"En el fondo creo que soy un científico apasionado", confesó Carlos Núñez Cortés.

Hito de la cultura popular

Núñez Cortés evocó a Les Luthiers, el grupo que cambió el humor desde la música

30/10/2025 | 21:07

El exintegrante del prestigioso grupo dijo a Cadena 3 que se siente agradecido con el público, porque le permitió dedicarse 50 años a este trabajo. “Disfruté tanto como ellos”, confesó. 

Redacción Cadena 3

Audios

Núñez Cortés evocó a Les Luthiers, el grupo que cambió el humor desde la música

Carlos, es un placer tenerte aquí en Cadena 3 Argentina. Antes que nada, quiero agradecerte a vos y a tus compañeros por tantos años de felicidad y disfrute a lo largo de décadas. Estás presentando un libro titulado "Es que me pasaron muchas cosas en la vida". Me imagino que el libro registra tu trayectoria en el grupo, pero también lo que hiciste fuera de él.

Buenas tardes, Sergio. En primer lugar, me gustaría devolverte el agradecimiento, porque es algo que acabo de pensar y creo que no lo dije nunca en ninguna otra entrevista: tengo que agradecerle al público. Le doy las gracias a todo el público que nos vio por haberme permitido dedicarme a esto durante cincuenta años. Yo disfruté tanto como el público. Es un trabajo genial hacer música, contar chistes, hacer feliz a la gente y recibir ese aplauso gratificante cuando cae el telón. El libro, efectivamente, busca explicar qué es lo que hacía yo cuando no era lutier.

Aunque sabemos que Les Luthiers surgió de los coros universitarios y es, en gran medida, un "hijo de la educación pública argentina", vos sos licenciado en química biológica. ¿Nunca ejerciste esa profesión?

Sí, ejercí. Ejercí hasta que no pude aguantar más. Fue una carrera que me llevó siete años en la UBA, y después estuve trabajando como químico biólogo. Mientras tanto, Les Luthiers tironeaba del otro lado; la creación, la actuación y después las giras eran muy absorbentes. En un momento tuve que optar, y creo que opté muy bien, porque me fue muy bien en lo que te conté antes.

Sin embargo, te quedó la pasión por la ciencia y la naturaleza.

Sí, por muchas cosas. La química me acercó a otros aspectos de la vida, como la naturaleza y la ciencia. En el fondo, creo que soy un científico apasionado de prácticamente todo. Uno de mis hobbies fue coleccionar y estudiar moluscos marinos. Incluso escribí un librito sobre los moluscos de Argentina que nadie conoció, pero por ahí está. La ciencia me llevó a otros caminos: a viajar, a conocer el mundo, pero con los ojos de una persona curiosa que ama lo que ve.

El trabajo que ustedes hicieron fue también de experimentación e investigación. ¿Ustedes inauguraron una forma diferente de hacer humor con la música en el mundo? ¿Conocían antecedentes de grupos que hicieran algo parecido a Les Luthiers a mediados de los sesenta?

Sinceramente, no conozco otros casos en el mundo con el formato de Les Luthiers. Hay cosas que nos tocan de cerca, como los festivales de Hoffnung de música-humor, donde un director hacía chistes sobre la música y usaba una orquesta sinfónica. Nosotros éramos seis locos con instrumentos informales. También recuerdo a Víctor Borge, un pianista danés muy gracioso, pero él era casi un payaso. Lo nuestro iba más por el discurso y la parodia de todo lo que rodea la música seria, como los conciertos, las formas musicales, la sonata, la sinfonía, el trío o el cuarteto de cámara. Ahí había un terreno inmenso para jugar y parodiar.

La música y el canto coral son bases fundamentales de ustedes, pero también existe un experimento que considero una gran contribución a la lengua española: el humor basado en el lenguaje, que en tu libro "Los Juegos de Mastropiero" llamás "ludolingüismo".

Es ludolingüismo. Sí, yo me enteré que estaba haciendo ludolingüismo mientras lo hacía. Mi mente de investigador me ayudó mucho a escribir el primer libro, donde analizo veinte o treinta figuras distintas del ludolingüismo. El ludolingüismo incluye los anagramas, los palíndromos, las transposiciones de palabras, las metáforas y los oxímoron. Todas esas palabras raras sirven muchísimo para construir un chiste o un texto humorístico. Les Luthiers hacía justamente eso; en lugar de usar el tipo que se resbala en la cáscara de banana, utilizábamos frases como cuando Marcos le dice a Daniel: "Mire, yo creo que usted ha hecho una especie de diptongo de consonantes".

