La Iglesia Católica inicia un periodo crucial con el cónclave para elegir un nuevo Papa

La Iglesia Católica ha preparado un evento de gran trascendencia para el futuro de su liderazgo: el cónclave que elegirá al sucesor de Francisco. Esta ceremonia se llevará a cabo entre el 5 y el 10 de mayo de 2025, siguiendo la normativa que requiere un periodo de duelo tras el fallecimiento del pontífice.

El cardenal Kevin Farrell, en su papel de camarlengo, hizo el anuncio oficial indicando que el cónclave comenzará el lunes 5 de mayo. Esta elección recae en el Colegio Cardenalicio, que está compuesto por 135 cardenales menores de 80 años, provenientes de 71 países diferentes. Este cuerpo electoral refleja la diversidad de la Iglesia Católica a nivel mundial.

La primera fase del cónclave se desenvolverá en la Capilla Sixtina, un sitio emblemático que queda al servicio de este solemne acto. Durante el cónclave, los cardenales participan en votaciones que son secretas y pueden realizarse hasta cuatro veces al día, buscando asegurar la transparencia en el proceso.

Para ser designado como Papa, un candidato necesita conseguir dos tercios de los votos de los cardenales electores. En caso de no alcanzar la mayoría necesaria en varias ocasiones, se continuarán realizando votaciones adicionales.

Uno de los momentos más esperados es la famosa "fumata". Si se elige un nuevo Papa, se queman las papeletas con una sustancia especial que produce humo blanco, dando la noticia al mundo. En caso contrario, el humo será negro, indicando que no se ha tomado una decisión.

Una vez elegido, el nuevo Papa acepta su cargo y escoge un nombre pontificio. Posteriormente, se asoma al púlpito de la Basílica de San Pedro para compartir la famosa frase 'Habemus Papam', lo que significa 'Tenemos Papa'.

Antes de que inicie el cónclave formal, los cardenales tanto electores como no electores se reúnen para las llamadas "congregaciones generales", donde intercambian perspectivas sobre los retos que enfrenta la Iglesia y discuten el perfil del líder deseado.

En este contexto, se perciben sentimientos encontrados entre los cardenales, que sienten tanto aprensión como responsabilidad ante la crucial misión que los espera. Se hace hincapiée en la necesidad de un "unificador" que pueda dirigir a la Iglesia en estos tiempos de diversidad y desafíos internos.

Todo el mundo sigue con atención este proceso histórico, que culminará con la elección de quien se convertirá en el nuevo líder espiritual de millones de católicos alrededor del mundo.