Con tanta pasividad, en la Municipalidad de Córdoba te jubilás 10 años antes

Hay títulos que se escriben solos. Este es uno: "Con tanta pasividad en la Municipalidad de Córdoba, te jubilás diez años antes". Exagerado, sí. Pero no tanto. En los hechos, la ciudad terminó armando un régimen jubilatorio propio que —en vez de elevar la edad jubilatoria, como marcan todas las tendencias demográficas y económicas del mundo— la baja. Otra rareza cordobesa, de esas que después nadie sabe muy bien cómo explicar.

Ayer el municipio presentó su Presupuesto 2026, y dentro de ese paquete apareció la novedad: un nuevo régimen de pasividad anticipada. El secretario general, Sergio Lorenzetti, lo presentó como una consecuencia lógica del desembarco de la inteligencia artificial: si la tecnología permite hacer más con menos, entonces sobran manos. Y si sobran manos, hay que ofrecer salidas.

Suena razonable… hasta que uno mira la historia reciente. La pasividad anticipada no llegó con la inteligencia artificial: lleva años instalada como herramienta permanente. Llaryora la aplicó tres veces en cuatro años. Passerini la reeditó el año pasado. Y ahora vuelve a estar sobre la mesa. Cuando una “medida excepcional” se usa todos los años, deja de ser excepcional: pasa a ser regla.

¿En qué consiste esta regla? Si a un empleado municipal le faltan diez años para jubilarse, puede pedir irse ya. Cobra entre el 70% y el 62% del salario, deja de trabajar y se jubila cuando le corresponda. En números prácticos: una mujer municipal puede jubilarse a los 50 años; un varón, a los 55. No está mal para quien accede al beneficio. Lo que está mal es el resto: quién lo financia, cuánto cuesta y qué efectos produce.

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Porque la plata sale siempre del mismo bolsillo: el de los cordobeses que pagan impuestos. Sea como sueldos de activos o como haberes de retirados, el origen es uno solo. Y la pregunta que sigue es inevitable: ¿esto ayudó alguna vez a reducir estructuralmente el gasto salarial del municipio? La respuesta también es inevitable: no.

¿Por qué? Porque mientras unos se jubilan diez años antes, otros entran por la ventana. Los ingresos no paran. Los monotributistas, contratados, promotores y personal eventual se multiplican para suplir funciones que la planta permanente no cumple, o cumple a medias. El número de empleados se mantiene casi intacto: 10.500, 11.500… siempre en ese rango. Lo único que cambia es el volumen de cheques que salen todos los meses. Según la oposición, son 27.000. Un número que habla solo.

La dirigencia gremial, por supuesto, no quiere que la inteligencia artificial sea sinónimo de reducción de personal. No vamos a permitir que se quite trabajo, advirtió el Suoem. Pero en la misma frase reconocen que la Municipalidad está “detonada”: falta un cromatógrafo, faltan insumos, faltan arreglos básicos. No falta un dato clave: los sueldos del gremio consumen la mayor parte de los recursos municipales. Si todo se gasta en sostener la estructura, nada queda para equipamiento, para control, para infraestructura.

El cuadro es transparente: años y años de pasividades anticipadas no redujeron la planta, no ordenaron el gasto, no modernizaron la administración. Porque cada puesto que se libera se vuelve a cubrir. Y porque la baja productividad de áreas clave obliga a duplicar esfuerzos con contratados, que después también pujan por pasar a planta.