de Santiago de Chile, acá al lado, cotizan 822. Los chilenos no crean tantos unicornios como los argentinos, pero hay muchísimos más chilenos propietarios de más empresas que en Argentina.

Y esa es la clave de la riqueza.

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