Independiente-Racing: "Lunas y soles de Avellaneda"

Eternos rivales

Lunas y soles de Avellaneda

23/02/2019 | 15:41 |

Este sábado Independiente y Racing se enfrentan por la Libertadores de América. En este informe recorremos los grandes momentos de ambos clubes.

Mauricio Coccolo

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Si viajamos al pasado veinte años y encontramos a un futbolero en la mañana del 1º de enero de 1999 es muy probable que lo encontremos, además de harto de las sidras y los mantecoles, hablando de fútbol, esa pasión que consume sus días.

Si, además, le proponemos un juego de pronósticos, no se resistirá, accederá gustoso y con mucha seguridad enumerará todo lo que cree que pasará en las siguientes dos décadas. En el Prode del futuro es probable que aparezcan mil aciertos y otros tantos errores, pero hay una predicción que nadie, nunca jamás, podría ni siquiera imaginar: que al final de ese período de tiempo Arsenal ganaría más títulos que Independiente y que Racing.

La tabla de vueltas olímpicas durante los últimos veinte años es el espejo en el que los gigantes de Avellaneda no quieren mirarse: ¿Cómo fue que el primo menor los superó? ¿En qué momento se distrajeron tanto? ¿Cómo se explica que los del viaducto, esos que tomaron un color de cada uno, dieron cinco vueltas olímpicas contra cuatro de los rojos y dos de los albicelestes?

Cada clásico es una página en blanco, pero las historias del pasado siguen ahí, escritas y dispuestas a volver. En ese sentido, después de mucho tiempo, Independiente y Racing se encuentran con la tinta de la gloria todavía fresca. Hace un rato largo que no se veían las caras envueltos en éxitos recientes y no en fracasos reincidentes. 

Si bien es cierto que Independiente atraviesa su peor sequía histórica con 17 años sin títulos en primera división, los hinchas del Rojo volvieron a disfrutar de las noches de copas, y levantaron la Sudamericana, y ganaron la Suruga, y jugaron la Libertadores, y no quieren saber nada con abandonar ese infierno.

Por su parte, Racing está a las puertas de ser campeón dos veces en cinco años por primera vez en más de medio siglo. Parece increíble, pero la Academia del fútbol, esa que ganó siete títulos consecutivos entre el 13 y el 19, la misma que festejó el tricampeonato 49-50-51, solo ha colgado dos títulos de primera en sus paredes desde 1966.

El clásico de Avellaneda, como todos, tiene sus particularidades, pero hay una que será imposible de repetir porque fue el primero de Argentina que enfrentó a dos clubes campeones de América y del mundo. Un detalle que dimensiona la grandeza de una rivalidad separada apenas por unas cuadras.

El archivo atesora partidos inolvidables. La ruleta de los recuerdos de repente puede frenarse en diciembre del '83 para que los hinchas de Independiente vuelvan a sentir en el cuerpo una de las alegrías más completas de todos los tiempos, porque el mismo día que daban la vuelta olímpica veían como el rival de toda la vida mordía el polvo del descenso.

Los fanáticos de Racing, más emparentados con el sufrimiento, recuerdan tres días en los que fueron muy felices mientras le ganaban a los vecinos. Y es literal porque en 1998, entre el domingo 23 de agosto y el miércoles 26, la Academia le dio un baile de 72 horas al Rojo, que ni cortando la luz pudo evitar el 3 a 1 final.

El partido que jugaron los históricos rivales de Avellaneda por el torneo Clausura del 2003 quedó registrado en las memorias como el día en que los hermanos Milito se pelearon, defendiendo cada uno sus colores, ante la atenta mirada de mamá Mirtha que pediría explicaciones al llegar a casa. Resulta que Gabriel metió una patada de más y Diego reaccionó pidiendo la expulsión de su hermano. Para completar el combo, el árbitro era Elizondo que los había tenido como alumnos en las clases de educación física. 

Nadie más en el país estaría de acuerdo, pero si pudieran los hinchas de Racing detendrían la historia para siempre en el 2001. Ese fue el año en el que cortaron la racha de 35 años sin salir campeones y además no perdieron ninguno de los clásicos contra Independiente (1 a 0 por el Clausura con gol del Chanchi Estevez en el Cilindro, y un recordado empate 1 a 1 gracias a Loeschbor en la casa del diablo).

Así como las paredes son la imprenta de los pueblos, según decía Rodolfo Walsh, las banderas son la voz de los hinchas. Y los de Independiente tuvieron una genial ocurrencia que convirtieron en trapo después de un golazo del Kun Agüero en el Apertura 2005. Todo empezó cuando el niño prodigio no tuvo mejor idea que estampar el 4 a 0 del clásico contra Racing después de sacar a pasear, descaderar y hacer un nudo con las piernas de Diego Crosa. Pero la historia no terminó ahí porque para completarla, un par de clásicos después, los hinchas del Rojo colgaron una bandera antológica que todo lo que decía era: “Desaten a Crosa”.

El último gran dios de la feligresía académica tiene apellido de guía: López. Quizás sea por eso que todos prefieren decirle: Lisandro. El capitán y símbolo de Racing tiene una colección de goles contra Independiente, le hizo cinco en total: el primero fue en el 2004 en cancha de Lanús, al año siguiente también convertiría en el Cilindro, después se iría a Europa y a la vuelta clavaría una chilena espectacular en el Libertadores de América; los últimos dos gritos fueron en el recordado 3 a 0 de noviembre del 2016.

La organización reciente del fútbol argentino ha sido tan caótica que, por ejemplo, Independiente y Racing no jugaron por los puntos durante todo el 2018, algo que no ocurría desde la década del 80 cuando no se cruzaron debido al descenso de la Academia. Las imágenes de los últimos duelos favorecen al Rojo, que se quedó con un par de victorias consecutivas en el 2017, pero antes, en el 2015, había sufrido una dolorosa derrota contra el eterno rival en el ida y vuelta de la Liguilla Pre-Libertadores.

La historia, que empezó a escribirse en 1907, dice que el clásico se disputó 291 veces, de las cuales 224 fueron en partidos oficiales: Independiente ganó 86, Racing 64 y empataron 74 partidos. 

Esta noche, cuando se asome la luna de Avellaneda, los eternos rivales volverán a cruzar la vereda con una sola ilusión: ganarle a los del otro lado. Como ha sido -y será- toda la vida.