Cristina en el pesebre

La quinta pata del gato

Cristina en el pesebre

16/09/2022 | 11:41 |  

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

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Cristina en el pesebre

La aparición de Cristina Fernández ayer deja mucha tela para cortar.

Primero que nada, la puesta en escena. La vicepresidenta parecía una carmelita descalza, rodeada por un pesebre de curas y religiosas kirchneristas, que se presetan como "villeros". Con las encuestas en rojo oscuro y su relato destruido por el brutal ajuste inflacionario, Cristina se está dando una transfusión de legitimidad cristiana, como hizo en su momento con los derechos humanos. Sus alusiones a la religión y su fase mística fueron una tras otra. Ella es más buena, buena, buena, buena que nunca.

Mientras acariciaba con fervor el rosario que llevaba al cuello dijo que el atentado en su contra implicó romper "un acuerdo social que había desde 1983" que buscaba "recuperar la vida" más allá de que pudieran discutir entre -dijo y enumeró-: "peronistas, alfonsinistas, peronistas renovadores, peronistas tradicionales, lo que fue la democracia a partir de 1983". Está claro: en la epifanía celestial de Cristina no entran ni los radicales de hoy, ni la izquierda, ni los lilistas ni mucho menos Macri y el PRO, que vienen a ser algo así como Satán. La impresión es que, si fuera por ella, el "diálogo" consistiría en ponerlo a Ricardito Alfonsín a aplaudir mientras hace fila para comulgar en Luján.

Por eso la hostia del diálogo que repartió Cristina estaba envenenada con altas dosis de chicanas e ironía. Socarrona, usó buena parte de su misa de ayer para enchastrar a los opositores de hoy usando anécdotas del pasado. Así, un atentado que sufrió Hipólito Yrigoyen en 1929 era el resultado de las críticas previas de políticos, periodistas y el diario Crítica. Como ahora, bah, donde el horroroso, inadmisible, espantoso atentado contra su vida, es el resultado de descerebrados que siguen un plan milagroso, que se elabora por sí mismo, en base a acusaciones de fiscales, discusiones de opositores y críticas de periodistas.

Es más. Contó que se lo dijo "Jorge", dijo. Contó que Bergoglio la llamó después del atentado y le dijo que la violencia física siempre es precedida por la violencia de las palabras. Mirá vos qué conveniente. Justo lo que ella necesita. La única forma de evitar que atenten contra ella es que todos nos callemos y que ella esté fuera del alcance de la Justicia.

En esta fase santurrona, además, Santa Cristina convoca al diálogo, a terminar con el odio mientras acusa -sin prueba- nada menos que de atentar contra ella a los mismos que, se supone, deberían conversar con ella porque son los representantes políticos de la mitad de los argentinos.

Ninguno de los 10 mandamientos condena el cinismo y la hipocresía. Lo más cercano es el octavo, que deplora la mentira. Así que Cristina puede seguir diciendo -sin decirlo expresamente, con ironía y con la bendición divina- que el odio, el rencor, la saña y la enemistad está siempre en los otros. Es una nueva forma de extorsión moral: el que la critique, de ahora en más, será un profeta del odio. Y ella será una mártir que espera resucitar en las encuestas.

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