La historia del apasionante clásico entre Central y Newell's

Perfiles de La Previa

La historia del apasionante clásico entre Central y Newell's

28/10/2018 | 14:38 |

"Canallas" y "Leprosos" se enfrentarán en cuartos de final por Copa Argentina, un partido que, como diría el "Negro" Olmedo, nunca es uno más. Será en Buenos Aires y sin público. 

Mauricio Coccolo

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Como la cinta de un casete que gira hasta el infinito, se repetirá una vez más la misma escena de siempre: dos equipos saldrán a la cancha, vestidos con dos camisetas que se repelen, un árbitro concentrará los reclamos, la pelota marcará el ritmo de las emociones y veintidós tipos jugando con los corazones de millones que van detrás de ellos. En apariencia no hay nada especial. De alguna forma, es lo que pretende transmitir, sin creérselo, el Negro Fontanarrosa en el comienzo de "La observación de los pájaros": “Uno abre la puerta y sale a la calle con un infierno escarbándole las entrañas. Afuera, la siesta del domingo transcurre silenciosa y quieta, como si no pasara nada. Y no pasa nada, hermano, no pasa nada. Si después de todo, es apenas un partido más. Un partido más entre los miles de partidos que han jugado los clásicos equipos rosarinos”.

Miente Fontanarrosa. Sabe que miente y lo hace a propósito. Se miente y nos miente, porque nunca jamás en la historia un clásico, cualquiera sea, será un partido más.

Rosario bien podría proponerse como la Capital Nacional de los Mitos y exponer, año tras año, las miles de historias que rodean a los partidos entre Newell’s y Central, todas a mitad de camino yendo desde la realidad hacia la ficción. Por supuesto que el primer capítulo tiene que ser para esa leyenda nunca confirmada del todo sobre el surgimiento de los apodos. Dicen que allá por la década del 20 los dos equipos fueron invitados a participar de un amistoso a beneficio del Patronato de Leprosos de la ciudad, pero resulta que Central se negó a jugar y por eso los de Newell’s, enojados, les pusieron el despreciable mote de “Canallas”, que curiosamente lejos de ser rechazado por sus receptores fue adoptado con la consiguiente respuesta de: “Leprosos”.

Desde el origen de los tiempos, en Rosario, como en todo el mundo pero más que en todo el mundo, la gente se dividió en dos bandos: si ustedes son esto, entonces nosotros somos esto otro. La famosa grieta, esa que nació con el Big Bang, encontró en el fútbol y, particularmente en el clásico rosarino, un microclima que la profundiza hasta niveles insospechados.

El último tomo de la zaga todavía se está escribiendo. Empezó cuando el cuadro de la Copa Argentina los dejó del mismo lado, ese potencial cruce de cuartos de final abrió la puerta de las especulaciones, que todavía no se terminan y eso que aquel partido hipotético se convirtió en realidad y está a punto de empezar, aunque ya lo vienen jugando desde hace rato. Como un símbolo de la degradación social y cultural del país, aunque pueda sonar exagerada la comparación, uno de los clásicos más importantes de la Argentina se jugará fuera de su ciudad y sin hinchas en las tribunas. 

Curiosamente, un cruce muy recordado de la historia entre Central y Newell’s también se jugó fuera de Rosario, pero el contexto era completamente distinto. De aquel partido se recuerda algo que no suele ser común recordar: la fecha. Mucha gente tiene que pensar un rato para diferenciar entre el día en que nació y el que murió un prócer, pero si lee “19 de diciembre de 1971” automáticamente lo asocia con la palomita de Poy, que, dicho sea de paso, es la fecha de nacimiento de un prócer canalla.

Cuando ya se ha dicho tanto sobre un partido de fútbol, no tiene sentido esforzarse buscando alguna arista original porque no la hay. Lo mejor que se puede hacer es desparramar miguitas de pan que marquen el camino para que cada uno las recoja según como las recuerda. Ahí van: semifinales del Nacional 71, partido único en cancha neutral, duelos cruzados entre primeros y segundos de cada zona. Independiente y San Lorenzo, por un lado, Central y Newell’s, por el otro. Todos se jugaban la cabeza diciendo que el ganador del clásico rosarino sería el campeón. Y la profecía se cumplió: después de eliminar a la Lepra, los Canallas fueron los primeros hinchas del interior del país que dieron la vuelta olímpica en Primera División.

