Cómo una familia de Río Cuarto convirtió sus recetas en vermuts premiados

En tiempos donde emprender parece una hazaña, la familia Delle Vedove de Río Cuarto, Córdoba, demuestra que las raíces pueden convertirse en alas. Lo que comenzó como una charla entre parientes durante la pandemia terminó cristalizándose en un emprendimiento familiar artesanal de vermuts, fernet, licores y conservas. Hoy, con dos vermuts premiados a nivel nacional, el proyecto avanza con identidad, memoria y sabor.

“Todo empezó como un hobby”, cuenta Fernando Delle Vedove, uno de los creadores del proyecto, en diálogo con La Argentina Posible por Cadena 3. “En casa siempre se hicieron conservas, pero el vermut fue otra cosa. Nadie se acordaba cómo lo hacían antes, así que fue prueba y error”, contó.

El tío Héctor junto a su esposa la tía Nilda, fueron los que les contaron a Fernando la historia de vida de sus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos.

De la charla familiar al premio nacional

El 2020 los encontró redescubriendo viejas costumbres. “Contactamos familiares que hacía mucho que no veíamos. Charlando, nos contaron cómo preparaban vermut para consumo propio”, recuerda Fernando. A partir de esas charlas, y con la ayuda de un enólogo, comenzaron a probar mezclas de vino e hierbas.

El salto se dio en 2022, cuando decidieron embotellar y vender lo que habían perfeccionado. “Empezamos a vender en ferias, en redes, entre amigos. Se fue armando una bola cada vez más grande”, explica. En 2024 se animaron a competir en la Copa Argentina de Destilados, y para sorpresa de todos, debutaron con medalla de plata.

“Nosotros fuimos por el informe técnico, para saber qué mejorar. Y volvimos con una medalla. No lo podíamos creer”, recuerda emocionado. En 2025 repitieron el logro: dos de sus vermuts artesanales obtuvieron medalla de bronce en distintas categorías.

Un proyecto hecho en casa (literal)

El taller de los Delle Vedove sigue estando en el garaje de la casa familiar, aunque ya queda chico. “Empezamos haciendo 32 litros cada mes y medio. Hoy elaboramos 150 litros por variedad. Tenemos más de 450 litros en producción”, detalla Fernando. Por eso, están ampliando el lugar para convertirlo en una pequeña fábrica.

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El proceso no es exprés: “Hacemos una maceración de 45 días, como se hacía antes, con hierbas directamente en el vino. Y una de nuestras líneas pasa otros seis meses en barricas de roble”, explica. El resultado es un vermut artesanal, complejo y equilibrado, que ya se vende en Río Cuarto, Córdoba Capital, Villa María, Lago Los Molinos y hasta en Mendoza.

Trabajo, herencia y futuro

En el corazón del proyecto está la familia. “Mi esposa, mis dos hijos mayores y yo hacemos todo: desde limpiar las botellas recicladas hasta ir a vender a las ferias. Cada uno aporta lo suyo en los ratos libres, porque todavía no vivimos de esto”, señala. Él trabaja en una empresa pública y su esposa es veterinaria, pero sueñan con vivir del vermut. Y están cerca.

“Ver a mis hijos metidos, entusiasmados, queriendo continuar esto, es lo que más nos impulsa. Queremos que este proyecto familiar siga creciendo”, dice Fernando con orgullo.

Hoy, los vermut rosso joven (a $8.500) y los I Fruliani añejados en barrica ($15.000) ya tienen fieles seguidores. Pero más allá del precio y los premios, el proyecto lleva impreso algo más profundo: el sabor de una historia transmitida en familia.

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Entrevista de Claudio Giglioni