Marcos Rojo a Boca: historia de una "traición"

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Marcos Rojo a Boca: historia de una "traición"

31/01/2021 | 13:08 | El defensor había declarado que solo vestiría la camiseta de Estudiantes en nuestro país, pero se confirmó su llegada al "xeneize". Su decisión provocó el enojo de algunos fanáticos del "Pincha".

Raúl Monti

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Marcos Rojo a Boca: historia de una "traición"

En las últimas horas, el corazón de los fanáticos de Estudiantes recibió un golpe inesperado. No hay argumentos que puedan calmar su enojo: que son decisiones profesionales, que es su trabajo, que es una oportunidad importante en su carrera, nada de eso parece importarles. La llegada de Marcos Rojo a Boca, al menos para gran parte del pueblo “pincharrata”, se sintió como una traición.

De repente, aquella jornada de fiesta del 1 de febrero del 2020, cuando Rojo fue recibido por una multitud en el estadio UNO de La Plata, se convirtió en un recuerdo amargo. En ese entonces, el club anunció el evento con bombos y platillos: “¡Volvió un hijo pródigo y lo recibimos como le gusta!”, decía la invitación a los hinchas. Ahora, el propio presidente de la institución, Juan Sebastián Verón, fue muy crítico con el jugador a través de las redes sociales. Aunque “La Brujita” no haya dado nombres, quedó más que claro para quién era su mensaje.

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Y es que el regreso de Marcos Rojo a Estudiantes tenía todos los componentes para ser una historia épica, acorde a su romance con el “Pincha”. Su retorno era el de un jugador que renunciaba a los lujos y comodidades de Europa para volver a vestir la camiseta del club que lo vio nacer, para cerrar su carrera donde todo había comenzado. Sin embargo, a pesar de dicha ilusión, su segunda etapa en La Plata estuvo muy lejos de ser un cuento de hadas.

El 15 de julio del 2009, en una fría noche de invierno en la ciudad de Belo Horizonte, Estudiantes se hizo gigante ante el Cruzeiro y conquistó la cuarta Copa Libertadores de su historia. Rojo, que tenía apenas 19 años y todavía era “Marquitos” para muchos de sus compañeros, celebró con euforia su primer título profesional. Con el dinero del premio que cobró por aquella consagración le regaló una casa a sus padres, Carina y “Tití”, tan “pincharratas” como él.

Luego de formarse en la “escuela” de Estudiantes en sus categorías menores, Alejandro Sabella fue el entrenador que marcó su rumbo. Con su particular forma de conducir grupos, cercana a la de un docente, inculcó en el joven defensor los valores que predicaba para sus equipos, trabajo y compañerismo. Con el correr de las fechas, Rojo se ganó un puesto entre los titulares, jugó contra el Barcelona en el Mundial de Clubes y en el 2010 dio su primera vuelta olímpica a nivel local. Su garra le valió la aprobación de los hinchas: era un hombre digno de portar la camiseta albirroja.

Poco tiempo después inició su travesía en Europa, bajo la promesa de un eventual retorno a La Plata. Entre 2010 y 2014 vistió los colores del Spartak de Moscú y el Sporting de Lisboa, pero esa etapa de su carrera quedó marcada por sus actuaciones con la casaca del combinado nacional. De la mano del “Checho” Batista primero, y del propio Sabella algunos años más tarde, se convirtió en un nombre puesto en la Selección Argentina más recordada de los últimos años.

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El Mundial de Brasil marcó un antes y un después en su carrera, como le sucedió a más de un integrante de aquel plantel. Su gol contra Nigeria en la fase de grupos y la solidez defensiva de aquel equipo lo pusieron en la mira de los grandes de Europa, y al finalizar aquella campaña firmó un contrato millonario con el Manchester United. Aún así, nunca pudo alcanzar la gloria tan deseada: fue parte de la camada de la Selección que perdió tres finales seguidas en el 2014, 2015 y 2016, por lo que las críticas no tardaron en llegar.

Sin el protagonismo esperado en Manchester, la copa en Rusia de 2018 fue el escenario de su última gran actuación. Protagonizó uno de los momentos más icónicos de la caótica era Sampaoli, en la que no abundaron las alegrías: nadie olvidará su agónico gol contra Nigeria para clasificar a octavos, el abrazo con Messi y las lágrimas en el festejo. A partir de ese momento, sin embargo, los logros futbolísticos le fueron esquivos.

Aunque le dolía admitirlo, Rojo sabía que no tenía motivos para quejarse cuando Lionel Scaloni lo dejó fuera de las convocatorias de Argentina. No estaba jugando en el United, y las pocas veces que lo hacía no era capaz de mostrar su mejor versión. Con menos de 30 años y decidido a representar al país una vez más, supo que era el momento de volver a casa. Después de varios meses de conversaciones con Verón y los dirigentes del club inglés, fue su mamá la que no pudo guardar el secreto y anunció la noticia en las redes: “Cuánto tiempo soñando este momento. Bienvenido a tu casa, a tu lugar y a los brazos de mami, que tanto te extrañó”.

El objetivo era claro: mostrarse en Estudiantes para pelear por un lugar en la Selección. Las expectativas tras su regreso eran muy altas, pero todo le salió al revés. Jugó un solo partido (derrota ante Aldosivi), después se lesionó y el parate por la pandemia consumió el tiempo restante de su préstamo. Casi sin haber jugado, Marcos Rojo estaba de nuevo en el aeropuerto, listo para volver a Inglaterra, aunque los hinchas reconocieron su gesto y su fidelidad por la camiseta.

Antes de irse del país, como al pasar, le preguntaron por un supuesto interés de Boca para sumarlo a sus filas. Rojo fue contundente: “No, no es el momento. Imaginate la gente de Estudiantes, que me recibió como un ídolo. No hablaría bien de mí, ni de cómo soy”. Y sin embargo, pocos meses después, el defensor ya está listo para empezar a entrenar en el club de La Ribera.

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Es ilógico tildar de “traidor” a un profesional por cambiar su lugar de trabajo, pero el corazón de los hinchas no se rige por la lógica, sino por la pasión. Solo en ese nivel de locura puede ocurrir, por ejemplo, que un hermano le diga a otro que le da “tristeza” llevar su misma sangre, cómo le dijo “Roly” Zárate a Mauro, luego de que este se fuera a Boca. O que a un futbolista le baleen el auto por cambiar de club, como le pasó al “Negro” Ludueña cuando se fue de Racing a Independiente. O que te prendan fuego la casa, como le tocó vivir a Oscar Ruggeri cuando dejó Boca para jugar en River.

Volviendo a lo futbolístico, el ex defensor de Estudiantes se suma a una larga lista de jugadores cuestionados por los hinchas de su propio club, que ven su decisión como un acto de deslealtad hacia la camiseta que aman. Más allá de dichas opiniones, Boca suma un refuerzo de jerarquía y experiencia, aunque lleve mucho tiempo sin jugar en su mejor nivel. Todas las declaraciones y polémicas pasarán a un segundo plano cuando la pelota empiece a rodar. La tarea de Marcos Rojo será, como siempre, dejar la vida por la camiseta: esta vez, le pese a quien le pese, será la azul y oro.

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