La Vivera Orgánica: un proyecto que cambió la realidad de un barrio vulnerable

La historia de Elizabeth Cuenca es la de alguien que convirtió la adversidad en una oportunidad. Nacida en Perú, llegó a la Argentina en 2011 y se instaló en la Villa Rodrigo Bueno, en Buenos Aires, donde enfrentó condiciones de vida precarias: calles de tierra, inundaciones, falta de servicios básicos. Pero entre esas dificultades encontró un camino: la naturaleza, la comunidad y el trabajo colectivo.

En 2018, durante asambleas barriales organizadas junto al Instituto de Vivienda de la Ciudad, Elizabeth se sumó a un taller de jardinería. Lo que parecía una capacitación más pronto se transformó en una idea superadora: “Nos dimos cuenta de lo difícil que era consumir productos sanos y orgánicos. Así cambiamos la jardinería por la agricultura y comenzamos a cultivar”, contó en diálogo con Cadena 3.

Ese primer paso dio lugar a La Vivera Orgánica, un emprendimiento comunitario que hoy produce más de 80 especies de plantas nativas y autóctonas, entre ellas azucenita de río, santa lucía, anacahuita, cedrón del monte y enredaderas como el tassi y la uña de gato. Su objetivo es claro: recuperar flora de la Reserva Ecológica Costanera Sur y crear corredores verdes en medio de la ciudad.

La pandemia puso a prueba al proyecto, pero también lo consolidó. “Armamos kits de huerta y los enviamos a todo Capital Federal. La gente pudo tener sus propias plantas en balcones y terrazas, y al mismo tiempo un espacio de terapia y cuidado de la salud”, explicó Cuenca.

Hoy, La Vivera Orgánica se sostiene con la venta de plantines de huerta, aromáticas y nativas, y también ofrece servicios de armado de huertas, jardines de mariposas y colibríes, talleres y mantenimiento de espacios verdes. Empresas, organismos públicos y vecinos son parte de esta red que crece desde el corazón de un barrio popular hacia toda la ciudad.

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Pero el valor de la iniciativa va más allá de lo económico. “La Vivera Orgánica @laviverarb es la cara fundamental de la integración social, económica y cultural del barrio Rodrigo Bueno con el resto de la ciudad”, destacó Elizabeth.

Su historia es, en definitiva, un testimonio de resiliencia y construcción colectiva. “Encontré ese momento donde pude meter manos a la tierra y dije: este es el lugar. Es la oportunidad de devolverle a la vida lo que la vida me da”, reflexionó.

Desde la precariedad hasta un proyecto autosustentable que siembra conciencia ambiental, integración y futuro, Elizabeth Cuenca demuestra que, incluso en medio de las dificultades, siempre hay una Argentina posible.

Entrevista de Fernando Genesir