Volver a nacer
09/06/2025 | 14:42
Redacción Cadena 3
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Estuvo más de 100 días internado y desde hace un año tiene un nuevo corazón
En un mundo que vive a mil, donde lo urgente aplasta a lo importante y el tiempo parece no alcanzar para nada, hay momentos en los que la vida te obliga a frenar. Y no por elección, sino por necesidad. A Alan Olivera la vida lo detuvo de golpe. Un día cualquiera le dijeron que su corazón ya no podía más y que necesitaba un trasplante. Así, de la noche a la mañana, su rutina cambió por completo y se convirtió en una larga espera.
Alan pasó más de seis meses internado en un hospital, aguardando la llegada de ese órgano que le daría una segunda oportunidad. Durante más de 100 días vivió en una habitación, esperando lo que él mismo llama “un milagro”. Y ese milagro, finalmente, llegó: un corazón nuevo le permitió volver a vivir.
“Siempre agradecido a mi donante, a mi ángel. Si no fuera por él y su familia, nada de esto pasaría”, dice Alan con voz serena pero firme. A pesar del sufrimiento, habla con una gratitud que conmueve.
Pero no estuvo solo. Su historia trascendió las paredes del hospital y conmovió a miles porque, mientras él esperaba adentro, su barra de amigos lo esperaba afuera. Todos los días, sus compañeros de vida se turnaban para hacerle el aguante desde la vereda: pasacalles, carteles, llamados, mensajes de aliento. “Gracias a ellos, los días adentro fueron más llevaderos”, cuenta Alan.
/Inicio Código Embebido/
/Fin Código Embebido/La espera fue larga, dura y llena de incertidumbre. Un virus desconocido había afectado su corazón años atrás, y después de casi una década de tratamientos, el órgano dijo basta. “No se sabe qué virus fue, pero me dejó así. Y llegó un momento en el que el corazón no daba más. Me dijeron que necesitaba un trasplante para vivir”, relata.
La vida, entonces, quedó suspendida en una lista de espera. “Cuando entrás a la lista, no te queda otra que esperar. No sabés cuándo va a llegar ni si va a llegar. Es una espera eterna, con noches larguísimas”, dice. Y en esa eternidad, los pensamientos más oscuros aparecen: “¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Hasta cuándo? ¿Por qué mis hijos tienen que sufrir?”. Alan admite que esos días fueron los más difíciles de su vida.
Hoy, ya con el corazón latiendo fuerte, Alan habla desde otro lugar. Vive sin miedo, aprecia cada instante, y tiene claro qué cosas valen la pena. “Es como volver a nacer”, asegura. “Cosas que antes no podía hacer, ahora las hago sin miedo. Es hermoso vivir así, es como cumplir años todos los días”.
La historia de Alan también nos obliga a repensar nuestras propias urgencias. Nos quejamos por pequeñas cosas, discutimos por pavadas, y perdemos de vista lo esencial. “Uno se hace mala sangre por tonterías. Hasta que la vida te pone en una situación límite y te das cuenta de lo importante”, reflexiona.
Hoy Alan quiere seguir contando su historia, no solo para agradecer, sino también para generar conciencia. “Sigamos hablando de donación de órganos, que salvan vidas”, pide. Y su historia lo confirma. Alan no solo volvió a vivir. Volvió a hacerlo con la certeza de que la vida, incluso cuando se detiene, puede volver a empezar.
Entrevista de Fernando Genesir
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