Jorge Burruchaga, el autor del gol eterno

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Jorge Burruchaga, el autor del gol eterno

09/10/2021 | 15:33 | El ex futbolista brilló en Independiente y en Nantes de Francia. Dejó un legado que nadie olvidará: su grito en la final de México 1986. Nuestro homenaje.

Jorge Parodi

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Jorge Burruchaga, el autor del gol eterno

Hay goles que son eternos, que viven por siempre en nuestro corazón, que transitan sin permiso por la sangre de los futboleros.

Hay goles federales, que traspasan las fronteras de cada provincia, de cada ciudad, de cada pueblo o paraje, que recorren la geografía del país de sur a norte, de este a oeste.

Hay goles que se gritan con mil tonadas y en mil tonos distintos, pero suenan iguales porque se palpitan con el mismo fervor, con similar pasión, con la garganta conectada al corazón.

Hay goles que saltan grietas y nos unen en un mismo abrazo con los que queremos y hasta con los que ni siquiera conocemos, goles que saldan las diferencias entre populistas y neoliberales, derechas e izquierdas, creyentes y ateos.

Hay goles que no respetan edades, ni jerarquías, ni estratos sociales.

Hay goles que son patrimonio de todos y de nadie al mismo tiempo.

Hay goles que nos impulsan a salir disparados a una plaza para compartir esa loca alegría que pocas veces el fútbol nos depara y nos lleva a tocar bocinas y bombos, a cantar una canción de cancha mal aprendida, a pintarnos la cara y la piel de celeste y blanco con la impoluta candidez del pibe que sacamos desde bien adentro, muy de vez en cuando.

Generalmente, esos goles se celebran en Modo Mundial de fútbol, cada cuatro años, aunque a veces, como ahora, se hacen esperar mucho más tiempo más de lo aconsejable.

Ayúdenme a recordar:

El segundo gol de Kempes a Holanda en el 78, el de Diego a los ingleses en México 86, el del Cani a Brasil en 90 y el de este señor Jorge Burruchaga, que nos dio la Copa del Mundo en el Azteca, cumplen con todos los requisitos.

Argentina venció a Alemania por 3 a 2 la tarde del domingo 29 de junio de 1986 y por segunda vez logró adjudicarse la Copa del Mundo.

Ganaba el equipo de Bilardo por 2 a 0, en el segundo tiempo Alemania se puso 2 a 2 a 10 minutos del final, entonces todas las dudas y los temores nos invadieron, estábamos participando, sin imaginarlo, de un congreso de fantasmas que sobrevolaban sobre nuestra ilusión.

Entonces Diego, cuando no, a los 37 minutos del complemento, limpió la jugada desde la mitad de la cancha con un pase magistral al vacío, había espacio y allí, escapando a las marcas, estaba ese flaco número siete dispuesto a explotarlo. La de Maradona fue una asistencia perfecta (como la de Domingo Sarmiento al colegio), Burru corrió, corrió y corrió, Briegel nunca pudo alcanzarlo, Valdano lo acompañaba por la otra punta, pero no lo vió y si lo hizo, ya había tomado una decisión.

Ya sin alemanes a la vista, a la carrera, Burru se anticipó a la salida del arquero Schumacher y la puso contra el primer palo, la pelota entró ajustada y beso la red, un temblor que superó cualquier registro de la escala de Richter sacudió el piso de millones de argentinos que saltamos al unísono, ridiculizando a la ley de la gravedad, para tocar el cielo con las manos.

Tal como hizo Burru en el Azteca, arrodillado elevando sus brazos hacia el cielo buscando a su padre fallecido, como diciendo: “¡Viste papá hasta donde llegué!”

Fue en ese momento y con ese gol eterno cuando nos sentimos más campeones que nunca.

El fútbol y Jorge Burruchaga nos regalaron una alegría sin tiempo, que hasta hoy no pudimos repetir.

Burruchaga nació en Gualeguay, Entre Ríos un 9 de octubre de 1962. Por razones laborales, junto a sus padres y sus 12 hermanos se mudaron a Buenos Aires cuando Burru tenía 2 años.