Y el público entiende perfectamente y disfruta, incluso descubre cosas. De hecho, muchas de las microfrases de ustedes se han incorporado al lenguaje cotidiano de la gente, aun cuando a lo mejor no saben que provienen de alguna de sus obras. Son como esos chistes y juegos de palabras que crecen, se van de la casa y andan dando vueltas por allí, y la gente ignora que fueron producto de la pluma de Mastropiero.

Claro. Son como los hijitos de un humorista.

Ya que lo mencionamos, ¿Mastropiero, ese personaje que los trascendió a todos ustedes, aparece en los sesenta o setenta?

Prácticamente nace con nosotros. El primer juego que hubo en Les Luthiers fue esa ocurrencia magnífica y maravillosa que tuvo Gerardo Masana, quien fue el que nucleó a los que estábamos en el coro de Ingeniería. Él se dedicó a hacer músico-humor. La primera idea maravillosa que tuvo fue hacer una parodia de una de las cantatas de Bach, "La Pasión según San Mateo". Gerardo escribió una Cantata al estilo de "La Pasión según San Mateo", trocando el texto bíblico por un prospecto de un laxante.

Con lo cual logró una ruptura terrible.

Sí, terrible. Y por supuesto, había que adjudicarle esa obra a algún compositor ficticio. Como los cuatro primeros compases comenzaban con los mismos cuatro compases del comienzo de la cantata de Bach, se la adjudicamos a un compositor ficticio al que llamamos Johan Sebastian Mastropiero, el compositor que creó "La Cantata Laxatón".

Me impresiona el énfasis y el detalle con el que trabajaron algunas actuaciones, incluso cuando ya eran consagrados. La actuación de Cosquín, si no me equivoco, fue en 2005. Me asombró mucho escuchar cómo prepararon ese festival de una forma tan especial.

Sí, fue en 2005. Ahora que lo decís, Sergio, pienso que Cosquín fue una especie de desquite de Les Luthiers. Cuando empezamos a hacernos internacionales y a hacer giras, primero por América y luego por el resto del mundo (llegamos a hacer funciones en Israel en castellano), cada vez que salíamos de Argentina agarrábamos el espectáculo que teníamos en ese momento y le sacábamos las cosas que sabíamos que serían incomprensibles al cruzar la frontera.

¿Cuáles eran esas cosas?

El repertorio folclórico. Sacábamos las zambas, las chacareras, los triunfos, las milongas. Todo eso quedaba de este lado de la General Paz. A veces nos pedían algo de folklore de bis en México o Barcelona, pero se escuchaba un grito aislado. No podíamos hacerlo porque no había código. La gente no conocía ese material. Cuando llegó Cosquín y nos preguntaron si teníamos un repertorio folclórico para presentar, fue una explosión de júbilo. ¡Era todo lo que guardamos en esa maleta que no pudimos llevar en nuestras giras! La primera regla del chiste es que la persona tiene que entender de qué estás hablando, si no, es imposible que le sea gracioso. 

¿Les sobraron obras para ir a Cosquín?

Sobraron poquitas. Hay gente que sigue diciendo: "¿Cómo es que no hicieron la ''Chacarera de Santiago'' o la ''Guaraña de la indiecita''?". Pero metimos mucho material, muchísimo. Terminamos con la maravilla que es la Epopeya de los 15 jinetes y un caballo, que es una recopilación y un muestreo de todos los géneros folclóricos argentinos. Fue una parodia a esa cantata que hizo Ariel Ramírez.

Siempre me sorprendió que, teniendo una formación de música clásica, no ocultaran el amor y la pasión por la música argentina, especialmente por el folklore. En las obras folclóricas se revela un enorme conocimiento de la música, no solo de la poética que convierten en farsa; la respetan muchísimo.

