Los bomberos de siempre

Informe especial

Los bomberos de siempre

14/04/2019 | 14:00 |

Pese al mal presente de los equipos cordobeses, los técnicos de la provincia no tienen muchas chances de dirigir en Belgrano, Talleres e Instituto, y deben probar en otros destinos. ¿Por qué ocurre?

Mauricio Coccolo

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Las crisis del fútbol de Córdoba son cíclicas, cada tanto uno de los clubes cae en desgracia y las escenas, más o menos, se repiten. Por estos días les toca sufrir a Belgrano y Racing, como antes sufrieron Instituto y Talleres. Con sus matices, las situaciones son similares: dirigentes desorientados, entrenadores que dejan más problemas que soluciones, refuerzos olvidables, pibes del club que ponen la cara, miles de hinchas llenando la cancha y aguantando, y al final el mismo reclamo de siempre: ¿por qué no tienen más chances los técnicos locales, los de acá?

En una línea dolinesca de pensamiento, muchos creen que es mejor compartir la derrota con los amigos, que la victoria con extraños o indeseables. En el fondo algo de eso hay, y en la superficie el gran tema sigue siendo la capacidad. Se supone que los de afuera —técnicos, jugadores— deben ser refuerzos para mejorar y potenciar lo propio, pero no siempre pasa. ¿Por qué? Simple: porque no siempre son superiores a los de la casa.

Sirve como muestra histórica lo que hacía Nuccetelli en las mejores épocas del mejor Talleres. Entre otras cosas, uno de sus secretos era apostar a lo grande invirtiendo en consecuencia. Cuando Amadeo asumió la presidencia de la T en 1974, el club venía de salvarse del descenso en la Liga Cordobesa y su primera decisión fue contratar a Ángel Labruna como técnico. Lo que vino después es historia conocida.

Por supuesto que no es tan simple y nadie tiene la bola de cristal o el medidor de capacidades, que sería un elemento mucho más útil, pero tampoco se puede errar tan feo como erraron los dirigentes de Belgrano. Alcanza con repasar los nombres de los últimos tres años: Bernardi, Méndez y Osella entre los técnicos, más una larga lista de casi 50 refuerzos donde se destacan —para mal, claro— nombres como los de Barbieri, Aquino, Martínez Pintos, Bandiera, Ramis, Epifanio García, Riojas, Guevgeozián, Aguirre, Olivarez, Balboa, Uribe, Mendoza… y mejor parar ahí, ¿no?

Con razón, los hinchas cuando ven lo que hace un Bernardi en Belgrano, o un Gómez en Instituto, o un Pancaldo en Racing, con razón se preguntan: ¿no hay en el club uno mejor que éste? Es ahí donde surge el reclamo pidiendo por los técnicos locales, los de Córdoba, los de la casa. Cuestión que dispara muchos interrogantes: ¿por qué no los llaman antes? ¿Están preparados? ¿Se capacitan? ¿Los dirigentes no se la juegan? ¿Es solo un tema de chapa y cartel?

Los primeros apuntados siempre son los directivos. Los exjugadores, convertidos en técnicos, reclaman las famosas oportunidades. Se repite, lo dice Jorge Guyón, esa idea de que están capacitados, pero no tienen el lugar que hace falta para demostrarlo.

Hay casos de técnicos de Córdoba, algunos sin ser cordobeses, que consiguieron buenos resultados como Willington, en su momento, Corti, el propio Guyón, Pancho Silva, Bonetto, Coleoni, Arzubialde, entre otros. Pero también hay muchos que tuvieron su chance, dirigieron acá y no volvieron a insertarse en la rueda: Miliki Jiménez, Dertycia, Albornos, Comisso, Teté González, Chiche Sosa. La sensación es que si no dirigen en Córdoba, no dirigen. Y lamentablemente en el medio local las opciones son acotadas. Ya lo supo decir el Tigre Gareca: para crecer como entrenador hay que irse, hay que salir al mundo.

Con el riesgo de cometer una injusticia, posiblemente sea Gustavo Coleoni uno de los técnicos criados en el fútbol de Córdoba que está haciendo el mejor recorrido a nivel nacional. Es bueno escucharlo para entender por qué le va mejor que al resto.

En ese punto, el de las identidades, aparece otro debate circular en Córdoba: ¿por qué en Rosario existe lo que podría denominarse una “escuela rosarina” y por estos lados no? Parece tratarse de una conjunción de factores, pero para resumir alcanza con decir, por ejemplo, que de la Liga Cordobesa no salió todavía, al menos, un Sampaoli que se anime a largar todo para empezar bien de abajo en otro lado e ir subiendo los escalones. ¿Se imaginan dónde estaría Sampaoli si se hubiera quedado tomando café en El Cairo hasta que lo llamaran de Central o de Newell’s?

Otro de los buenos técnicos locales, Marcelo Bonetto, que tuvo su cuarto de hora en Instituto y demostró que tiene ojo clínico para detectar talentos en inferiores, está convencido que la cuestión de fondo no pasa por la preparación. En algún punto quizás tenga razón: ¿cuánto más y mejor pueden prepararse los entrenadores en otros lugares del país? El asunto, da la sensación, viene después: y una vez que terminaron el curso, ¿qué? ¿Para dónde disparan?

Tirando del ovillo de la autocrítica, José Luis Villarreal apunta a la falta de solidaridad entre los colegas y cree que hay falencias en la preparación. El famoso salto de calidad que tanto se reclama a los otros también sería bueno intentar darlo desde adentro.

Los técnicos del fútbol de Córdoba siguen empantanados en una discusión que parece interminable, e inconducente. A esta altura del partido queda claro que los dirigentes los convocan más por necesidad que por convicción y los usan como paraguas protectores cuando llueven las puteadas. Pero también está en las habilidades personales y profesionales de los entrenadores saber meterse por esas escasas puertas que se abren. Los incendios futbolísticos tan propios del fútbol cordobés pueden ser una oportunidad, pero hay que dejar de querer apagarlos con un balde de agua. Hay que subirse de una buena vez a la autobomba.