El desafío de terminar con los odiadores seriales

La otra mirada

El desafío de terminar con los odiadores seriales

10/07/2020 | 09:07 |  

Fernando Genesir

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El desafío de terminar con los odiadores seriales

En el acto por el Día de la Independencia, rodeado en Olivos por empresarios y sindicalistas y acompañado de manera virtual por los gobernadores, el Presidente retomó el mensaje de unidad.

"Vine a terminar con los odiadores seriales y vine a abrir los brazos para que nos unamos. No vengo a instalar un discurso único", dijo Fernández.

Lo escuchaba al Presidente y me acordaba que cuando asumió, en el Congreso, dijo que necesitaba "que la palabra recupere el valor que alguna vez tuvo entre nosotros".

Y recordaba también que convocó "a la unidad de toda la Argentina en pos de la construcción de un nuevo contrato ciudadano social". Y que la convocatoria fue "sin distinciones, para poner a la Argentina de pie".

Hoy se cumplen 7 meses de aquel 10 de diciembre.

Y en este tiempo pasaron cosas no tan coherentes con aquellos dichos, mostrando muchas veces un Presidente cercano a su vice, es decir alejado de la moderación.

Sin ir más lejos, esta semana reuiteó un video con burlas y "piñas" para un periodista tras el cruce con el jefe de Gabinete.

Y en abril había hecho algo parecido cuando replicó un agravio a Jonhatan Viale, del que después se arrepintió.

Y puedo poner otros ejemplos de cómo el propio Presidente no venía colaborando mucho con su palabra empeñada.

Ayer, Alberto Fernández volvió a hablar a tono con su mensaje inicial.

Hizo un nuevo llamado a la cordura y el equilibrio. Todo un desafío, sobre todo después de haber borrado con el codo lo que escribió con la mano.

Sonó a relanzamiento del Gobierno en un momento muy complicado.

Y me recordó el eslogan de Argentina Unida, que alumbró con el triunfo electoral.

Claro que ya en el gobierno hace falta una decidida acción diaria que se corresponda con lo que se predica porque sino es sólo un cartel marketinero vacío de contenido y así termina siendo otra vez relato.

Y en Argentina lo que sobra es relato, y lo que falta es acción.

Sin acción, la palabra del presidente carece de credibilidad.

Es otra oportunidad que el propio Presidente se autoimpone.

Empezando por él, que si ayer dijo lo que dijo, deberá actuar en consecuencia, dejando de lado las reacciones violentas.

También será interesante ver si el Presidente logra aplacar las voces del odio que surgen de su propio espacio político y que no parecen tener la más mínima intención de desandar ese camino.

Y también es todo un desafío para ver si los opositores que militan para ampliar la grieta deciden transitar el sendero del equilibrio.

Sobre todo, por lo que ocurrió a las pocas horas del acto patrio: durante las protestas contra el Gobierno, se pudo ver a manifestantes con carteles que decían "acá estamos los odiadores seriales" y a otros que levantaron una figura inflable de Cristina Kirchner vestida de presa.

Y cerca del Obelisco, algunos de los que reclamaban "República" y "libertad" agredieron a un móvil del canal C5N. Lamentable.

Del otro lado de la grieta, fue llamativa la reacción de la intendenta de Quilmes: la ultrakirchnerista Mayra Mendoza dijo que la convocatoria contra el gobierno "no tiene sentido y es antidemocrática".

No se quedó ahí la democrática Mayra: dijo que lo de ayer "fue parte de Macri, Vidal y Patricia Bullrich, que promueven el odio constantemente y buscan generar el caos en el país".

Así, el discurso presidencial pareció un deseo de buenas intenciones, muy alejado de la realidad.

¿Hace falta otro ejemplo?

Oficialismo y oposición vinculando al poder de turno con muertes y asesinatos: pasó con Santiago Maldonado y pasó con Fabián Gutiérrez. Estuvo mal aquello y está mal esto. Que haya pasado en aquel momento, no justifica que vuelva pasar ahora, aunque con los roles cambiados.

Ayer mismo, el acto por el Día de la Independencia desató una polémica impensada porque el Presidente dijo que la Radio Nacional Tucumán "volverá" a llamarse Mercedes Sosa y desde Cambiemos le contestaron que nunca dejó de llamarse así.

Realmente increíble. Gente grande peleando como chicos por una placa. Con los problemas que tenemos que resolver los argentinos: pandemia, cuarentena, pobreza, desempleo, recesión, inflación, deuda, coparticipación, caída de la recaudación, comercios que cierran, empresas que se van, falta de crédito, emisión, cepo, presión impositiva, deserción educativa, déficit habitacional, injusticia, impunidad, corrupción.

¿Hasta cuándo se puede seguir en este camino que nos ha conducido al fracaso permanente?

No hay un aparato que mida el odio. Tampoco hace falta. Sobran los síntomas para concluir que el paciente tiene fiebre. Y mucha. Al borde de convulsiones.

Es el Presidente, como máximo responsable del Gobierno, el que debe marcar el rumbo, siendo consecuente con sus palabras y predicando con el ejemplo.

Él debe ser el primero en sumar todos los días para restarle condimentos a la agrietada realidad argentina.

Pero también los que hoy en están en la oposición tienen un papel no menor: a ellos, el voto de la sociedad los puso como contrapeso para evitar el desequilibrio de poder y para controlar al poder.

Ellos también, por un lado predican en contra de la grieta y por el otro sacan un inoportuno comunicado que no hace otra cosa que agrandar la grieta.

También desde la oposición es muy importante no seguir aportando las semillas del odio.

Saben todos, oficialismo y oposición, y también la sociedad, tan dividida como el poder, que la Argentina sigue siendo terreno fértil para sembrar y cosechar divisiones.

Sería interesante saber a quiénes alude Alberto Fernández. ¿Quiénes son los odiadores seriales? ¿Sólo a los que están en la oposición, a parte del Frente de Todos?

Y lo otro, que me parece importante, es ¿cómo se hace para terminar con los odiadores seriales?

Me imagino que una forma es reemplazar la venganza, hija natural del odio, por el diálogo democrático entre mayorías y minorías.

Y a partir de allí, lograr consensos básicos, por ejemplo sobre la necesitad de una justicia independiente que no consagre la impunidad.

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