El niño de 12 años que es sensación en las exposiciones ganaderas con sus ovejas
El niño de 12 años que es sensación en las exposiciones ganaderas con sus ovejas

Mirando al futuro

El niño de 12 años que es sensación con sus ovejas en las exposiciones ganaderas

14/11/2025 | 14:27

Fermín Eder vive en Germania, Buenos Aires, y con solo 12 años deslumbra en Palermo y en competencias nacionales por su ojo técnico y su pasión por la cría de ovejas, un legado familiar de cinco generaciones.

Redacción Cadena 3

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Con 12 años sorprende al campo argentino con ovejas campeonas

En Germania, al noreste de la provincia de Buenos Aires, una historia profundamente argentina vuelve a mostrar que el arraigo y el amor por la tierra pueden transmitirse de generación en generación. Allí vive Fermín Eder, un chico de 12 años que va a la escuela, juega al fútbol en el club del pueblo… y se convierte, cada vez que entra a una pista rural, en una joven promesa de la ganadería nacional.

Hijo de Diego y María Gabriela Eder, y quinta generación de una familia vasca llegada al país en 1909, Fermín ya obtuvo premios en Palermo y en el Torneo Nacional de Huinca Renancó con sus ovejas Hampshire Down, una pasión que nació por mirar trabajar a su padre y que hoy lo impulsa con una madurez sorprendente.

Todo comenzó cuando Diego, su papá, preparaba un toro para llevar a Palermo. Fermín lo observaba en silencio, curioso. “Ahí empecé a ver cómo preparaba y me empezó a gustar”, cuenta. Para acompañar ese entusiasmo, su padre le compró algunas ovejas, animales más adecuados para que él mismo pudiera manejar. A partir de ese momento, el niño incorporó una rutina que exige paciencia, técnica y un compromiso poco habitual para su edad: bañarlas, peinarlas, soplarles el pelo, alimentarlas de manera adecuada y mantenerlas bajo techo durante los días previos a las exposiciones. “El animal tiene que ser lindo y estar perfecto. Eso te da un buen premio”, explica con naturalidad, como si hablara un criador con décadas de experiencia.

Su talento llamó la atención rápidamente. En las grandes exposiciones no pasó desapercibido: con 12 años, la policía llegó a decirle que era “muy chiquito” para bajar herramientas en Palermo. También sorprendió a productores y jueces cuando evaluó animales casi sin diferencias respecto de prestigiosos criadores ingleses durante un curso de la Asociación Hampshire. Su papá —juez de ganado y jurado en Palermo— recuerda esa anécdota con emoción: “Uno de los ingleses me dijo: ‘Qué ojo tiene el nene’”. Y agrega: “Ese ojo muchas veces se trae. El campo te lo pule, pero él lo tiene desde siempre”.

La vida de Fermín, sin embargo, sigue teniendo el ritmo de un chico de su edad. Por la mañana va al campo, por la tarde a la escuela y después llega el turno del fútbol, los deberes y las visitas a sus abuelos. Sus maestras se emocionan cuando ven las notas que celebran sus premios. Él sueña con estudiar veterinaria, mientras disfruta cada día de esta actividad que lo conecta con su historia familiar. “En mi familia casi todos se dedicaron al campo. La verdad que sí, la tierra tira”, reconoce.

Diego, su padre, habla con orgullo pero también con cuidado. Sabe que el entusiasmo de Fermín nace de él mismo, sin presiones. “Es un nene de 12 años y tiene que hacer las cosas de un nene. No queremos adelantar sus etapas”, señala. Aunque admite que a veces debe frenarlo: “Cuando quiero que descanse, se enoja si no lo llevo al campo”.

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En Germania, un pueblo que se abastece en ciudades cercanas como Lincoln o Junín, el apellido Eder sigue arraigado a la tierra con la misma pasión que trajeron los antepasados desde el País Vasco. Y hoy, con Fermín, esa tradición encuentra una nueva voz. Una voz joven, entusiasta, que habla con sorprendente claridad sobre calidad animal, genética y femineidad en las ovejas. Una voz que demuestra que la Argentina Posible se construye también así: con familias que trabajan, sueñan y transmiten valores sin imponerlos, dejando que la pasión encuentre su camino.

La historia de Fermín —y la de los Eder— recuerda que el futuro también puede oler a campo, esfuerzo y orgullo. Y que a veces, los grandes sueños pueden empezar en manos muy pequeñas.

Entrevista de Claudio Giglioni

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