Marcelo Milanesio, el último superhéroe cordobés. (Foto: Gentileza La Voz)

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Marcelo Milanesio, el último superhéroe cordobés

14/05/2022 | 14:35 | Este 13 de mayo se cumplieron 20 años del retiro del "Cabezón" Milanesio y La Previa le dedicó un emotivo homenaje, con el recuerdo de sus protagonistas. Escuchá. Texto de Ignacio García Iturriza.

Redacción Cadena 3

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Marcelo Milanesio, el último superhéroe cordobés. (Foto: Gentileza La Voz)

Cuenta la leyenda, que con su vestimenta verde griega y una pelota entre sus manos, logró las hazañas más grandes que un basquetbolista de estas tierras pudo lograr. A diferencia del resto de los superhéroes, Marcelo Milanesio tiene la dicha de caminar tranquilo por la peatonal o tomarse un cafecito en el Bon Q’ Bón, como si fuera un cordobés más. Pero no lo es.

Se trata del último gran ídolo del deporte cordobés que logró unir a la ciudad con una pelota de básquet y que le regaló su corazón para que no se olvide nunca más de su nombre. Porque desde que decidió colgar sus zapatillas en uno de los aros del Cerutti, nada volvió a ser igual. Ni Atenas, ni Córdoba, ni las noches de Liga Nacional. El único que no cambió, fue Marcelo.

“Mi nombre es todo lo que tengo” se titula el film del cineasta Ken Loach y encaja perfecto con el guion de la vida de este superhéroe bien nuestro.

Como tantas otras veces, “El Cabezón” toma la última pelota. La pica y observa. Alrededor suyo hay miles de cordobeses expectantes. Saben por repetición que algo extraordinario está por suceder. Dentro de la cancha, el “9” lo ve todo y confía en su cerebro privilegiado. También en sus compañeros.

Es 13 de mayo de 2002 y el país está convaleciente, como la defensa de Estudiantes de Olavarría. Marcelo lo sabe y por eso quiere darle la última alegría a su gente. La de Atenas, la de Córdoba. Pica dos, tres segundos más y acelera. Tiene 37 años y nadie lo puede frenar. La bandeja a una mano es un hecho y el título también. Lo que nadie sabe, es que esa será la última gran gesta de este superhéroe.

El recuerdo de Bruno Lábaque: "Fui uno de los que le llenó la cabeza que tenía que jugar un año más y despedirse campeón como se merecía. Fue un año muy complicado, porque también ese año fue la explosión del país y los americanos se fueron. Tuve la fortuna de compartir la titularidad con Marcelo que era mi ídolo, mi espejo. Compartí la habitación durante ocho años con él y que él se retire de esa forma y haber estado al lado de él, me lo guardo hasta el día que me muera".

"Fue una final durísima, con temas personales de él, que también lo hacían especial como lo vivía. Me acuerdo que a la hora de la siesta, Marcelo estaba al frente del espejo ya viviendo el partido, haciendo mímicas, fintas de tiro, fue como el final de este último partido de salir campeón, fue tal cual lo habló en esa habitación que estábamos los dos solos. Que él iba a empezar haciendo jugar a los demás y después iba a agarrar la pelota y se iba a poner a jugar y bueno, fue tal así; fue un cuento para él, que bien merecido lo tiene".

El pueblo delira en las tribunas, pero el chico que nació en Hernando no se conforma. Pide más. “No escucho” parece decir. El grito es ensordecedor y la imagen parece cobrar aún más vida. Ni los 20 años que pasaron pueden tapar el alarido cordobés que resuena en el Polideportivo, ese alarido que nunca volvió a ser igual.

"Se retiró como se tenía retirar. Siendo campeón en el equipo que defendió toda su vida, en la única camiseta que defendió en su carrera. Fue una serie muy difícil, una serie que nosotros sabíamos que la íbamos a ganar. Recuerdo que cuando estábamos volviendo en colectivo y doblamos en Aguado y Galeotti, había tres cuadras de cola para sacar una entrada para ver el quinto juego. Y nos bajamos ahí, fue una fiesta anticipada y logramos lo que queríamos, jugando muy bien, en una cancha llena, en una cancha que explotaba", recuerda Andrés "El Gringo" Pelussi.

Borracho de felicidad, como supo decir instantes después, Marcelo Milanesio se despide de la gente que lo vio nacer, crecer y consagrarse. A partir de ese momento, todo sucede vertiginosamente y, ante la inmovilidad de dios, la tribuna se abalanza sobre el ídolo, que les habla a corazón abierto, con el sentimiento desbordando cada poro de la piel.

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Los superhéroes en el deporte suelen tener cualidades en común: son talentosos, tienen coraje, hambre de gloria, son inteligentes y aparecen en las grandes escenas. Algunos son humildes, otros extravagantes, pero casi ninguno tiene la cualidad de Milanesio: la fidelidad.

El diccionario dice que fidelidad es la firmeza y constancia en los afectos, ideas y obligaciones, y en el cumplimiento de los compromisos establecidos. Este base que llegó a los 15 años junto a su hermano Mario, se convirtió en el símbolo del básquet nacional por dominar la competencia, pero también por ser incondicional a los colores de Atenas durante 18 temporadas y 848 partidos.

Leonardo Gutiérrez, hombre de la Generación Dorada, guarda en sus retinas el momento en el que Marcelo colgaba sus zapatillas colgaba en uno de los aros del Cerutti: "Fue algo muy emocionante, que no se me va a olvidar nunca más en mi vida, que ver que el referente número uno de nuestra competencia, de toda la liga y que sigue siendo un referente después de tantos años, terminará como se lo merecía: colgando sus zapatillas y levantando una copa nuevamente".

En las vitrinas del club no había nada antes de él. Cuando se fue, dejó siete trofeos de Liga Nacional, dos Torneos de Copa de Campeones, dos Sudamericanos de Clubes, un Panamericano de Clubes y dos Ligas Sudamericanas y el famoso mote de “Multicampeón”. No es para menos: desde 1985 hasta 2002, su equipo llegó a semifinales en 17 de 18 ediciones ligueras, y la “peor producción” fue un amargo quinto puesto en el penúltimo año de su carrera.

Ni las ofertas de los poderosos empresarios italianos pudieron torcer el destino escrito de Marcelo Milanesio. Porque “Cabezón” como ninguno, decidió seguir en Atenas y rechazar la oportunidad de mostrarse ante la inmensidad del mundo.

Acá tenía a la familia, a los amigos, a su gente. Incluso le demostró al mundo que Córdoba tenía un equipo súper poderoso, que era capaz de ganarle a los campeones de allá. Es cierto, eran otros tiempos y era otra la historia. Pero qué linda que era…

Por eso hoy, 20 años después del final de esta historia, Marcelo camina entre los superhéroes y les susurra: "mi nombre es todo lo que tengo".

Narración y entrevistas de Jorge "Cacho" Mercado. Texto de Ignacio García Iturriza. Edición de Érika Andújar

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