Argentina campeón de América: el día que todos fuimos felices

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El día que todos fuimos felices

11/07/2022 | 13:48 | Hace 365 días, Argentina rompía una sequía de 28 años sin títulos al coronarse en una inolvidable final ante Brasil en el mismísimo Maracaná. Un repaso de aquel glorioso 10 de julio, al estilo de Cadena 3.

Redacción Cadena 3

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Argentina campeón de América: el día que todos fuimos felices

6 de julio de 2021. Brasilia. La cosa empezaba ahí. Aunque, en realidad, venía desde hace varias semanas antes. Esa noche, Emiliano Martínez pasaba a ser simplemente “El Dibu” para los pocos que aún no lo conocían. Casi de la nada, su apodo comenzó a sonar en cada plaza de barrio, en el agudo grito de miles de chicos que se tiraban de un lado a otro entre dos remeras disfrazadas de palos. Los niños jugaban a ser él. “El Dibu” jugaba a ser leyenda.

10 de julio de 2021. Río de Janeiro. La copa terminaba ahí, aunque, en realidad, empezaba algo mucho más grande. Algo que no puede medirse desde la estadística, ni calcularse en un Excel, ni dimensionarse desde lo cuantitativo. Los números suelen ser fríos. Esto era distinto. Era sentir.

Y ese momento significaba mucho más que una final, mucho más que un título y mucho más que una vuelta olímpica. Era algo intangible, pero palpable. Era el nacimiento definitivo de “La Scaloneta”.

El mítico estadio Maracaná tendría que haber estado colmado, pero un capricho del destino quiso que la primera gran alegría de Lionel Messi con su seleccionado se diera en medio de una pandemia y con apenas un puñado de afortunados como testigos presenciales.

A pesar de ello, la ascendente ilusión de un pueblo transformó lo que podría haber sido un sábado cualquiera de un invierno cualquiera en un sábado inolvidable de un invierno inolvidable. Porque la historia se va a escribir en retrospectiva rebobinando a ese día, que también es estos días, y serán los próximos días.

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Volver a pensar en ese 10 de julio es volver a llenarse de esas mismas sensaciones, esos mismos sufrimientos, esa misma alegría. La que empezó con el pitazo inicial del uruguayo Esteban Ostojich. Ahí, el reloj se detuvo. Fue a eso de las 9 de la noche de nuestro país. Richarlison movió la pelota hacia atrás y empezaron los 90 minutos más largos y dulces de los últimos tiempos.

El escenario era soñado para hacer historia: una final, un Argentina-Brasil, el Maracaná y una sequía de 28 años. Esa noche, casi 50 millones fuimos “El Dibu” Martínez, Montiel, “El Cuti” Romero, Otamendi y Acuña. Y fuimos Di María, De Paul, Paredes y Lo Celso. Y fuimos Messi y Lautaro Martínez. Y, también, Lionel Scaloni.

“Oh juremos con gloria morir”. La última estrofa del himno sonó como un grito de guerra en el templo del fútbol brasileño. Y los jugadores argentinos lo tomaron como la batalla final. La Selección ya venía de muchas decepciones seguidas, de dolores profundos, de golpes en el corazón. Era ahí. Tenía que ser ahí.

Argentina arrancó el duelo concentrada, metida, con orden, juego e intensidad, sellos devenidos de la mano de un entrenador duramente criticado que se encargó de silenciar los injustos latigazos hasta convertirse en el símbolo de una generación.

El reloj marcaba 21 minutos del primer tiempo. Era algo más de las 21.20, o por ahí. Poco importaba la hora en ese instante en el que De Paul metió un magistral pase para el galope de Di María, que con admirable sangre fría definió con sutileza por encima de Ederson para el despertar de un indómito grito que se escuchó desde Ushuaia a La Quiaca y retumbó en todo el mundo.

Y fue justo Di María el ángel de la Selección. El de las lesiones inoportunas, el tantas veces discutido y el que venía haciendo un torneo bárbaro metió una hermosa pincelada digna de su zurda mágica para empezar a cambiar la historia. La suya, la de Argentina, la de Messi y la de todos.

Después, vino el sufrimiento. El equipo de Scaloni estaba jugando de gran manera la final, pero al frente tenía al cuco mayor, y en su casa. Brasil no perdía de local desde 2014, cuando cayó ante Países Bajos por el tercer puesto del Mundial. Y había alzado las cinco ediciones de la Copa América organizadas en su país. Los números asustaban, pero estaban para romperse.

A los 6 del segundo tiempo, Richarlison, que había calentado la previa, marcó en offside lo que hubiera sido el empate. Fue un susto que se prolongó, ya que, algunos minutos después, las manos del “Dibu” dejaban el arco en cero y la ilusión intacta.

Los segundos parecían horas, pero pasaban. Y, de a poco, se acercaba el final. Nadie se animaba a esbozar un festejo prematuro. Los fantasmas aparecieron de nuevo cuando, con el tiempo casi cumplido, Messi no pudo definirlo en una posición inmejorable.

Pero “La Scaloneta” merecía hacer historia. Era ahí. Era un 10 de julio. Y ese pasado cenagoso quedó sepultado bajo la montaña de hombres vestidos de celeste y blanco que fueron a abrazar a Lionel, quien cayó de rodillas al verde césped y estalló en lágrimas tras el pitazo que marcaba la apoteosis final. Pero, esta vez, el llanto no era de tristeza: era de alegría, la alegría de un fútbol más justo con su rey, la alegría de todos. La alegría sin fin.

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El final de la final marcó el principio de una nueva era. Después de tantos sinsabores y años amargos, por fin el pueblo se enamoró de su Selección. Y vinieron los emocionantes festejos en el país, un nuevo título en “La Finalissima” y el invicto histórico.

Tras un largo período de tiempo, el representativo nacional vive un romance de película con los hinchas, justo en un año de Mundial. Con Qatar a la vuelta de la esquina, Argentina se asoma como un equipo que va a dar pelea y que tiene motivos de sobra para ilusionarse. Y que sabe que en el fútbol, como en la vida, la felicidad es más intensa cuando llega después de surfear las olas más difíciles.

Porque ese 10 de julio se cerró la grieta, o tantas grietas, y una Argentina partida se arregló de golpe, casi de la nada, por un gol, por una copa, por unas horas, o por una eternidad. Porque el 10 de julio de 2021 será una fecha que quedará para siempre en el corazón de todos los argentinos. Porque las lágrimas, los abrazos, los festejos en las calles, en las casas, en los campos, en los barrios, están guardados en algún lugarcito de cada uno. Y lo seguirán estando. Porque el 10 de julio de 2021 fue el día que todos fuimos felices.

Textos: Juan Schulthess / Narración: Raúl Monti / Edición de audio: Érika Andújar

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