Cómo un taller textil transformó la vida de las mujeres de Esmeralda

Trabajo en comunidad

Cómo un taller textil transformó la vida de las mujeres de Esmeralda

11/12/2025 | 14:52

Noelia Forzani, integrante de una familia ligada a la agroindustria, convirtió una necesidad urgente en una iniciativa productiva que hoy abastece a empresas de todo el país.

Redacción Cadena 3

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Cómo un taller textil transformó la vida de las mujeres de Esmeralda

En Esmeralda, un pequeño pueblo santafesino de apenas 600 habitantes, un proyecto nacido en plena pandemia se convirtió en una verdadera revolución silenciosa para decenas de mujeres. Allí, donde el mapa se achica y las oportunidades suelen escasear, una cooperativa textil de mujeres logró abrir un camino de autonomía económica, organización comunitaria y trabajo digno.

Su impulsora es Noelia Forzani, integrante de una familia ligada a la agroindustria, que transformó una necesidad urgente en una iniciativa productiva que hoy abastece a empresas de todo el país.

Del aula improvisada al taller textil

La historia comenzó en 2020. Mientras la pandemia dejaba a su hija sin clases presenciales, Noelia decidió contratar una maestra para que enseñara no solo a la nena, sino también a otros chicos del pueblo cuyos padres no podían acompañar el aprendizaje virtual. Esa experiencia —que creció hasta convertirse en una fundación y luego en un hogar de día y jardín maternal— fue también el punto de partida para algo más grande.

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Cuando la fundación abrió formalmente, decenas de mujeres se acercaron para ofrecerse en tareas de apoyo. “Tenía una lista de 30 chicas para un solo puesto. Ahí entendí que había una necesidad enorme. Teníamos que hacer algo”, recuerda Noelia. Fue entonces cuando nació la idea del taller de costura, que ella se encargó de reformular: no un “tallercito”, sino un proyecto capaz de sostenerse en el tiempo.

Una convocatoria que desbordó expectativas

A la primera llamada acudieron 90 mujeres —de Esmeralda, de comunidades vecinas, de todos lados— y comenzó un proceso de formación. Con máquinas básicas y una profesora, Noelia armó una capacitación que duró varios meses. Las primeras seleccionadas fueron 20, elegidas por responsabilidad, asistencia y un trabajo conjunto con una psicóloga. Así nació formalmente, en junio de 2022, la Cooperativa Textil Createx.

Hoy son 22 mujeres y un hombre que trabajan en un taller mucho más grande, confeccionando ropa de trabajo para empresas, indumentaria personalizada y producción para terceros. Grandes marcas como Vandalia ya tercerizan parte de su confección con ellas. Mucho de ese crecimiento llegó gracias a la estrategia personal de Noelia: cada proveedor o cliente de su empresa agroindustrial visita Esmeralda y conoce el trabajo de la cooperativa. El boca a boca hizo el resto.

Aprender a producir… y a convivir

Los inicios no fueron fáciles: problemas de calidad, tiempos eternos, tensiones internas. La llegada de Daniel —un técnico textil jubilado que hoy viaja una vez al mes desde Buenos Aires— permitió profesionalizar los procesos, organizar líneas de producción y mejorar los estándares.

Además, las propias asociadas elaboraron un reglamento interno para ordenar la convivencia. “Tenían que sentirlo propio. Yo no quería ser la jefa; ellas son dueñas del espacio”, explica Noelia.

Independencia económica: un antes y un después

Si bien la cooperativa ya llega con sus prendas a lugares tan lejanos como Santa Cruz o Bahía Blanca, para Noelia el logro más profundo tiene que ver con la libertad. “La independencia económica es libertad”, afirma. En un pueblo pequeño, donde moverse implica recorrer kilómetros y las alternativas laborales son escasas, disponer de un ingreso propio significa romper con dependencias y abrir horizontes.

“Una chica me dijo en la peluquería: ‘Ya no me importa lo que diga mi marido, yo tengo mi trabajo’. Eso lo cambia todo”, señala.

En cuanto a los objetivos, la cooperativa planea cerrar el año con unas 40.000 prendas producidas y apunta a llegar a 60.000 en 2026, con mejoras en productividad y nuevas inversiones en tecnología —como la compra de un plotter de tizado— que les permita escalar.

El modelo también aspira a profesionalizarse ofreciendo menos productos pero mejor terminados, elegir clientes y mejorar rentabilidades.

Un proyecto productivo, social y profundamente local

Además de gestionar la cooperativa, Noelia participa activamente en la empresa familiar, que abarca agricultura, ganadería y un molino harinero que ella misma impulsó desde cero. Sin embargo, la dimensión social es la que más la motiva. “Me encantaría que esto funcione sin mí. Que ellas lo lleven adelante y que yo pueda empezar otros proyectos”, dice.

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Entre sus sueños, está también romper barreras laborales: quiere más mujeres manejando camiones, maquinaria agrícola o integrándose a oficios tradicionalmente masculinos. “No es un tema de capacidad; es cultural. Las mujeres podemos estar en muchos más lugares”, asegura.

Una lección desde un pueblo chico

Para Noelia, vivir en un lugar tan pequeño hace que el compromiso sea inevitable: “Es devolverle algo al pueblo. No hace falta tanta inversión, sino iniciativa.”

La Cooperativa Textil de Mujeres de Esmeralda es, en definitiva, un ejemplo claro de cómo una necesidad puntual puede convertirse en un motor de desarrollo para toda una comunidad. 

Entrevista de Facundo Sonatti

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