El peronismo cordobés le perdió el rastro al cordobesismo

El peronismo cordobés, alguna vez un faro de los valores que los habitantes de esta provincia defienden, parece haber perdido el rumbo. Desde que Martín Llaryora asumió la gobernación, se apropió del término "cordobesismo" para bautizar su proyecto político: el "partido cordobés". 

Sin embargo, en un giro paradójico, mientras más se autoproclamaba cordobesista, más se alejaba de los principios que este concepto representa. Como un perro que pierde el olfato, el peronismo cordobés dejó de rastrear la esencia de lo que realmente moviliza a los votantes de esta provincia.

El cordobesismo no es solo una palabra; es una identidad profundamente arraigada en dos tercios de los cordobeses que, elección tras elección, apoyan propuestas que priorizan la república, la democracia y el pluralismo. Es un rechazo al hegemonismo y al centralismo que, desde Buenos Aires, succiona recursos de provincias productivas como Córdoba para financiar subsidios en el Conurbano o sostener provincias que no buscan desarrollarse. 

El cordobesismo valora los buenos modales, la tranquilidad y una racionalidad económica: gastar lo que se tiene, bajar impuestos y evitar un Estado gigante que alimente parásitos. Como bien lo expresó Juan Schiaretti, parafraseando a un estadista alemán, el cordobesismo busca “tanto Estado como sea inevitable, tanto privado como sea posible”.

Sin embargo, las acciones de Llaryora contradijeron estos valores. Desde su elección y la de Alejandra Vigo, se han visto maniobras que poco tienen que ver con el pluralismo que el cordobesismo defiende. 

Se montaron call centers que presionaron a empleados públicos a movilizar votos, una práctica que rozó la coerción. Llaryora también buscó desarticular a la oposición, cooptando figuras clave del radicalismo y hasta del PRO, en un intento de hegemonía que choca con la tradición cordobesa de competencia electoral.

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El peronismo cordobés también mostró incoherencias. Durante décadas exigió la eliminación de retenciones a las exportaciones, pero cuando el gobierno de Javier Milei implementó la rebaja más significativa en 25 años, lo acusaron de centralista. Lo mismo ocurrió con la deuda de la Caja de Jubilaciones: Llaryora firmó un acuerdo en la Corte Suprema para su pago, pero luego se sumó a los reclamos contra el Gobierno nacional, a pesar de que se está cumpliendo lo acordado. 

El caso Kraisman, que expuso el clientelismo en el aparato peronista, no mereció una sola palabra de crítica desde el oficialismo provincial. Mientras tanto, se observan jóvenes millonarios militando desde countries y exintendentes que, al dejar sus cargos, encuentran refugio en la Legislatura, alimentando una opulencia que el cordobesismo rechaza. 

Hace cinco meses, el colmo: el peronismo cordobés lideró un pacto tácito con gobernadores de otros signos políticos, incluido el kirchnerismo, para obstaculizar el programa antiinflacionario de Milei. 

Schiaretti llegó a declarar que el plan económico de Milei "fracasó", a pesar de que la inflación bajó sin romper contratos ni recurrir a medidas drásticas como un plan Bonex.

El cordobesismo no pertenece al peronismo ni a ningún partido. Es un conjunto de valores que los cordobeses defienden en cada elección, votando por quienes mejor los representen. 

Ayer, en las urnas, los cordobeses le dejaron un mensaje claro al peronismo cordobés: "Vos no sos el dueño del cordobesismo".

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