Si el fútbol dejaba de existir inmediatamente después de la palomita de Poy, ningún hincha de Central se habría opuesto. Al contrario. Pero, se sabe, el fútbol es infinito y en la siguiente vuelta de la moneda les tocó mejor suerte a los de Newell’s. 

El empate en el Metropolitano de 1974 es la victoria más grande en la historia de Newell’s. Sí, sí: empate. Claro que para tomar real dimensión de lo que significó hay que ponerlo en contexto: los clásicos rivales de la ciudad jugaban por la última fecha del cuadrangular final, a la Lepra le alcanzaba con un punto para ser campeón, mientras que los Canallas estaban obligados a ganar para forzar un desempate. Se sorteó la localía y tocó jugar en el Gigante de Arroyito, primer guiño para Central, que además se encontraría ganando cómodamente el partido cuando quedaban veinte minutos para el terminar.

Cuando parecía que la taba volvería a caer para el mismo lado, descontó Capurro y después… bueno, después Mario Nicasio Zanabria dio vida a uno de los goles más espectaculares de la historia del fútbol argentino, sin exagerar. La pocas imágenes que dan vueltas por internet y los muchos recuerdos que viven en la memoria de los futboleros no dejan mentir: el zurdazo fue perfecto, la parábola milimétrica, el vuelo de la pelota cinematográfico, acompañado con la estirada inútil del arquero y como telón de fondo miles de cuerpos apretados en una tribuna que rebalsaba. 

El clásico rosarino con el tiempo trascendió las fronteras de la ciudad e incluso comparte con el Superclásico entre River y Boca la particularidad de ser los únicos que registran enfrentamientos en la Copa Libertadores. Fueron tres partidos en la edición de 1975, todos por la fase de grupos, los dos primeros terminaron empatados y Central se quedó con el tercero, que le permitió avanzar a la segunda ronda, gracias al solitario gol de Mario Alberto Kempes.

Los caminos de Central y Newell’s rumbo a un campeonato volvieron a cruzarse en las semifinales del Nacional 80. Otra vez quedaron mano a mano en la antesala de una final y el resultado se repitió: pasaron los Canallas y terminaron dando la vuelta olímpica. En esta ocasión el equipo que dirigía Don Ángel Tulio Zoff resolvió con mucha categoría y cierta facilidad el trámite. El 3 a 0 de la ida sentenció la historia y dejó para la anécdota el resultado de la revancha, lo mismo que pasaría en la serie contra Racing de Córdoba por el título. 

La locura que de a poco se fue devorando no solo al clásico rosarino sino al futbol argentino todo, comenzó, si es que puede precisarse una fecha, a finales de la década del ochenta. Cualquier similitud con los tiempos actuales no es mera coincidencia: la policía no podía garantizar la seguridad en los dos partidos que debían jugar Newell’s y Central por la Liguilla Pre Libertadores 88/89. ¿Qué hizo la AFA? Trasladó el clásico de Rosario a Buenos Aires.
En la ida empataron 1 a 1 en Vélez ante poco más de ocho mil personas, la mayoría de ellos porteños. En la revancha, Newell’s ganó por 5 a 3 en un partidazo con goles de apellidos ilustres: Blas Taffarel y Gabriel Batistuta, por dos, y Víctor Ramos para sentenciar la clasificación en la cancha de Ferro. 

El detalle más curioso de aquellos partidos del 89 es que fueron los últimos en los que el clásico de Rosario se jugó fuera de Rosario por cuestiones de seguridad, algo que parecía una locura irrepetible, hasta que casi treinta años después queda claro que siempre se puede estar un poquito peor…

La onda expansiva favorable a Newell’s contra Central en el filo de los 80/90 tuvo un capítulo inolvidable el lunes 8 de octubre de 1990. Además de las camisetas y las pasiones, estaban mano a mano, en los bancos, dos símbolos: Zoff y Bielsa. El equipo de Don Ángel llegaba invicto y el del Loco estaba dando sus primeros pasos hacia la historia grande. Como pocas veces en los últimos tiempos, aquella tarde sobraron las emociones.

Gamboa y Zamora pusieron arriba a la Lepra, Bisconti descontó para los Canallas. En el segundo tiempo, Ruffini puso el 3 a 1, pero Bisconti volvió a descontar. Lo que pintaba para remontada se derrumbó por el 4 a 2 de Lorenzo Sáez, que solo dejó lugar para un nuevo descuento del obstinado de Bisconti. Newell’s ganó 4 a 3 en el Gigante, donde llevaba diez años sin poder festejar. 

