El presidente de la AFA, Chiqui Tapia. (Foto: X)

La quinta pata del gato

Chiqui Tapia y el santo oficio de la AFA

12/09/2025 | 10:51

   

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

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Chiqui Tapia y el santo oficio de la AFA

Ayer presenciamos un espectáculo que, aunque enmarcado en el fútbol, trasciende los límites del deporte y pone en evidencia las dinámicas de poder y control. Andrés Fassi, presidente de Talleres, pidió disculpas públicas de manera contundente: por lo que dijo, por cómo lo dijo, por el momento en que lo dijo. 

No hubo excusas ni malentendidos; fue un acto de rendición total, como titularon algunos diarios, o incluso de humillación, según otros. Entregó las banderas, los escudos, los sables. Todo. 

Pero lo que vino después fue aún más revelador: Pablo Toviggino, la voz de Claudio "Chiqui" Tapia en la AFA, lo atacó sin piedad, pateándolo en el suelo tras su mea culpa. 

La escena recuerda a los procesos de Moscú en los años '30, cuando Stalin consolidó su poder absoluto en la Unión Soviética. Allí, bajo amenaza o tortura, médicos confesaban haber conspirado para extender epidemias, ingenieros admitían sabotajes absurdos, y todos, tras confesar públicamente crímenes inverosímiles, eran ejecutados o deportados. 

También evoca a la Inquisición medieval, donde los herejes, con el San Benito puesto, confesaban vínculos con el diablo para luego ser enviados a la hoguera. Estos procesos no buscaban justicia ni verdad, sino silencio. Un silencio que garantizara que nadie se atreviera a cuestionar al poder. Que no volara una mosca sin el permiso del Stalin de turno.

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En el fútbol argentino, la AFA parece operar bajo una lógica similar. Las críticas de Fassi, que no son nuevas ni extrañas —la manipulación en el fútbol argentino es un secreto a voces—, desencadenaron un escarnio público. Su pedido de disculpas, que podría haber sido un gesto de autocrítica, fue respondido con un linchamiento verbal que buscó no solo callarlo, sino también advertir a los demás: nadie puede alzar la voz. Y el mensaje fue recibido. Desde ayer, ¿escucharon a algún dirigente, técnico, jugador multimillonario o árbitro decir una sola palabra sobre lo sucedido? Nada. Silencio absoluto. El terror al castigo, al ostracismo, funciona. La Inquisición de la AFA triunfa.

Este episodio no es solo sobre fútbol; es un espejo de nuestra sociedad. La lógica del poder que exige sumisión, que castiga la disidencia y premia el silencio, no es exclusiva de la AFA. Es una constante en la Argentina, donde cuestionar al poderoso de turno —sea en el deporte, la política o cualquier ámbito— implica arriesgarse a un escarnio público. ¿Qué tan libres somos de hablar? ¿Qué tan dispuestos estamos a enfrentar el costo de alzar la voz?

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