El tabaco y sus nuevas formas: la adicción que se reinventa y preocupa

El tabaco ha mutado. Ya no es solo el cigarrillo clásico que llenaba de humo bares, oficinas y hogares. Ahora también se presenta como vapor perfumado en dispositivos coloridos que prometen placer sin culpa. Pero los peligros están lejos de desaparecer. 

Retroceso local, avance global

Mientras en buena parte de Europa las campañas contra el tabaquismo logran resultados sostenidos —como las publicidades que actualmente circulan en España y el País Vasco dirigidas directamente a los adolescentes—, en Argentina se observa un fenómeno preocupante: el resurgimiento del consumo entre chicos y chicas de apenas 13 o 14 años.

“Dos generaciones se alejaron del cigarrillo por haber vivido sus efectos en carne propia. Sin embargo, hoy se reaviva esa adicción disfrazada de modernidad y marketing”, explicó en Cadena 3 el doctor Enrique Orschanski. El fenómeno tiene un nuevo protagonista: el vapeador, o cigarrillo electrónico. Estos dispositivos se presentan como una alternativa inocua, pero la evidencia científica demuestra lo contrario.

Durante décadas, fumar fue símbolo de glamour, rebeldía o madurez. Hoy, el vapeador ocupa ese lugar en la cabeza de los adolescentes. Incluso en la cultura popular, el cigarrillo ha sido parte de la construcción de identidad, algo que hoy se reproduce con dispositivos que parecen inofensivos.

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¿Humo sin humo?

Uno de los conceptos más inquietantes surgidos en la charla fue el del “humo de tercera mano”: residuos invisibles del tabaco que permanecen en paredes, ropa, tapizados, incluso mucho después de haber fumado. La Federación Argentina de Cardiología y la Unión Tabáquica Argentina alertan sobre su potencial impacto cancerígeno, incluso en quienes nunca fumaron.

Y si bien hay quienes siguen considerando a los cigarrillos electrónicos una herramienta terapéutica para dejar de fumar, los expertos son categóricos: los vapers liberan sustancias nocivas —nicotina, metales pesados, formaldehído, saborizantes—, que afectan particularmente al cerebro adolescente.

Una batalla que también es cultural

En Argentina, desde 2011 está prohibida la comercialización y promoción de estos dispositivos (Disposición 3226 de ANMAT), pero la realidad supera a las normas. El consumo crece y las campañas deben adaptarse.

“No hay que dejarse engañar por la forma: el enemigo sigue siendo el mismo”, resumió Orschanski. Por eso, iniciativas como la campaña nacional “El vapeo y sus riesgos” buscan desmitificar el consumo e interpelar directamente a quienes hoy están cayendo en la trampa de un hábito que se vende como moderno, pero que repite los mismos daños.

La lucha contra el tabaco —en todas sus formas— no está ganada. Y aunque haya avances, cada generación necesita su propia estrategia de prevención. El problema no es solo médico, es cultural y comunicacional. Hay que hablarle a los chicos con el lenguaje de hoy.