En los partidos que Central y Newell’s jugaron desde la década del 90 abundaron dos cosas: empates y barras. El fútbol quedó en un segundo plano para dejar lugar a los cruces entre hinchas que le pusieron al clásico el mote de “el más caliente del país”. Los límites del folklore se fueron corriendo de a poquito, sin que nadie lo notara, tanto que al principio resultó simpático, pero con el tiempo la locura terminó por devorarse todo hasta el punto de que las actitudes violentas dejaron de ser propiedad exclusiva de un grupo de delincuentes y se trasladaron a todas las tribunas.  

La lista nefasta de muertes vinculadas con el clásico rosarino registra al menos diez víctimas, sin contar los homicidios relacionados con las barras de cada club, una trama que la Justicia Federal de Rosario está tratando de resolver e incluye negocios cruzados que van desde la venta de drogas hasta pases de futbolistas.
De los pocos clásicos que sobresalen en el registro de los últimos veinte años, pasando la zaranda con cierta exigencia, quedan algunos que valen la pena ser recordados.

Es inevitable traer a la memoria el 4 a 0 de Central a Newell’s en el Apertura 97, un partido que no terminó y pasó a la historia como el “día del abandono”. La concatenación de hechos es elocuente: a los 2 minutos, gol de Da Silva. 35, gol de Coudet. Después, expulsados Dalla Libera, Zamora y Da Silva. 47, gol de Carracedo. Final del primer tiempo. 13 del segundo, roja a Saldaña. 15, gol de Carbonari. 18, expulsado Paris y se lesiona Herrera. Saldo: Central 4, Newell’s 0. En la cancha quedan diez vestidos de azul y amarillo contra seis de rojo y negro. En consecuencia: partido finalizado por inferioridad numérica.

Claro que para no ser menos, los hinchas de Newell’s tienen en la cartuchera dos enfrentamientos en los que le enrostran a Central haber abandonado. Uno fue el 4 a 0 del 1991, cuando el equipo campeón de Bielsa se floreaba hasta que los visitantes causaron disturbios con la policía y el partido se suspendió a falta de cinco minutos. El otro abandono Canalla ocurriría cinco años más tarde: como Newell’s estaba remodelando su estadio, tuvo que ser local en Arroyito, donde ganaba 2 a 0 y tenía un penal a su favor, pero los hinchas que eran visitantes en su propia cancha arrojaron bombas de estruendo y obligaron a la suspensión del encuentro cuando iban 20 minutos del complemento.

Del Siglo XXI se destacan dos clásicos rosarinos. Uno fue por partida doble y cayó para el lado de Central en la Copa Sudamericana del 2005. Fiel reflejo de la época, empataron sin goles en la ida y la serie se resolvió con un solitario grito de Germán Rivarola, que de sobrepique, en el epilogo del primer tiempo, mandó a la red una pelota que había peinado Marco Ruben. Fue la noche del “Pirulazo”, otra vuelta mágica de copa que terminaba como hacía 40 años.

A Newell’s también le alcanzó con un gol para disfrutar una de las victorias más festejadas de los tiempos modernos. Hace dos años, cuando se terminaba el partido, Maxi Rodríguez se vistió de héroe. Como Patoruzú, pateó el córner, un compañero bajó la pelota hacia el área y Maxi, que venía corriendo desde el banderín, la empujó con toda la tranquilidad que tenía disponible en el cuerpo en ese momento y salió festejando con un grito que todavía retumba en los oídos de miles de hinchas de Central, que habían colmado el Gigante y no lo podían creer.

Cuando jueguen, que suponemos será finalmente el 1 de noviembre, dónde sea y en las condiciones que se pueda, Central y Newell’s darán vida a la edición 336 de la historia del clásico rosarino, que tiene al Canalla arriba con 112 victorias contra 103 de la Lepra. Tendencia que también se refleja en los duelos oficiales que están 89 a 75 a favor del auriazul. Con el detalle de que este será el primer cruce en la renovada Copa Argentina, por lo tanto solo uno de los dos saldrá ileso, aunque, como dice Fontanarrosa, después de haber “envejecido cinco años, igual que siempre. Todo por un clásico, apenas. Un partido de fútbol, simplemente”.