Dilema literario
09/04/2025 | 10:57
Redacción Cadena 3
El libro El odio, escrito por Luisgé Martín y publicado por la editorial Anagrama, irrumpió en la escena literaria y judicial española como una obra tan fascinante como controvertida.
Este relato, que aún no ha llegado plenamente a las librerías debido a una suspensión indefinida de su distribución, se adentra en la mente de José Bretón, el hombre que en 2011 asesinó a sus dos hijos, Ruth y José, de seis y dos años, en un caso de violencia vicaria que conmocionó a España.
A través de un ejercicio narrativo que evoca a clásicos como A sangre fría de Truman Capote o El adversario de Emmanuel Carrère, Martín busca descifrar qué llevó a Bretón a cometer un acto tan atroz y cómo se configura el odio en un hombre aparentemente corriente.
/Inicio Código Embebido/
/Fin Código Embebido/La génesis de El odio se remonta a más de tres años de contacto entre el autor y Bretón, quien cumple una condena de 25 años en la prisión de Herrera de la Mancha, tras haber sido sentenciado inicialmente a 40 años por el doble asesinato con agravantes de parentesco, premeditación y crueldad.
A través de unas 60 cartas, conversaciones telefónicas y una visita en persona, Martín reconstruye no solo el crimen —ocurrido el 8 de octubre de 2011, cuando Bretón drogó a sus hijos y quemó sus cuerpos en una finca en Córdoba como venganza contra su exmujer, Ruth Ortiz, que había pedido el divorcio—, sino también la personalidad del asesino.
En el libro, Bretón confiesa por primera vez públicamente su autoría, un hecho que añade una capa de impacto y polémica a la obra.
El texto se estructura como una exploración psicológica y antropológica. Martín, que ha reconocido su fascinación por la “oscuridad del alma humana”, no pretende justificar ni glorificar a Bretón, sino desnudar su banalidad y contradicciones.
“El odio no da voz a José Bretón: se la quita, niega su explicación de los hechos, le enfrenta con sus contradicciones”, defendió el autor. Desde los fracasos amorosos de Bretón hasta su planificación meticulosa del crimen, el libro dibuja el retrato de un hombre vulgar cuya debilidad, más que su soberbia, lo llevó a perpetrar lo impensable.
“Saber que un asesinato se originó en la debilidad, ¿lo hace menos aborrecible? No. Solo lo hace menos misterioso”, reflexiona Martín en sus páginas.
Sin embargo, El odio no ha estado exento de controversia. Ruth Ortiz, madre de los niños asesinados, denunció la publicación al enterarse por la prensa, argumentando que vulnera su intimidad y la de sus hijos, además de reabrir heridas profundas.
Ni Martín ni Anagrama la contactaron antes de la obra, una decisión que el autor justificó como un intento de evitar “mortificarla” y mantener el foco en Bretón.
Esta omisión desató un debate ético y legal: la Fiscalía de Menores de Barcelona pidió medidas cautelares para frenar su lanzamiento, alegando una posible intromisión en el honor de los menores fallecidos, aunque un juez y la Audiencia de Barcelona han avalado por ahora su publicación.
A pesar de la luz verde judicial, Anagrama suspendió indefinidamente la distribución en marzo de 2025, en un gesto de “prudencia” y respeto hacia Ortiz, dejando en el aire el destino de miles de ejemplares.
El odio plantea así una pregunta ineludible: ¿hasta dónde puede llegar la libertad creativa cuando choca con el dolor de las víctimas?
Para algunos, es un valioso estudio sobre la naturaleza del mal; para otros, un ejercicio insensible que mercantiliza la tragedia.
Lo cierto es que, leído o no, este libro ya ha marcado un antes y un después en el debate sobre los límites de la literatura y la responsabilidad del escritor.
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