Qué hacer por el ascenso, una duda que se vuelve desafío

Fútbol argentino

¿Qué hay que hacer para ascender?

28/04/2019 | 14:36 |

Por Mauricio Cóccolo

Mauricio Coccolo

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Así como durante siglos la humanidad soñó con descubrir la pócima de la vida eterna, en el mundo del fútbol el desvelo ha sido encontrar la receta de la victoria eterna. Hubo épocas en que algunos creyeron encontrarla, pero el paso del tiempo no hizo más que confirmar lo obvio: nadie gana para siempre. Y nadie vive para siempre.

Argentina, un país de tierra especialmente fértil para que crezcan las semillas que vuelan de los puños como verdades, vio pasar a cientos de gurúes que juraban tener las mil y un soluciones para todos los males. El fútbol, faltaba más, también abrió sus puertas esperando por el ingreso de los ganadores eternos.

En elsubmundo de la patria futbolera que se extiende debajo de la Primera División siempre se tejieron leyendas sobre jugadores y, especialmente, entrenadores que parecían nacidos exclusivamente para eso, para jugar y dirigir en el fútbol de ascenso. Muchos, incluso, exhiben con orgullo el rotulo que los certifica como “técnicos del ascenso”, pero la pertenencia no parece ser suficiente para encontrar la respuesta a la pregunta que todos quisieran poder contestar: ¿qué hay que hacer para ascender?

En las últimas temporadas nadie coqueteó tanto con la solución al enigma como Iván Delfino, un técnico que presionó la tecla indicada y subió a Primera en el 2015 con Patronato coronando un camino que el club venía recorriendo desde el Argentino B 2004/05.

Después del ascenso, Delfino no dirigió a Patronato en Primera, se fue del club y al tiempo arregló con Temperley, donde tuvo, por ahora, su único y breve paso por la elite del fútbol argentino.

En la campaña 2016/17, Iván Delfino trató de aplicar en Instituto la misma fórmula que le había dado tan buenos resultados en Paraná, pero los planetas no se alinearon y se terminó yendo con más cuestionamientos que gloria.

Caprichoso como es, el fútbol volvió a cruzar, un año después, a Instituto con Delfino, y el técnico se dio el gusto de eliminar a su ex club dirigiendo a Sarmiento de Junín, en lo que fue el primer paso hacia la final por el segundo ascenso, que terminaría perdiendo.

La ansiada revancha llegó rápido, tanto para Sarmiento como para Delfino, que juntos vuelven a estar a una victoria de subir a Primera. ¿Cuál es el secreto? Guillermo Farré, capitán y símbolo del equipo, que tiene un máster en ascender, dice que la clave pasa por el vestuario, donde cada uno conoce, y respeta, su rol y el de los demás.

En el otro rincón estará Arsenal que después de haber besado la lona quiere volver a Primera a un año de perder la categoría y a cinco de quedarse sin su hacedor, Don Julio. Una de las principales esperanzas para los del Viaducto se llama Sergio Rondina, un técnico que pertenece a una subespecie conocida como “viejos zorros del ascenso”, tipos con un largo recorrido en las categorías menores que siempre se las arreglan para armar equipos protagonistas.

Uno de los primeros exponentes de la raza de técnicos del ascenso fue Ricardo Rezza, que tenía un currículum con olvidables ciclos en el exterior, e incluso en la Primera de Argentina, hasta que su vida cambió para siempre cuando se cruzó con Gimnasia y Tiro: juntos ascendieron en el 93 y en el 97. Fue tan grande la gesta que más de veinte años después ningún otro club de Salta pudo repetirla.

Un Rezza en ascenso —valga el juego de palabras— bajó hacia Córdoba y consiguió algo inédito hasta ese momento: subir con dos clubes distintos en años consecutivos. El invierno del 98 lo encontró igual que el del 97: llegando a Primera, esta vez, con Belgrano después de una maratónica temporada de 50 partidos.

Luego de su lustro glorioso, Ricardo Rezza desapareció, parecía que había perdido lossúper poderes hasta que se reinventó de una forma impensada. En el 2013, a los 65 años, llevó a Villa San Carlos a un lugar inédito para la historia del club: la segunda división. Y después, como si hubiera recuperado la varita mágica, metió un épico doble salto con Temperley de tercera a primera. Con cierta justicia cinéfila de la época, Rezza se ganó el mote de “El señor de los ascensos”.

La historia de Miguel Ángel Russo tuvo una vuelta de tuerca interesante porque trascendió las barreras del rótulo y se convirtió en mucho más que un “técnico del ascenso”. Empezó ahí, pero no se quedó ahí y, no conforme con eso, fue capaz de volver como si nunca se hubiera ido.

La primera imagen que indefectiblemente aparece cuando se habla de Russo como técnico en el ascenso es la de Lanús subiendo en el 90, bajando en el 91 y volviendo a subir en el 92. Una etapa en la que, los diagnósticos coinciden, Miguel Russo fue clave para cavar los cimientos que sostendrían futuras edificaciones de gloria granate.

Por supuesto que no se puede hablar de Russo en la B sin mencionar a dos de sus grandes mojones: el Estudiantes del 95, uno de los equipos más recordados de la historia del Nacional B, y el Central del 2013, quizás menos recordable, pero igualmente emotivo porque lo sacó del barro luego de tres largas temporadas de frustraciones.

Otro que en algún momento se probó la corona de rey del ascenso fue Héctor Rivoira, que ascendió con tres equipos diferentes: Chacarita (1999), Instituto (2004) y Atlético Tucumán (2009). El Chulo cree que la B Nacional empieza a ganarse cuando se arma el plantel con una buena mezcla entre jóvenes y jugadores de experiencia, especialmente en algunos puestos claves como la zaga central.

Además de Rivoira, otros tres técnicos consiguieron tres ascensos a Primera en los últimos 35 años: Carlos Babington (Huracán 90 y 2000 y Banfield en el 93), Nelson Chabay (San Martín de Tucumán 88 y 92 y Colón 95) y Omar De Felippe (Olimpo 2010, Quilmes 2012 e Independiente 2014). Justamente, De Felippe es uno de los casos más recientes de lo que podría calificarse como especialista, pero curiosamente tras ascender con el Rojo no volvió a dirigir en segunda división.

La situación de Omar De Felippe se repite en otros técnicos que después de haber conseguido buenos resultados en los torneos de ascenso no volvieron a trabajar en las categorías menores, como por ejemplo Ricardo Zielinski (ascensos con Belgrano y Chacarita), Matías Almeyda (Banfield y River), Gustavo Alfaro (Olimpo y Quilmes), Leonardo Madelón (Olimpo y Unión) o Frank Darío Kudelka (Unión y Talleres).

De alguna forma, cada uno con su estilo, pudieron sacudirse los prejuicios para no quedar encasillados y demostraron que, más allá de los matices, el único secreto es la capacidad, el conocimiento, el trabajo y la inteligencia para saber adaptarse a los diferentes contextos porque está claro que no es lo mismo dirigir en Primera, que en el ascenso o en la Copa Libertadores, cambian muchas cosas, pero lo que no cambia es la esencia del juego.

“¿Qué hay que hacer para ascender?”, en definitiva, termina siendo una pregunta tan escurridiza como atrapante, lo que la convierte en un desafío. Y se sabe que lo que mueve a los hombres son los desafíos, ya sea para buscar la pócima de la vida eterna, como para encontrar la receta de la victoria eterna.