La familia argentina que inventó una cosechadora de té y la exporta al mundo

En un rincón de Misiones, donde el verde de las plantaciones de té se funde con las lomas rojas del suelo, una familia argentina tejió una historia tan improbable como inspiradora: inventar desde cero una máquina para cosechar té y lograr exportarla a destinos impensados como Kenia, Ecuador y Estados Unidos.

Todo comenzó con Julio Lory, hoy de 86 años, quien hace más de medio siglo decidió enfrentar un problema con ingenio: ¿cómo cosechar té en Argentina sin mano de obra barata?. “Mi papá arrancó con un pequeño tallercito. Fabricaba máquinas manuales para cosechar té. Se las ingeniaba con lo que tenía a mano”, cuenta su hijo Jorge Lory, segunda generación de esta saga familiar.

Julio, descendiente de inmigrantes suizos, tuvo dificultades hasta para terminar la escuela primaria, porque solo hablaba alemán. Pero su creatividad y determinación superaron las barreras del idioma: “Con otros productores empezaron a adaptar tractores Fiat U25 para cortar las hojitas del té”, explica Jorge.

De tres generaciones a una fábrica

La historia dio un salto cuando se sumó David Lory, nieto de Julio e ingeniero electromecánico formado en la UNaM de Oberá. “David se recibió en 2015 y se incorporó al proyecto. Desde chico estaba con nosotros en el taller, apasionado por los fierros”, dice Jorge, con orgullo.

David explica por qué mecanizar la cosecha del té fue todo un desafío técnico: “El brote del té son tres hojitas tiernas. Cosecharlas con máquina sin dañarlas es difícil. Hubo que adaptar el cultivo a la máquina, y la máquina al cultivo. Fue un trabajo de ida y vuelta”.

/Inicio Código Embebido/

Entre los ajustes que requirió el proceso, menciona: “Las plantaciones tienen que tener cierta altura, separación entre surcos y espacio para que la máquina maniobre. Además, hay que cuidar que no se cuelen hojas maduras o que no se dañe el brote”.

La máquina desarrollada por los Lory usa una sierra de vaivén para cortar, una cinta transportadora y un sistema neumático que aspira las hojas y las deposita en un canasto, listo para llevar al secadero. “Según la calidad que se busque, se puede cosechar cada tres semanas o cada 45 días”, detalla David.

Del barro misionero a los campos del té de África y América

En 2015, el mismo año en que David se recibió, llegó el primer gran desafío internacional: una cosechadora para Ecuador, en zonas de pantanales con mucha lluvia. “Tuvimos que desarrollar una máquina 4x4, con transmisión hidráulica y neumáticos especiales. La armamos allá, cosechamos una semana. Fue un hito”, recuerda Jorge.

Pero lo que parecía un gran logro fue apenas el comienzo. La historia llegó a oídos de un productor británico con campos en Kenia, uno de los principales exportadores de té del mundo. “Nos invitó, viajamos a Nairobi y de ahí ocho horas hasta Querillo. Tienen 260.000 hectáreas de té, todo cosechado a mano. ¡Misiones y Corrientes juntas tienen 35.000!”, relata Jorge, aún sorprendido.

Allí también dejaron una máquina. “Era impensado para mí. Después de tantos años en el torno y la soldadura, jamás imaginé que íbamos a exportar lo que fabricamos acá”, dice.

El último capítulo lo están escribiendo ahora: una máquina que viaja a Carolina del Sur, Estados Unidos. “La terminamos esta semana. Otro gran desafío. Jamás pensé que nuestro taller chiquito en Oberá podía llegar tan lejos”, dice Jorge.

La cosechadora que exportaron a Estados Unidos

Máquinas hechas en Misiones

Consultado sobre la competencia internacional, Jorge es claro: “Hay máquinas japonesas y chinas, más livianitas, pensadas para suelos parejos. Pero las nuestras están hechas para los desniveles de Misiones. Son más robustas”.

La historia de la familia Lory resume con precisión lo que significa La Argentina Posible: visión, esfuerzo, herencia y una convicción firme en el poder de transformar problemas en soluciones. Lo que empezó como una necesidad terminó siendo una hazaña tecnológica y productiva con impacto global.

Entrevista de Adrián Simioni