La familia que convirtió su pizzería en el tambo robotizado más alto del país

A 2.782 metros sobre el nivel del mar, en Tafí del Valle, Tucumán, funciona el tambo robotizado más alto del mundo. Allí, entre cerros y pastos verdes, la familia Murga lleva adelante “Tambo Señora Sofía”, un emprendimiento que nació de una pizzería y hoy combina tecnología, tradición y amor por la producción local.

La historia comenzó en 1998, cuando los padres de Sebastián Murga abrieron una pizzería en Yerba Buena, provincia de Tucumán. “Mi mamá y mi papá hacían pizzas, uno en la cocina y el otro atendiendo el teléfono. Fueron el primer delivery sin cargo de Yerba Buena”, recuerda Sebastián. Con el tiempo, surgió la necesidad de fabricar su propia mozzarella, y así nació el sueño de tener un tambo.

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En 2006, ese sueño se concretó en Santiago del Estero, donde levantaron su primer tambo y fábrica de lácteos. Años después, decidieron mudarse a Tafí del Valle, atraídos por el paisaje y el potencial turístico. “Nos vinimos con todo: las vacas, la planta, todo. Queríamos cambiar el rumbo del negocio y sumar el agroturismo”, explica Sebastián, hoy de 26 años y al frente del emprendimiento.

En 2024 dieron un paso decisivo: incorporaron robots de ordeñe para automatizar la producción. “Fue una decisión para mejorar la calidad de vida del operario y del productor. La tecnología cambia mucho: brinda información en tiempo real y permite tomar decisiones más rápido”, señala.

Actualmente, el tambo produce queso de Tafí con denominación de origen, quesillo, dulce de leche, leche entera y chocolatada, además de la tradicional mozzarella que aún abastece a la pizzería familiar. “Estamos al 40% del proyecto. La meta es llegar a 150 vacas en ordeñe y tener tres turnos de fábrica, de lunes a sábado”, cuenta Sebastián, quien además sueña con exportar sus productos cuando el emprendimiento esté a plena capacidad.

Pero detrás de las máquinas y los litros de leche, hay una historia de raíces y decisiones personales. Sebastián confiesa que en su juventud pensó en emigrar, como muchos de sus amigos. “Le dije a mi papá que me quería ir del país. Él me pidió que lo piense bien. Después llegó la pandemia, me vine al campo y me quedé. Me enamoré de esto. Hoy estoy feliz y con muchas ganas de seguir adelante”, contó.

Desde la pizza hasta el ordeñe automatizado, la familia Murga demuestra que la innovación también puede nacer del trabajo familiar y del amor por la tierra. En las alturas de Tafí, entre montañas y tecnología, su tambo robotizado es una prueba viva de que la Argentina posible también se construye con manos y sueños que no se rinden.

Entrevista de Fernando Genesir