Brian Olivera, de la quimioterapia a la gloria de Primera

El Estadio Abel Sastre fue testigo de la hazaña: Estudiantes de Río Cuarto selló su regreso a la élite del fútbol argentino tras empatar 1-1 con Deportivo Madryn (global 3-1) en la final del Reducido de la Primera Nacional. Pero más allá de los goles de Luis Silba y Agustín Morales, y de la expulsión de Federico Recalde, la imagen que inmortalizó la jornada llegó desde la intimidad del vestuario.

Allí, el héroe bajo los tres palos, Brian Olivera, rompió en un llanto que valía más que mil palabras.

“Hace tres años estaba haciendo quimio y peleando por mi vida, y los médicos me dijeron que no iba a jugar más al fútbol. Y mirá ahora, campeón, subimos a Primera”, confesó Olivera a a Cadena 3.

El arquero no solo celebró la vuelta del León a Primera División, sino que festejó su propia resurrección deportiva. Su historia es un testimonio conmovedor de resiliencia: la vida le había puesto el obstáculo más grande, pero la determinación y el apoyo de su familia le dieron la “segunda oportunidad” que ayer coronó con un ascenso a la Liga Profesional 2026, bajo la dirección de Iván Delfino.

El partido, si bien se mantuvo equilibrado tras el 2-0 de la ida, tuvo a Estudiantes generando las chances más claras, negadas una y otra vez por la figura del local, Yair Bonnin. Los de Río Cuarto pudieron definirlo antes, pero el destino quiso que la épica se cocinara a fuego lento.

A pesar de los incidentes finales con la parcialidad local, el pitazo de Facundo Tello confirmó la victoria del fútbol y, sobre todo, la victoria personal de Brian Olivera, un hombre que no solo atajó balones, sino también las sentencias más duras de la vida. 

Su ascenso es un grito de esperanza que retumba en todo el fútbol argentino.

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