Es una mañana tranquila en la aldea gala

El 17 y 18 de junio de 2025 serán recordados como un punto de inflexión en la historia de la democracia argentina. Por primera vez, un expresidente del país, nada menos que Cristina Fernández de Kirchner, figura central del peronismo, fue condenada con una sentencia definitiva y enfrenta la posibilidad de cumplir su condena en prisión domiciliaria. 

Este no es un hecho menor: es un hito que sacude los cimientos de la política argentina y nos invita a reflexionar sobre el rumbo de nuestra Justicia y el futuro de nuestra democracia.

La condena de Cristina Kirchner, confirmada por la Corte Suprema, no solo marca un precedente histórico al ser la primera vez que un expresidente argentino enfrenta una sentencia firme, sino que también desafía la percepción de intocabilidad que durante décadas rodeó a ciertos sectores políticos, especialmente al peronismo, la fuerza hegemónica de la Argentina moderna. 

Ayer, mientras el peronismo y el kirchnerismo se reunían para organizar una marcha en apoyo a la expresidenta, la CGT amagó con un paro general que nunca se concretó. La marcha, sin duda significativa, refleja el respaldo de una minoría vocal y ferviente.

Este momento histórico no debe ser romantizado ni manipulado por narrativas políticas, como el peronismo supo hacer en el pasado. La Justicia dio un paso al elevar la vara de la rendición de cuentas. Este precedente envía un mensaje claro a presidentes, gobernadores, intendentes y legisladores: nadie está por encima de la ley. 

La vara se elevó, pero ahora el desafío es garantizar que no haya doble vara. Porque, si bien la condena de Cristina es un triunfo para la Justicia democrática, no podemos ignorar que hay causas de otros sectores políticos que duermen en los cajones de los Tribunales, esperando ser despertadas.

La propia trayectoria judicial de Cristina Kirchner ilustra esta complejidad. Fue sobreseída en casos como el de dólar "futuro", el memorándum con Irán y la causa Hotesur (aunque esta última está en revisión); mientras que otras, como la causa Cuadernos o el caso de las acciones de YPF vinculadas al grupo Petersen, siguen pendientes. 

Esto demuestra que la Justicia no se ensañó exclusivamente con ella, sino que aplicó tratamientos diversos, como corresponde en un sistema judicial que, aunque imperfecto, busca ser ecuánime. Sin embargo, la percepción de una "justicia selectiva" persiste y es algo que los tribunales deberán enfrentar para consolidar la confianza ciudadana.

La condena de Cristina, aunque dolorosa para sus seguidores y para su propio orgullo, como ella misma expresó al lamentar no poder "salir al balcón", es un paso hacia adelante para el orgullo colectivo de los argentinos. Nos recuerda que, desde 2008, cuando Elisa Carrió denunció públicamente la corrupción en el entorno de la entonces presidenta, hubo quienes advirtieron sobre las consecuencias de mantener intacta una cúpula señalada por irregularidades. 

Siete años después, hasta el último día de su gobierno, Cristina Kirchner no dio señales de apartarse de esas prácticas. Hoy, la Justicia le pasa factura, y con ella, a todo un sistema político que debe aprender de este precedente.

El camino no está completo. Para que este hito sea verdaderamente transformador, la Justicia debe demostrar que no hay privilegios ni excepciones, que la vara elevada aplica por igual a todos los sectores políticos.