La fábrica de pines que llevó el merchandising argentino a marcas globales

Nació como una respuesta creativa a una necesidad concreta en pleno Mundial 2022 y hoy se consolida como una pyme cordobesa. Se trata de Siete Millas, una fábrica de pines y merchandising metálico que, en apenas tres años, pasó de producir en una casa alquilada a trabajar para marcas internacionales como Disney, Google, McCain y empresas de primer nivel de la región.

El proyecto fue creado por tres amigos con un objetivo claro: trabajar juntos y cubrir un vacío en el mercado local. En medio de las restricciones a las importaciones, detectaron que productos como los llaveros del Mundial solo se conseguían en versión importada. “¿Por qué no hacerlos acá?”, se preguntaron. Esa simple idea dio origen a una empresa que hoy emplea a 12 personas y proyecta llegar a 15 en los próximos meses.

Desde Córdoba, primero cerca del Puente Zípoli y ahora en un galpón de 750 metros cuadrados dentro de un parque industrial, Siete Millas se convirtió en la primera fábrica industrial de merchandising metálico del país. Produce pines, llaveros, prendedores, destapadores e insignias totalmente personalizadas, con tecnología de impresión 3D, inyección y un alto nivel de detalle en metal y pintura.

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Actualmente fabrican alrededor de 25.000 unidades mensuales, pero con la incorporación de nueva maquinaria esperan escalar su producción a entre 100.000 y 120.000 piezas por mes. Esa capacidad, sumada a la velocidad de entrega y la flexibilidad en los volúmenes, les permitió competir con proveedores internacionales, especialmente asiáticos. “Podemos producir series más chicas, personalizar diseños y responder rápido. Además, hablar el mismo idioma también marca la diferencia”, explica Claudio González, uno de los socios de Siete Millas.

El acceso a marcas globales no fue casual. La estrategia se apoyó en un trabajo sostenido con agencias de marketing, responsables de seleccionar proveedores para grandes compañías. Muestras, presentaciones, pruebas de calidad y cumplimiento estricto de plazos fueron clave para ganar confianza en un segmento altamente exigente, con protocolos estrictos, especialmente en empresas como Disney.

Siete Millas también comenzó a exportar: ya trabajaron con clientes de Brasil y Chile, y cerraron acuerdos para nuevos envíos regionales. En esta etapa inicial, incluso aceptaron márgenes mínimos para abrir mercados, con la expectativa de mejorar condiciones a partir de cambios impositivos y en el régimen de exportaciones.

El crecimiento acelerado volvió central el debate sobre los costos laborales. Desde la empresa reconocen que la decisión de sumar personal está atada a una mayor previsibilidad normativa. “Si hoy estuvieran dadas las condiciones, ya habríamos incorporado más gente”, señalan.

En un mundo cada vez más digital, Siete Millas demuestra que el merchandising tangible no perdió vigencia. El peso del metal, el diseño, el color y el contacto físico siguen siendo un diferencial para grandes marcas y, sobre todo, para pequeños emprendedores que buscan ver su logo convertido en un objeto concreto.

El nombre no es casual: “Siete Millas” alude a la distancia simbólica entre la Tierra y la estratósfera, una metáfora de su propuesta de llevar las marcas “hasta lo más alto”. Y, a juzgar por su recorrido, el despegue ya empezó.

Al final, el mensaje que deja la historia es claro: la Argentina es posible cuando hay equipo, objetivos compartidos y decisión de interceptar la vida en lugar de verla pasar. En Córdoba, tres amigos lo hicieron, y hoy su proyecto ya mira más allá de las fronteras.