Proyectar sueños
28/11/2025 | 14:27
Redacción Cadena 3
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Cómo una familia cordobesa transformó una mina en una bodega única en el país
En el corazón del Valle de Calamuchita, donde la minería parecía ser la única actividad posible, una familia cordobesa decidió convertir un pasivo ambiental en una oportunidad productiva. Así nació Alma Minera, una bodega construida literalmente piedra por piedra sobre una terraza de granito surgida del descarte de la explotación de fluorita. Una idea que comenzó como un experimento audaz y que hoy se consolida como una de las propuestas vitivinícolas más disruptivas de Córdoba.
La historia fue contada en La Argentina Posible por Celeste Martínez, integrante de la segunda y tercera generación de esta empresa familiar fundada hace más de 60 años. “Nosotros extraemos fluorita. Por cada tonelada de mineral que sacamos, quedan tres de granito sin valor comercial. No podíamos venderlo y lo teníamos ahí, como excedente”, explicó. La problemática comenzó a transformarse en proyecto cuando uno de sus hermanos, ingeniero agrónomo, imaginó que ese material podía convertirse en la base de un viñedo, si lograban resolver un desafío clave: las precipitaciones.
En la zona llueven 1.100 milímetros al año, mucho más de lo que necesita la vid. La solución llegó de la mano de una idea tan ambiciosa como meticulosa: diseñar un suelo desde cero, utilizando distintos tipos de granito surgido de la explotación. Así se creó una terraza artificial de tres hectáreas y 20 metros de altura, levantada con 3 millones de toneladas de piedra y construida a lo largo de más de una década. Allí, en 2013, se plantaron las primeras vides.
“Fue prueba y error. No sabíamos cómo iba a comportarse la vid con tanta agua, ni cómo iba a reaccionar un suelo de diseño. Todo era nuevo”, recordó Martínez. Pero el desafío no solo era técnico: también humano. Desde el primer día, decidieron que el personal minero sería parte del proceso. Los mismos trabajadores que extraen la fluorita hoy hacen podas, cosechan, embotellan y lacran cada botella de Alma Minera.
La empresa emplea a 50 personas, un número enorme para la pequeña localidad de Río de los Sauces, de solo 800 habitantes. “La idea era reconvertirnos sin suspender a nadie. Ya en el 2001 habíamos vivido una crisis fuerte y sabíamos que había que generar una nueva unidad de negocio que incluyera a todos”, explicó.
La primera cosecha llegó en 2018. Hoy, la bodega ya va por su quinta vendimia y suma líneas jóvenes y de guarda, con vinos criados en tanques de acero, cemento y barricas de roble. En 2025 presentarán su alta gama, con vinos que pasaron tres años en barrica antes de ser embotellados.
El proyecto también los reunió como familia. Las etiquetas rinden homenaje a sus raíces: Heriberto y Elvira, los nombres de sus abuelos, encarnan ese puente entre historia y futuro. “Esto nos conectó lúdicamente. Nos unió desde otro lugar. Todos participamos en elegir el nombre, la identidad, el rumbo”, relató Martínez.
Alma Minera es más que una bodega. Es una demostración de que la sustentabilidad también puede surgir desde la minería; que un descarte puede convertirse en un suelo fértil; que la innovación es posible incluso en los contextos más adversos. “Hay una Argentina posible. Hay muchas cosas por hacer”, cerró Celeste.
Entrevista de Claudio Giglioni y Fernando Genesir
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