Sí, la respetamos muchísimo y la queremos. El otro día, mi mujer me mostró un video donde estábamos en San Sebastián o Bilbao, en el País Vasco. El teatro estaba vacío, estábamos probando luces, y Daniel Rabinovich tomó la guitarra, aburrido esperando. De pronto, se puso a cantar una chacarera preciosa, solo, para él mismo, aislado en un rincón del escenario. Yo pensé: "Daniel está cantando para sí mismo, se está regalando algo que disfruta enormemente, que es nuestro folklore". Y estábamos en una tierra tan lejana, donde la gente habla en euskera.

Para mí, uno de los misterios de ustedes es cómo lograron, a lo largo del tiempo, preservar la individualidad de cada uno y, al mismo tiempo, sostenerse como grupo. La historia del arte refleja que no siempre es fácil mantener un grupo exitoso unido por tanto tiempo. ¿Cómo lograron el misterio de la convivencia y de quererse, siendo parte, además?

En primer lugar, hay una toma de conciencia por parte de cada uno de nosotros de que estamos formando parte de un fenómeno muy peculiar. Somos un grupo que hace un humor muy blanco que llega a todos los estratos sociales, tiene un gran éxito, y además nos permitió tener un éxito económico. Ninguno de nosotros venía de cuna de oro; todos veníamos de hogares humildes. Acceder a ese éxito en todo el mundo de habla hispana te hace razonar. Una de las primeras cosas que se te cruzan es: "Yo no quiero matar a la gallina de los huevos de oro. Quiero seguir aquí, quiero estar dentro de este grupo", porque este grupo te permite ganar dinero, recorrer el mundo, ser aplaudido y, además, estar trabajando con un material que produce enorme placer.

Y, al mismo tiempo, veían cómo otros grupos con gran éxito se disgregaban y terminaban peleados.

Exacto. Y ante las primeras desavenencias —fruto del trabajo o de la envidia—, surgió la propuesta que cayó del cielo: "¿Y qué tal si trabajamos sobre eso, si nos analizamos, hacemos un grupo, una terapia de grupo?". Así empezamos y estuvimos casi veinte años con un terapeuta que nos acompañaba. Íbamos una vez por semana y nos peleábamos, como decía Daniel, "con un árbitro que nos ayuda y con guantes", no a puño limpio.

¿Extrañas el escenario, Carlos?

Sí, lo extraño mucho, porque me daba mucho placer trabajar. Fíjate que yo tengo una formación de pianista y toco el piano bastante bien porque estudié toda la vida. Yo me pregunté muchas veces si, de no haber estado en Les Luthiers, habría tenido la posibilidad de tocar un concierto para piano y orquesta acompañado por una sinfónica en el Colón. Eso es impensable para el 99.9% de los pianistas argentinos. Yo lo logré, claro que fue un concierto medio especial: el Concierto de Sergei Dimitri, que es de nuestra pluma, lleno de chistes y cosas, pero al mismo tiempo es una oda a Rajmáninov. Eso extraño mucho.

Lamento muchísimo que se nos haya pasado la media hora volando. Para terminar, debo cumplir con el ritual de pedirte que nos recomiendes un libro que te haya encantado leer y que te gustaría compartir con los oyentes de la radio.

Estoy mirando el parque de mi casa, me gustan mucho los pajaritos. Me entretuve mucho tiempo grabando a los que vienen a anidar aquí y pasando su canto al pentagrama. Se me cruzó un libro de Gerald Durrell que se llama "Mi familia y otros animales". Es un libro encantador en el cual vos todo el tiempo estás esperando que pase un asesinato, un robo, un amor no correspondido, y no. El chico protagonista se limita a visitar los alrededores de donde están de vacaciones y a mirar los pajaritos, las flores y el paisaje. Es tan plácida la lectura, porque te va mostrando a través de los ojos del chico ese amor por la naturaleza que lo rodea. Yo lo recomiendo a cualquiera.

Entrevista de Sergio Suppo.

Te puede Interesar

Una crítica a la convivencia en tiempos de crisis

En su nueva novela, el autor presenta una fábula mordaz sobre la fragilidad de la convivencia en tiempos de crisis.

El humor de la ciencia

Las ingeniosas viñetas del ilustrador escocés en su obra ofrecen humor y ciencia.

© Copyright 2025 Cadena 3 Argentina