Al ser numerosos hermanos y de familia humilde, tuvo que salir a trabajar de muy chico: vendía helados en la calle, fue pintor de obras, repartía diarios y también trabajó de albañil.

Su padre falleció cuando Jorge tenía 13 años, justo cuando lo dejaron libre en las inferiores de River.

Burru decidió dejar de jugar al fútbol, pero un amigo lo llevó a Arsenal de Sarandí, donde debutó en 1979 y se quedó durante 3 años.

En 1982 pasó a Independiente, donde completó 234 partidos e hizo 72 goles.

Burru se sumó a un equipo donde brilló con maestría Ricardo Bochini, junto a compañeros como Goyén, Clausen, Villaverde, Trossero, Carlos Enrique, Giusti, Marangoni, Barberón y Percudani, fue campeón del Metropolitano 1983, de la Copa Libertadores 1984 (donde Burruchaga consiguió el gol del título contra el Gremio de Porto Alegre), y de la Copa Intercontinental 1984.

Luego pasó al Nantes de Francia. En su primera temporada obtuvo el Trofeo al Mejor Jugador Extranjero de la Liga 1985-1986.

En el fútbol francés, jugando para el Nantes totalizó 140 partidos con 27 goles, y luego en el Valenciennes 32 más, con 10 goles.

En este último club estuvo vinculado en un caso de soborno, lo que le valió un año y medio de suspensión.

Regresó a Independiente en 1995 y completó su carrera hasta 1998. En 1995 consiguió la Supercopa y la Recopa con la camiseta del Rojo de Avellaneda.

Burru fue un volante, de los que hoy llamamos mixtos, con mucho despliegue, con más juego que marca, con mucha llegada y con el olfato de gol de un delantero.

En la Selección jugó entre 1983 y 1990, disputó 59 partidos y marcó 13 goles.

En 1983 debutó en el equipo que dirigía Carlos Bilardo y conquistó la Copa Mundial de Fútbol de 1986 en México anotando 2 goles en el torneo. El primero frente a Bulgaria para la victoria de 2-0 en fase de grupos, y fue el autor del tercer tanto que valió el triunfo por 3 a 2 sobre Alemania.

Burruchaga fue subcampeón en el Mundial de Italia. En la victoria sobre Unión Soviética 2-0 anotó el segundo gol y cuando tuvo que definir por penales -frente a Yugoslavia en cuartos y ante Italia en semifinales- no falló.

Desde su retiro en 1998, se dedicó a ser entrenador. Como DT se inició en Defensa y Justicia, y luego pasó a Los Andes, hasta llegar en 2001 a Arsenal de Sarandí, al cual llevó a la Primera División en 2002.

Después estuvo en Estudiantes, Independiente, Banfield, Godoy Cruz, Libertad de Paraguay y Atlético Rafaela.

Burru enviudó en 1995, su esposa Laura Mendoza, perdió la vida en un accidente automovilístico. Luego volvió a casarse con una hija del inolvidable Néstor Pipo Rossi.

Del primer matrimonio tiene 2 hijas y del segundo 2 hijos, Mauro, futbolista, y Román, tenista.

Burruchaga siempre cultivó el perfil bajo.

Muy lejos de aquel grito de gol en México que acompañamos todos los argentinos, en un coro emocionado y sin ensayo previo.

La historia de Burruchaga, tendrá en cuenta sus virtudes como futbolista, sus aciertos y errores como DT o como manager, pero esa misma historia habrá un capítulo que estará encima de todo, que se detendrá en un momento y en un lugar.

En ese instante glorioso e inolvidable.

En ese gol que se cantó en todos los tonos y todas las tonadas.

En esa corrida en la que los empujamos millones de argentinos.

En esa pelota que cruzó con maestría para que besara la red contra un palo, tal como besamos y abrazamos a quienes teníamos a nuestro lado en ese preciso momento.

Hay goles que nos desnudan el alma, que nos roban lágrimas de alegría, hay goles sin tiempo, ni olvido.

Hay goles, como el de Burruchaga en aquella final de México ante Alemania, que son eternos, únicos, históricos para nuestro fútbol, se trata, como dice el himno, de los laureles que supimos conseguir.

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