Amia: un fallo para un país fallido

La quinta pata de gato

Amia: un fallo para un país fallido

12/04/2024 | 10:54

 

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

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Amia: un fallo para un país fallido

La Justicia argentina acaba de dar su fallo casi final (la Corte difícilmente lo revierta) sobre el mayor ataque terrorista sufrido en su largo historial terrorista: la voladura de la Amia. Tiene muchas implicancias internacionales. Por ejemplo, declarar a Irán como Estado terrorista, lo cual nos alinea junto a Israel, Estados Unidos y unos pocos países más justo cuando recrudecen los temores a que Irán esté por lanzar un ataque directo inminente a Israel a raíz del conflicto en Gaza. La Justicia no ha dejado dudas sobre algo que a estas alturas parece obvio: la organización terrorista Hezbollah voló la Amia, a pedido de Irán y en represalia por la decisión de Carlos Menem de cancelar cuatro contratos sobre tecnología nuclear y su rol en la guerra del golfo.

Pero el fallo también es un dictamen sobre nuestro país como Estado fallido. Por empezar la sentencia llega 30 años después del atentado. La mayor parte de los condenados con nombre y apellido están muertos. Eso solo nos acerca de hecho a ser un país sin Justicia.

Pero encima el dictamen también condena a los chapuceros corruptos e inútiles de la ex Side y a jueces y fiscales por haberse corrompido al intervenir en la causa, por desviar la investigación, por haber fallado a sabiendas en contra de la ley, por encubrir a los verdaderos responsables y, encima, por disimular la oceánica ineptitud de los propios servicios de Inteligencia y de Justicia coimeando a inocentes para que se declararan culpables. O sea para encubrir la propia corrupción, indolencia e inutilidad del Estado y sus gobiernos.

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Es decir, el fallo que condena a Irán admite en forma brutal que el Estado que condena es un Estado fallido a la hora de cumplir su rol fundamental: prevenir la violencia o castigarla con certeza cuando ocurre. De milagro no destruyeron nuestra extraordinaria amistad de valiosas culturas migrantes, entre ellas la judía y la árabe, que es cada vez más difícil de encontrar en el mundo y que aquí es todavía la joya de la abuela porque la cuidamos en nuestros corazones.

Este el mismo Estado que en los últimos 50 años se convirtió en un estado terrorista para combatir al terrorismo. El mismo que fue a una guerra internacional contra la Otan para estirar el fracaso de un dictador borrachín. El mismo que hace 80 años no logra tener una moneda. El mismo que incautó los ahorros privados con el corralito, el plan Bonex y tantas otras veces. El mismo que ha defaulteado más que nadie en la historia a los prestamistas a los que siempre corre a pedir la escupidera. El mismo que no logra sacar de la ilegalidad la mitad de su economía. El mismo que se ve cada vez más cercado por el narcotráfico. El mismo que ha tenido (¿y tiene?) aparatos de Inteligencia al servicio de gobiernos fachos y corruptos y no del cuidado de la sociedad. El mismo Estado que tuvo un gobierno, el de Cristina, que todavía no logra explicar para qué firmó un pacto de impunidad con el propio Irán al que ahora condena como terrorista ni qué pasó con el fiscal que lo investigaba. El mismo que un rato es prochino, otro rato prorruso, otro rato prooccidental.

Somos un país extravagante que no puede ser tomado en serio ni en una competencia de payasos. El único lugar en el que no damos risa es en un mundial de fútbol y en el mercado de granos de Chicago. Por eso el fallo de ayer no sólo es una sentencia sobre Irán. Es, también, un fallo sobre el Estado fallido que hemos sido. Y que tenemos que dejar de ser; urgente, si no queremos terminar de fallar para siempre.

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