En las malas mucho más (Por Mauricio Coccolo)

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En las malas mucho más

27/06/2020 | 13:27 | La ilusión de celebrar un campeonato desvela a todas las personas que aman a su equipo, pero el verdadero hincha es el que aparece en los momentos más difíciles. Escuchá.

Mauricio Coccolo

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En las malas mucho más (Por Mauricio Coccolo)

Una de las pocas verdades incuestionables del mundo del fútbol es que los hinchas están siempre, como dice la canción: en las buenas y en las malas mucho más. Incluso, en las malas se da un fenómeno raro porque el fanatismo en lugar de disminuir aumenta hasta niveles increíbles. Como si los hinchas fueran más hinchas en las malas.

Las efemérides están aprovechando su momento de gloria y, caprichosas como son, traen al presente dos momentos que coincidieron —con años de diferencia, por supuesto— y fueron los peores de Diego Maradona y Lionel Messi en la selección argentina, pero terminaron convirtiéndose en multitudinarias muestras de amor de los hinchas.

Después del 26 de junio de 1994, Maradona vivió los días más convulsionados como jugador de Argentina cuando se supo que había dado positivo en un control antidoping. También después de un 26 de junio, pero de 2016, Messi atravesó semanas turbulentas luego de renunciar a la Selección porque no se le daban los títulos.

Lo que une a los dos momentos más tristes de los mayores ídolos del fútbol argentino fue la reacción de la gente, que en su gran mayoría salió a bancarlos contra todo.

Una de las pocas verdades incuestionables del fútbol es que los hinchas están siempre, como dice la canción: en las buenas y en las malas mucho más.

En el diccionario de frases maradonianas una de las más consultadas nació en aquellos interminables días de Estados Unidos 94: “Me cortaron las piernas”, dijo Diego para graficar con su habitual estilo lo que significaba ese doping que lo sacaba de carrera para siempre.

Menos histriónico, Lionel Messi eligió decir que todo se había terminado para él con la selección argentina porque ya lo había intentado varias veces y no se le daba el sueño de ser campeón.

Lo increíble en el caso de Messi fueron las reacciones de los hinchas cuando renunció a jugar para su país, después de perder la tercera final consecutiva: la gente salió a las calles a bancarlo. El final de la película, algunos años después, sería lo mejor. La secuencia fue desde que Leo contó cómo sufría Thiago por las críticas de los argentinos hasta que el nene vio a otros nenes de su país elogiando al papá.

Tocar fondo nunca es una experiencia agradable, pero a veces se vuelve necesario. En todos los ámbitos. Con la selección de fútbol pasó muchas veces, pero dos de las más emblemáticas ocurrieron en Mundiales. La primera se recuerda como el “Desastre de Suecia”, en 1958, cuando Argentina fue goleada 6 a 1 por Checoslovaquia. La otra ocurrió en 1974, cuando el equipo nacional pasó por la Copa de Alemania dejando en evidencia el caos organizativo que era el fútbol de selecciones.

En las malas se da un fenómeno raro porque el fanatismo en lugar de disminuir aumenta hasta niveles increíbles.

Más acá en el tiempo, el mayor fracaso de Argentina fue quedar afuera en la primera ronda del Mundial 2002. Que todos los dedos hayan señalado a Bielsa como el único culpable, dice mucho de los argentinos. Y que todavía hoy algunos lo desacrediten por aquel traspié, dice incluso más.

En los últimos años se puso de moda una palabra que mucha gente no sabe ni qué significa: resiliencia. Incluso hay que decirla despacio para no trabarse. ¿Qué es la resiliencia? Básicamente, adaptarse de forma positiva a acontecimientos negativos. ¿Más fácil? Martín Palermo. Palermo es resiliencia. Nadie como él superó los malos momentos, reemplazándolos por imágenes inolvidables.

Atravesar una etapa negativa muchas veces significa caminar hacia otra exitosa. La famosa luz al final del túnel. El mejor ejemplo del mundo del fútbol es lo que pasó con River, que después de sufrir el peor momento de su historia en el 2011, cuando descendió, cerró la herida con una sonrisa eterna desde Madrid para el mundo en el 2018.

En los dos extremos afloran sensaciones únicas, diferentes pero únicas. Pueden dar fe los hinchas de Independiente que se bancaron como pocos la dolorosa frustración de descender, lloraron todo lo que había que llorar, apretaron los dientes y volvieron a llorar, pero de alegría, mientras lustraban la chapa de Rey de Copas en el mismísimo Maracaná. Todo en apenas cuatro años.

Muchas veces las tristezas exceden al juego e invaden todos los ámbitos del club, le pasó a Racing durante larguísimos años desde la famosa frase de la síndico Ripoll en el 99 cuando dijo: “Racing Club Asociación Civil ha dejado de existir”. Pero como no hay males eternos, hace ya un buen rato que los hinchas de la Academia disfrutan por los títulos del nuevo “Racing positivo”.

Atravesar una etapa negativa muchas veces significa caminar hacia otra exitosa. La famosa luz al final del túnel.

Si hay un club que sabe de quiebras y resurrecciones ese es Belgrano, que estuvo al borde del abismo económico miles de veces hasta que en el 2001 se cayó definitivamente. Lo rescataron de última cuando apareció una sola oferta para gerenciarlo sobre la campana. Y a la vuelta de diez años, los mismos que habían sufrido en el infierno, tocaban el cielo con las manos haciendo hablar al mundo desde el barrio de Alberdi.

Quedarse sin cancha es como quedarse sin casa. Por lo tanto, recuperar la cancha es recuperar la vida. Si lo sabrán los hinchas de San Lorenzo que nunca se rindieron, soportaron las burlas y mantuvieron encendida la llamita de la vuelta a Boedo contra los peores vientos. Tardó en llegar, pero ya tienen la recompensa esperándolos.

En algunas ocasiones las crisis relativas pero prolongadas son peores que las repentinas y profundas. Algo de eso le pasó a Boca durante buena parte de las décadas del 80 y 90: quizás nunca besó del todo la lona, pero a cada rato apoyaba la rodilla. El peor momento posiblemente haya sido en el 84, cuando la decadencia quedó plasmada en esas camisetas blancas con los números pintados con fibras.

Si hay algo peor que tropezar con una piedra, es tropezar dos veces con la misma. Talleres lo sufrió cuando le tocó descender dos veces al Argentino A, pero en el momento más difícil de la historia del club florecieron como nunca los hinchas, que repletaron canchas recorriendo el país y, además, sostuvieron una estructura institucional que tambaleaba. Fue un fenómeno increíble de los Matadores: mientras peor estaban, más y mejores eran.

Serán eternas como el fútbol mismo esas historias de amores fuertes, e indestructibles, en las peores adversidades. Claro que sí: En las malas mucho más.

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